Mario di Costanzo Armenta
Siempre he sostenido que el Estado crea sus propios monstruos y en muchos casos los ciudadanos los alimentamos con nuestra complacencia. Y si lo señalo de nuevo es porque lo que ahora sucede en nuestro país no tiene ninguna explicación que podamos calificar como medianamente sensata: se trata de aberraciones que, combinadas con la carencia absoluta de un sistema que garantice una cabal y congruente rendición de cuentas, nos tienen sumergidos en la mediocridad y la pobreza.
Para corroborar lo anterior sólo basta mencionar algunos ejemplos recientes que muestran claramente esta situación y que se dieron casualmente durante la semana que concluye.
El primero de ellos fue el mensaje triunfalista de Felipe Calderón sobre la evolución de la economía, donde el presidente de la estabilidad y del empleo señaló que la crisis se está superando y que lo prueba el hecho de que durante el último mes se generaron 4 mil empleos, el índice de la bolsa ganó terreno y nuestra moneda se recuperó frente a la divisa estadunidense, al cotizarse en 13.20 pesos por dólar.
Sin embargo, en su alentador mensaje olvidó señalar que los supuestos empleos generados representan sólo 1 por ciento de los que se perdieron entre octubre del año pasado y febrero del presente año; y que diariamente más de 50 empresas desaparecen por problemas financieros.
Omitió mencionar también que, al igual que el índice de la bolsa, los precios de muchos alimentos –incluidos el frijol, el huevo y el azúcar– también crecieron y que la notable recuperación momentánea de nuestra moneda obedece a que el país obtuvo una línea de crédito; es decir, una deuda contingente de 47 mil millones de dólares, cifra que representa el doble de nuestra deuda externa actual y que de ser utilizada implicaría un mayor endeudamiento para futuras generaciones de mexicanos.
Más aún, este nuevo endeudamiento no tendría como destino la construcción de refinerías, petroquímicas, carreteras, universidades o proyectos de infraestructura hidráulica, sino que se estaría utilizando para estabilizar la economía (rescatar a grandes empresas y a bancos).
El segundo ejemplo de las aberraciones que mencionamos al principio se refiere a que, finalmente, después de casi 13 meses de haberse anunciado la construcción de una refinería, se dio a conocer que ésta se ubicará en el estado de Hidalgo (en Tula), pero ello queda sujeto a que dicha entidad federativa adquiriera los terrenos donde la magna obra se asentará y para eso se otorga un pequeño plazo de 100 días más.
Este anuncio fue hecho por el director general de Pemex y, más allá de poder analizar en estas líneas si el lugar determinado es el óptimo, lo primero que debemos de preguntarnos es por qué razón el anuncio lo hizo él y no su nuevo y flamante consejo de administración.
Hay que recordar que la Nueva Ley de Pemex, a decir de los legisladores que la aprobaron, incluido Graco Ramírez y Carlos Navarrete, la dotó de un consejo de administración que incluye consejeros profesionales. La ley, además, ahora le permite a la paraestatal contar con un comité de estrategia y de inversión y con un comité de transparencia y auditoría, que garantizarían eficiencia, eficacia y transparencia en la toma de decisiones de la empresa más importante de nuestro país.
Y lo señalo porque hasta ahora, que yo sepa, nadie le ha preguntado a estos cuatro flamantes consejeros profesionales (Fluvio Ruiz, Rogelio Gasca, Héctor Moreira y Fortunato Álvarez), ni ellos por iniciativa propia han dado a conocer su opinión en torno de la ubicación y características que tendrá la nueva refinería.
Más aún, cuando ya se comenta que dichos consejeros no fueron formalmente informados sobre la decisión anunciada por Jesús Reyes Heroles y sería sumamente grave que en este tema, que representa una de las decisiones más importantes adoptadas por la empresa en los últimos 30 años, se haya pasado por alto la opinión de los consejeros profesionales.
De ser cierto lo anterior, por dignidad, respeto a su trabajo y a la propia ley, dichos consejeros profesionales deberían de renunciar, ya que si su nueva chamba no es la de participar en estos asuntos, francamente no sé que hacen ahí ni para qué les pagan su quincena.
Y así podríamos seguir mencionando muchas más aberraciones económicas pero, desafortunadamente, no puedo dejar de mencionar otras dos de tipo político que me parecieron para Rippley.
La primera es la incorporación de los luchadores Atlantis y La Parquita a la lista de precandidatos a diputados plurinominales del Partido Acción Nacional (PAN). Aquí vale la pena explicarle a Germán Martínez que unos son los luchadores sociales y otros son los profesionales de la lucha libre, aunque ambos sean luchadores.
La segunda es la decisión adoptada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de enviar a sus candidatos a diputados a tomar un curso (clases) en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Yo me pregunto: ¿acaso no dicen que están en contra del neoliberalismo?
Quiero decirles que yo estudié en el ITAM, pero esa decisión la tomé hace 27 años, cuando tenía 18, el instituto era diferente y no era candidato a diputado de un partido que dice ser de izquierda.
Al respecto, sería interesante escuchar las respuestas que darán los catedráticos del ITAM a los candidatos a diputados del PRD cuando éstos pregunten a su maestro su opinión acerca de la aplicación del IVA a los alimentos y a las medicinas, o su opinión en torno de las privatizaciones, o bien su conclusión sobre temas como el Fobaproa, el rescate carretero o las líneas de crédito otorgada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal (Fed) a nuestro país.
Más aún: imaginemos a Francisco Gil Diaz, Agustín Carstens o Jesús Reyes Heroles –que han sido catedráticos del ITAM– ¡dándoles clases de economía a los candidatos a diputados de un partido de izquierda! O bien opinando sobre la política económica instrumentada por Evo Morales, Hugo Chávez o Luiz Inacio Lula da Silva.
Bueno, ¿acaso no tenemos una Universidad Nacional o a una Universidad Metropolitana donde se enseña buena economía, buen derecho, así como otras ciencias sociales, pero con una visión más nacionalista?
Pero, en fin, mientras reflexionamos sobre lo anterior, no me queda más que advertir: después no nos preguntemos por qué…
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