martes, marzo 03, 2009

¿Nos reconciliamos o luchamos?

Michel Balivo

(Vivir lo nuevo, ser lo nuevo)

Una vez aprobada en Venezuela, por más de un millón de votos de diferencia la enmienda constitucional, mediante la cual los que optan por cargos de pública elección pueden postularse cuantas veces quieran, quedando en manos del pueblo decidir si amerita que repitan o no en esa función, irrumpe con fuerza una matriz mediática de que es ineludible ahora la reconciliación entre los que votaron por el sí y el no a la enmienda.
De no hacerlo el país entero puede naufragar, puede todo el conflicto devenir, estallar en violencia. Para esta matriz el país antes no estaba dividido. No se sabe entonces como 20 años antes el pueblo salió a la calle hambriento a saquear negocios y fue masacrado en aras del orden social. ¿Será tal vez que el hambre de la mayoría en un país rico no tiene nada que ver con política? ¿O tal vez los estómagos vacíos que solo pueden soñar en llenarse, no se dividen y separan de los que insensibles a su entorno frotan sus satisfechas barrigas?
Pero en todo caso cuál es esa reconciliación que piden. ¿Quieren acaso que para que los barriga llena vuelvan a recuperar su paz y felicidad, es decir su insensibilidad, los barriga a medio llenar vuelvan a ser silenciados e invisibilizados, depauperados nuevamente? Porque que yo sepa, el que la gran mayoría comience a conocer lo que es comer decentemente, en oportunidades hasta tres veces por día, no ha implicado que nadie dejase de hacerlo.
Solo se han distribuido mejor los dividendos de la nación, dando por supuesto prioridad a los que estaban en condición de miseria. Solo se ha desviado hacia el gasto social lo que antes desviaban haca sus propios intereses, las élites nacionales e internacionales con diferentes excusas.
Por otra parte no se de donde ha salido ese cuarenta, a veces cuarenta y pico por ciento de votantes de la oposición al gobierno. Porque entiendo que cerca del ochenta por ciento de la población vivía en condiciones precarias al llegar al poder la revolución bolivariana. Eso de decir que llegó al poder es solo un eufemismo. Porque, ¿qué poder puede tener un estado que había privatizado la mayoría de sus empresas y servicios, incluyendo el petróleo?
De hecho ya ha recibido un golpe de estado virtual y un sabotaje petrolero, que incluyó una huelga de patronos y sacar los alimentos y el gas del mercado, y aún ahora, diez años después, continúa el acaparamiento y especulación con los alimentos. Dicen que gran parte de ese cuarenta por ciento, es gente pobre engañada y atemorizada por los medios.
Me parece que eso no es decir mucho, porque hace miles de años que el pueblo antes o después, de un modo u otro se ha puesto de parte de los que lo explotan y en contra de los que intentan hacerle cobrar conciencia de su explotación y elevar su nivel de vida. Da la impresión más bien de que las diferencias de clase tienen que ver con distintas posibilidades de acceder a satisfacer las necesidades y sueños.
Pero en lo que a modelos mentales se refiere no se ven muy claras las diferencias, ya que tanto pobres como ricos sienten, piensan, tienen los mismos sistemas de intereses y aspiran a los mismos logros. Solo que las reglas del juego son de competencia y unos lo van ganando y otros perdiendo. Es decir, se supone que no da para que todos seamos ricos, así que alguien tiene que pagar el precio de que algunos lo puedan experimentar.
O tal vez hay gente que le gusta menos esforzarse que a otros, y prefieren dedicarse a obtener el poder y la capacidad de engañar para que otros hagan el esfuerzo por ellos. Tampoco es una novedad, de eso se trataban los reinados y los señores feudales que aún perduran de modos explícitos o disimulados.
Pero más allá de las inútiles, inoperantes explicaciones, están los sucesos, los hechos a los cuales se refieren y pretenden explicar. Y esos hechos dicen que un modelo mental y una práctica económica de creciente acumulación de recursos y explotación se desmorona. Y en el seno de ese sistema comienzan a agrandarse más aún las distancias entre ricos y pobres.
El cuento del neoliberalismo, que no es más que la implementación y justificación moderna de una forma milenaria de vida, se cae por su propio peso cuando en EEUU y Europa se escuchan rumores de nacionalización de la banca. La paradoja es que se haga para intentar salvar al sistema que genera esas enormes e inhumanas diferencias.
Podemos seguir intentando explicarlo cuanto queramos, pero el verdadero tema es si la creciente cantidad de gente excluida, aceptará morir de hambre como esclavos o si llegado a los umbrales de tolerancia se rebelará. También podríamos preguntarnos hasta donde la sensibilidad humana es capaz de tolerar la miseria de su prójimo que desfallece ante sus ojos.
Hasta no hace muchos años nos decíamos apolíticos, estábamos hartos y desesperanzados de las sinverguenzuras de esa gente. Pero hoy que los cinturones aprietan y las barrigas hacen ruido, ¿podemos seguir ingenuamente diciendo lo mismo, dejando las decisiones que afectan nuestras vidas en sus manos? ¿Dejaremos llegar el fin diciendo que solo nos importa lo que sucede puertas adentro de nuestras casas?
A mi me da la impresión de que aún no hemos entendido que el ser humano vive en su conciencia, en su modelo mental, y no en un mundo externo y objetivo común a todos. Por eso hay seres, conciencias que se adelantan a la sensibilidad de su época chocando con los modelos que aún imperan, y siendo rechazados por las grandes mayorías.
Esas conciencias son condenadas a la muerte o al ostracismo, que es otra forma de muerte en lo que a aceptación de la conciencia colectiva se refiere. Sin embargo decenas, a veces hasta centenas de años después, cambian las condiciones generales de ese modelo mental simultáneamente con la sensibililidad colectiva, y aquellas ideas rechazadas irrumpen con fuerza y son aceptadas y conductualizadas con naturalidad.
Algo así sucedió luego de mil quinientos años de oscurantismo, cuando la católica Europa medieval en medio de las llamas de la inquisición, retomó las ideas y formas de vida de la Grecia y Roma antigua, deviniendo el llamado renacimiento.
Tal vez algo similar sucede hoy en día cuando las democracias representativas comienzan a convertirse en participativas y protagónicas, reformando o enmendando mediante plesbicito popular las constituciones, cada vez que las necesidades del proceso las evidencian limitativas para transferir mayor poder al pueblo.
Cuando toda esta ampliación de la organización social imperante hacia una mayor inclusividad, se realiza por la vía democrática, sin violencia, represiones, encarcelamientos y torturas políticas, sin limitaciones siquiera a la libertad de expresión. Doscientos años atrás moría solo, enfermo y abandonado Simón Bolivar, por ideas mucho más moderadas que estas.
No es necesario repetir que hasta hace solo diez años, esta apertura y ampliación democrática había resultado totalmente imposible e impensable. Por lo tanto algo ha cambiado o está en plena transición, como dice el presidente Correa no es una época de cambios sino un cambio de época.
Y si esto es así no es de extrañar que un cuarenta por ciento de los pueblos, barrigas llenas, vacías o a medio llenar, siga aún fuertemente identificado con el modelo mental que nos ha regido por centurias y milenios, más allá de la apariencia con que se lo presente. Por el contrario, contar con un 60% dispuesto al cambio, sean cuales fueren las infaltables explicaciones, es casi un milagro, una bendición.
Es de notar que en las filas de los que apoyan o dicen apoyar el cambio, muchos tiemblan y desesperan ante todas y cada circunstancia, temiendo que de al traste con la revolución. Buscando culpables en todas y cada parte, para lo que les parece según el cristal con el que miran que no se está haciendo como debería.
Es difícil no ya afirmar con certeza, sino siquiera imaginar como será el cambio. ¿Cómo anticipar lo nuevo desde lo viejo? ¿Sería realmente nuevo si fuera anticipable? Da la impresión más bien que es su identificación con lo viejo lo que genera ese temor al fracaso, esa falta de fé en la vida, en que la renovación y superación de lo ya agotado sí es posible.
Y sin fe en la nueva dirección de ampliación de la vida, timoratas serán sus acciones, bastarán los menores contratiempos para que toda su construcción ideológica se desmorone. No pocos han sido los ejemplos, de los que no han aguantado una pedida para pasarse a la oposición a cambio de un premio módico o mayor, a veces de una simple promesa.
He allí la fuerza y firmeza de sus convicciones. No se trata de una crítica ni de un sermón moral de quien se siente superior a los caídos. Sino de una simple constatación de que la identificación con el modelo mental que muere aún es muy fuerte, y no debe haber muchos que se sientan a salvo de las tentaciones, a no ser por suprema ingenuidad.
El simple hecho de disponer de libertad de elección ante las circunstancias, nos hace a todos deseosos y capaces de vender nuestras más caras ideas y hasta a nuestro hermano, en pos de una rápida liberación de los esfuerzos para sostener a nuestros cuerpos y familias. Que esto se presente como una experiencia íntima de cada persona, o como un modelo mental aceptado epocalmente de organización socioeconómica exitosa, no cambia mucho las cosas.
Claro que el modelo mental de Judas, pinta las consecuencias de los que se traicionan a sí mismos en pos de cantos de sirenas. Los treinta denarios queman luego las manos y la vergüenza ya no te permite vivir contigo mismo, es otra forma de ostracismo y muerte, esta vez autoinfligida por ignorancia.
Decimos que los que no logran ver lo que está sucediendo en el mundo son ciegos o tuertos por lo menos. Pero desde este enfoque habría que decir que están hipnotizados por los hábitos y creencias de un modelo mental que muere. Imaginería acumulada y heredada de generación en generación, que sugestiona sus conciencias y les hace creer ciegamente en lo que solo existe en su mente.
Que es necesaria la reconciliación de los seres humanos nadie puede negarlo. Pero para que eso suceda nuevas ideas fuerza e imágenes han de abirse camino en la conciencia, porque la reconciliación es imposible que suceda desde los viejos intereses y privilegios ya agotados e inviables, que están produciendo la presente hecatombe global de alcances inimaginables.
Así como el demoronamiento del modelo y las circunstancias resultantes se evidencian globales y no respetan creencias ni hábitos de ningún color, del mismo modo una nueva visión del mundo terminará abriéndose camino y conductualizándose. El viejo mundo también es un sistema de creencias, una visión conductualizada.
Su única justificación es el consenso de esas creencias que sugestionan con fuerza de realidad. No hay por tanto ideología racionalizada que pueda operar cambiando un sistema de creencias irracionales. Ese desplazamiento y sustitución de un sistema de creencias se da por desgaste e inoperancia de las mismas. Entonces comienzan a perder su poder sugestivo y a ser vistas crecientemente.
Por eso digo que un 60% que sienta y vea de nuevos modos, y esté dispuesto a aceptar y acompañar el cambio en diferentes medidas, que los hechos irán poniendo en evidencia, es bastante decir si lo comparamos con momentos anteriores y aún recientes de la historia. Cuando un movimiento se muestra global no tiene mucho sentido seguir buscando sus causas y responsables locales. De hecho el movimiento no es para explicarlo sino para vivirlo. Unas pocas explicaciones para facilitar la práctica pueden ser sensatas y útiles. Pero cuando las explicaciones continúan y continúan, ya podemos sospechar que estamos en presencia del temor que se resiste a vivir lo nuevo que va entrando en escena.
En consecuencia más que de buenos y malos, yo hablaría de sensibilidades predispuestas a atreverse a incursionar en un nuevo modo de vida, mientras que otras asustadas se fijan y aferran a lo conocido, aún cuando les estén mostrando que es la causa de todos los presentes males y ya no es viable, que solo nos conduce de mal en peor.
Inútil es seguir hablando de paz y al mismo tiempo proponer todo tipo de luchas fratricidas para alcanzarla. De tal palo tal astilla. Solo rechazando definitivamente la violencia se llega a la justicia y la paz. Solo ampliando la libertad de elegir y la inclusividad social en la práctica cotidiana de convivir, podemos ir más allá de las creencias que generan alienación.
Seguir sintonizados con el viejo modelo y sensibilidad, es volverse insensibles a lo nuevo y reducir cada vez más nuestras posibilidades de ampliación y plenitud vital. No importa cuales sean las apariencias situacionales, una dirección de conducta se va abriendo camino y la otra se encuentra cada vez más desplazada y acorralada, sin importar cuan duro grite.
En estos quehaceres no importa tanto lo que declamas, o de parte de que facción política dices estar e inclusive votas. Lo realmente definitivo es el cambio de sensibilidad y conductas en tu interacción cotidiana y como ello te va transformando jundo con tu entorno inmediato. Más que de discusiones y sermones se trata de dar ejemplo con direcciones de vida.
La fé en la dirección superadora de lo viejo de la vida, es la que guía nuestras acciones más allá de las apariencias circunstanciales del momento. Si a cada paso se desmorona nuestra fe, entonces no estamos en capacidad de hacer más que lo que nos hacen. ¿Cómo sucederá lo nuevo si aún no somos capaces de ir más allá del ojo por ojo y diente por diente?
Reir cuando todos rien es bastante sencillo, aunque habemos quienes ni siquiera entonces estamos en capacidad de hacerlo. Reir en medio de las lágrimas ya es más difícil y sin embargo es posible, y además el único modo de cambiar una situación sufriente.
En algún momento nos encontramos en situación de hacerlo, y el llanto se transforma en carcajada que nos libera del absurdo de un sistema de creencias en el que vivíamos atrapados. Entonces el cambio ya es independiente de lo reactivo, e incontenible. No es un tema de porcentajes sino de sensibilidad y proceso interno, sicológico.
En esencia todo se trata de fe. Fe en lo viejo o fe en lo nuevo, en lo por ser. La fe en lo viejo ya es hábito y creencia anquilosada, inercia resistente al cambio.La fe en lo nuevo es la sonrisa de un niño desnudo, cuando aún no sepregunta nada y es imposible saber en que devendrá. La dificultad a vencer, está en la transición de despegar las emociones de lo viejo cuando lo nuevo aún es solo un presentimiento, una intuición sin forma ni objeto definido.

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