martes, noviembre 11, 2008

El contexto

El contexto

Carmen Aristegui F.

¿Atentado o accidente? ¿Qué fue lo que realmente ocurrió la infausta tarde del 4 de noviembre en la Ciudad de México? ¿Qué explica que el Learjet 45 en el que iban Juan Camilo Mouriño, José Luis Santiago Vasconcelos y las demás personas que murieron -dentro y fuera de la aeronave- hayan perdido la comunicación minuto y medio antes de estrellarse, después de una caída en picada en la calle Ferrocarril de Cuernavaca, en Las Lomas de Chapultepec?

¿Había o no llamas en el avión, como dicen algunos testigos, antes de impactarse? ¿Hubo impericia, falla técnica o acción deliberada? La sociedad tiene derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió y qué hizo que perdiera la vida la persona que ocupaba el segundo cargo más relevante en la política nacional y el funcionario que durante años fue considerado el hombre de confianza del Ejército mexicano y del gobierno de Estados Unidos en el combate al narcotráfico.

¿Qué hay detrás del trágico evento que estremece, por sí mismo, pero sobre todo por la perspectiva que se abre de confirmarse la hipótesis del atentado? ¿Qué pensar de esto, después de lo ocurrido en Morelia contra la población inerme en las fiestas patrias; en el marco de una violencia inusitada que confronta a todos contra todos; rodeados como estamos de mensajes perturbadores; cuerpos decapitados o narcomantas que imputan con nombre y apellido a enemigos y autoridades?

Lo ocurrido representa para la población un terreno de mayor incertidumbre a la que, de por sí, ha sido sometida. Para el gobierno mexicano un golpe de suma gravedad que da directamente en su línea de flotación.

¿Atentado o accidente? es la pregunta obligada. En esos términos, se le formuló a Samuel González Ruiz, consultor internacional y ex titular de la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada de la PGR (antecedente de lo que hoy conocemos como SIEDO), en entrevista con CNN en Español un día después de la tragedia. "No importa tanto si fue accidente o atentado", respondió.

¿Cómo? Se le repreguntó. "No importa tanto, porque el contexto para que un atentado sea posible en México sigue ahí... Si esto fue atentado o no, da exactamente lo mismo... Las condiciones para que ocurra un atentado siguen ahí. No ha cambiado nada. Si el gobierno mexicano no logra revertir las actuales condiciones, tendríamos que pensar que si éste no fue un atentado, habrá un atentado".

El especialista recordó lo que algunos meses atrás había anticipado, en ese mismo programa, el experto Edgardo Buscaglia como posibilidad para México: atentados contra funcionarios de alto nivel como respuesta del crimen organizado a un Estado que los confronta, los extradita y en algunas de sus estructuras comparte a sus elementos a través de la infiltración. Hay todo un mapa internacional de comportamiento de la delincuencia organizada al que México debe estar atento. Los atentados, la violencia y la descomposición se han dado y se dan en países que tienen un panorama como el nuestro.

Si lo que pasó con Mouriño y Vasconcelos fue un atentado o no, ya lo sabremos. (Y vaya que sí lo vamos a saber. Seis expertos de Estados Unidos, dos británicos y las cajas negras directo a Washington dan cuenta de que la investigación va en serio).

Es un hecho que "la ruta de colisión que traen los cárteles mexicanos va hacia más violencia". Éste es el contexto en que nos movemos, insiste Samuel González. Las autoridades están obligadas a desarrollar una estrategia coherente y firme que vaya desmontando las condiciones que hoy imperan.

De persistir y agravarse las actuales condiciones es imaginable que pase cualquier cosa. Nadie puede hacerle al avestruz. Los estudios comparativos de la experiencia internacional nos hablan de patrones de conducta que se están registrando ya en México y que imprimen un sentido de verdadera urgencia para enfrentar el fenómeno, que no sólo involucre a más soldados y policías sino, como dicen los expertos aquí citados, se sustituya el actual gran pacto de impunidad que rige hoy la vida nacional por uno que restituya el Estado de derecho.

Dentro de todo, vale la pena destacar el esfuerzo por comunicar los avances de la investigación de lo ocurrido el martes 4.

La larga historia en México de ocultamientos, simulación y censura respecto a los asuntos públicos ha desarrollado, entre los mexicanos, tal desconfianza y escepticismo en las versiones oficiales, que es de aquilatarse que se estén mostrando públicamente los elementos que van surgiendo en las investigaciones.

Dar a conocer, íntegra, la comunicación entre el piloto del Learjet 45 y el controlador aéreo; mostrar la cajas negras que contienen la documentación de datos técnicos y la grabadora de voz con todas las conversaciones entre el piloto y el copiloto y la caja de grabación de voz y datos encontradas de la aeronave, con la promesa de que conoceremos, no transcripciones, sino la versión directa y completa de lo que se dijo en la cabina del piloto, ha sido una buena decisión.

La gravedad de los hechos y el imperativo social de claridad y transparencia obligan a las autoridades a no regatear nada que deba ser conocido por la opinión pública.

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