lunes, mayo 25, 2009

Crisis confirmada, salida incierta


El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) confirmó que México está metido en una crisis mayor, comparable en dimensión a la de 1995: -8.2% de crecimiento en el primer trimestre y 13% de desempleo y subempleo, aun con las mediciones tan deficientes con que se calculan éstos.
No se trata de un ciclo depresivo semejante a “los muchos que ha habido en los últimos años”: a diferencia de 1995, hoy no existe una bonanza en la economía internacional que haga posible una rápida recuperación. En vez de la “U” de 1995, ahora estamos ante una “L”. En vez de una recuperación pronta, es previsible un largo estancamiento, o peor aún, una pérdida de la estabilidad.
Se ha llegado a la situación actual como consecuencia de la crisis global que se exacerbó en septiembre del año anterior. Esta situación se ha agravado internamente por la resistencia del gobierno y de numerosos líderes a reconocer esta realidad y por la falta de respuestas adecuadas y oportunas.
Fue lamentable la lentitud del gobierno y de muchos más para aceptar que la crisis estaba ahí y sería de grandes consecuencias, mientras se perdían los ahorros y las reservas internacionales, aumentaba el desempleo y caía sector tras sector de la economía.
Ahora ya se agotaron los márgenes con los que se contaba. El acierto de proteger los precios del petróleo, no es prorrogable.
La enorme disposición de créditos para evitar incertidumbre en el mercado cambiario, no será suficiente frente al boquete fiscal y se corre el peligro de dejar una deuda abultada y poco transparente.
Una vez que pasen las elecciones, el problema económico será políticamente improrrogable.
Nada más hay que imaginar el tamaño del problema fiscal que tendrán los gobiernos estatales y municipales con una caída (de más de 20%) como la que se registra en las participaciones federales.
Para las elecciones aún no es predecible el efecto de la crisis. Aunque se sabe que ésta pega a los votos del Partido Acción Nacional; los errores, escándalos y el desprestigio que acompaña a este proceso, afectarán en mayor medida a sus adversarios y compensarán en parte el efecto de la crisis. Lo que sí es ya inevitable es que, después de la elección, vendrá el ajuste fiscal, doloroso y cargado de riesgos sociales y políticos.
Las elecciones obligarán a sacar las cuentas en cada organización política y permitirán evaluar la efectividad de las estrategias adoptadas.
La postelección dejará al país en una situación económica no resuelta, atrapada entre el nerviosismo de los inversionistas que esperan la reforma al IVA y la desesperación de muchos que pondrá el problema social en el centro de la toma de decisiones.
Ante el riesgo de una parálisis que acentúe el deterioro, o de un enfrentamiento que refuerce el autoritarismo, sólo encuentro una salida. Que, en vez de la medicina tecnocrática del mayor apretón social injusto, se introduzcan contenidos de justicia social, crecimiento económico, transparencia y garantías democráticas en un acuerdo social mayor.
A grandes males, grandes remedios.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista

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