jueves, marzo 19, 2009

Ola de violencia


MEXICO, D.F., 18 de marzo (apro).- Una de las preocupaciones que con mayor insistencia se han comenzado a escuchar en los círculos sociales es el miedo a una ola de violencia, que ya comenzó a mostrarse en asaltos a bancos, negocios, casas y autos, atracos personales, secuestros exprés y extorsiones telefónicas. La preocupación no es cosa menor si tomamos en cuenta que, cada vez que hay una crisis económica, donde se refleja de inmediato es en una mayor inseguridad. La Ciudad de México es el lugar donde ocurren el mayor número de asaltos, atracos y robos. Desde hace dos décadas, se tienen registrados en estudios realizados por los organismos empresariales los altos índices delictivos en el Distrito Federal, seguido por los estados de México, Morelos y Jalisco. Pero desde finales del sexenio pasado y principios de este, la violencia se ha diseminado en todo el país, y otro tipo de delincuencia, vinculada con las necesidades básicas de subsistencia, también ha empezado a manifestarse.
Quizá en algunos medios ya no sea noticia, pero en los últimos meses hemos visto que en Guanajuato y Sinaloa la gente más pobre se ha organizado a las orillas de los trenes para saquear los vagones cargados de granos, como maíz, arroz, frijoles, lentejas y otros productos.
Los gobiernos de estas entidades han reaccionado de manera policial metiendo a la cárcel a mujeres y hombres que viven en la miseria. Sin embargo, el sustrato de este fenómeno sigue intocable: el aumento del desempleo y con éste el incremento de los niveles de pobreza ya rayan en la miseria.
El presidente de la Coparmex, Ricardo González, afirmó en días pasados que, de noviembre a febrero, se han perdido 598,600 empleos en México y la más afectada es la industria de la transformación. Por su parte, el Banco de México estimó que para todo 2009 la pérdida de plazas laborales sería de 325 mil. Y la empresa Manpower dijo que tan sólo en el primer semestre se perderán 500 mil empleos formales.
Los datos oficiales, es decir, los del Banco de México, aun cuando están bajos, expresan un grave problema que habrá para el país este año. Además de que no se generarán los empleos que se necesitan cada año, estimados en un millón 400 mil, se perderán al menos 325 mil. Es decir, el déficit de 2009 será de un millón 725 empleos.
Desde finales de 1994 y en todo el año de 1995 el país no vivía una situación tan grave como la de hoy. Si bien es cierto que la crisis económica de aquellos años fue producto de los errores de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo y que la de hoy es originada por las fallas de la administración de George W. Bush, en la realidad social tienen la misma expresión: miedo a perder el empleo, miedo a salir a la calle.
El temor de perder el empleo se ha transformado en una psicosis familiar y, al mismo tiempo, en un pretexto para que la parte patronal abuse de sus trabajadores exigiéndoles más producción con menos personal.
Mientras, el temor a salir a las calles es evidente. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Blindadores de Automotores (AMBA), de 1997 a 2007 la industria registró un incremento de 800 por ciento. El organismo expuso que en 2006 se blindaron en el país alrededor de 200 unidades, mientras que al finalizar el año pasado se esperaba que la cifra llegara a los mil 600 automóviles.
Otro rasgo que llama la atención son los efectos de la violencia y la inseguridad en la economía y en la salud pública.
Según un estudio realizado hace dos años por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el costo de la inseguridad en México representa casi el 15 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB); es decir 130 mil millones de dólares. Este monto está integrado por costos directos; es decir, por aquellos que inciden en la pérdida de la salud y materiales sobre el bienestar de la sociedad.
Datos del BID establecen que el costo de la inseguridad en México representa 14.8 por ciento del PIB, porcentaje superior en 14.2 por ciento respecto del promedio de la región.Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que cada mexicano pierde 2.5 años saludables de vida, más del doble del promedio mundial, como carga de enfermedad asociada con la violencia.Aunque en algunos sectores políticos no se quiera vincular el tema de la crisis económica con el aumento de la inseguridad, a nivel social es fácil detectar cuando se sufren asaltos a mano armada en los camiones de pasajeros, en el microbús, en los taxis; cuando la gente trabajadora llega a su departamento y ha sido desvalijado completamente o cuando en un semáforo en rojo en la calle atracan a plena luz del día.

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