miércoles, mayo 06, 2009

México SA

Víctimas de tijeretazos presupuestales a la salud
Subsidios disfrazados a grandes empresas

Carlos Fernández-Vega

Allá por noviembre del año pasado la clase política nacional se congratulaba por lo bien que había hecho su trabajo de corte y confección en materia de gasto público para el siguiente ejercicio. Una vez aprobadas las modificaciones a la segunda versión del presupuesto federal de egresos 2009, tanto el inquilino de Los Pinos (es el más alto de la historia) como los legisladores (con él enfrentaremos correctamente la coyuntura económica) celebraron que en tiempo y forma armaron el paquete económico para el año en curso, y subrayaron el aumento sustantivo en los recursos destinados a infraestructura: carretera, hidráulica, hospitalaria, educativa, deportiva, ferroviaria y para seguridad pública, aunque obviaron reconocer que en renglones electoral y políticamente no tan vendibles ni vistosos como los citados, pero sí de enorme relevancia para los mexicanos, la norma fue sacar la tijera y recortar donde el filo cayera.

El motivo de la fiesta fue que el presupuesto de egresos de la federación para 2009 sumaba poco más de 3 billones 45 mil millones de pesos, un incremento cercano a 200 mil millones respecto del primer paquete económico presentado por el gobierno calderonista antes del estallido oficial de la crisis, la cual de tiempo atrás había sido registrada por prácticamente todos, menos por los que oficialmente deberían ser los primeros en enterarse. En este contexto, por ejemplo, entre reasignaciones y reacomodos el inquilino de Los Pinos y los legisladores acordaron un incremento real de 10.9 por ciento en el presupuesto 2009 del sector salud, lo que sin duda es una noticia para celebrar, aunque a la hora de conocer el detalle tal crecimiento se concentró en infraestructura hospitalaria, lo que si bien es positivo descobijó a otras áreas de salud igualmente relevantes, algo que lamentablemente se comprobó en los hechos durante la presente emergencia sanitaria.

De todos es padecido que nuestra heroica clase política sólo puede concentrarse –es un decir– en una crisis a la vez. Exigirle que atienda la problemática nacional en conjunto sería un acto infame de los mexicanos, quienes a estas alturas parecen no comprender cabalmente las limitaciones extremas de quienes la integran. Así, esa clase política se dedicó –también es un decir– a la crisis de seguridad, que la llevó a obviar la crisis económica, aunque ambas fueron dejadas a un lado por la crisis sanitaria, la cual dejó para mejor momento el combate al narcotráfico y la medicación del catarrito.

Como está por superarse la emergencia sanitaria, según la versión oficial, probablemente alguien se acuerde de la crisis económica –potenciada por la epidemia– y de seguridad. Pero en vía de mientras, lo que la influenza rebautizada dejó en claro es que el país reporta peligrosas carencias en salud y prevención de enfermedades, por mucho que se incremente el presupuesto hospitalario.

Cifras de la Cámara de Diputados revelan que, tras reacomodos y reasignaciones, los dineros públicos que se destinarán en 2009 a los proyectos de infraestructura social de salud resultan 600 por ciento mayores a los que para el mismo fin se canalizaron en 2008 (asegura la Cámara de Diputados que 9 mil 282.3 millones son para salud, de los que 6 mil 168 millones serán para la construcción, ampliación y rehabilitación de infraestructura de salud en las entidades federativas), y que los aprobados para los programas de atención a familias y población vulnerable y a la atención de personas con discapacidad reportan aumentos de 27.7 y 31.4 por ciento, respectivamente.

Una buena decisión, sin duda, pero el problema es que más allá de esos tres renglones prioritarios, los demás fueron recortados o en el mejor de los casos no se modificaron con respecto al año anterior. Por ejemplo, llama profundamente la atención ciertos tijeretazos presupuestales pactados por el inquilino de Los Pinos y los diputados, especialmente cuando se conoce la presencia regular de ciertas epidemias. Así, para 2009 Ejecutivo y Legislativo decidieron reducir 3.5 por ciento, en términos reales y respecto a 2008, el presupuesto destinado a la vigilancia epidemiológica, algo que, como ha quedado demostrado, es un renglón de salud pública y además de seguridad nacional. A tal fin a lo largo del presente año se tienen considerados (cuando menos hasta antes de la emergencia sanitaria) sólo 836.5 millones de pesos, o lo que es lo mismo un monto equivalente a 4.8 por ciento de los 17 mil 400 millones que ayer anunció el doctor catarrito como apoyos económicos emergentes para enfrentar el brote de influenza (nótese que dice brote, no epidemia, como debe ser) y así apuntalar la actividad económica.

Lo anterior recuerda los casi 20 mil millones de pesos que Fox y Calderón han canalizado a las grandes empresas privadas (nacionales y extranjeras) disfrazados de subsidios a la investigación y el desarrollo tecnológico, dineros públicos utilizados por Sabritas, Bimbo o las trasnacionales automotrices, por citar sólo esos ejemplos, que debieron ser invertidos en dichos renglones pero en beneficio de la nación. ¿Que sería de la investigación y la vigilancia epidemiólogica en el país si a sus escasos haberes le sumaran esos 20 mil millones? Sin duda Sabritas, Bimbo y las demás tendrían que gastar de su dinero para mejorar sus productos, pero los mexicanos tendrían recursos para y certidumbre en el combate de las epidemias. Pero como la clase política todo lo hace al revés, los consorcios privados mejoran sus productos con dineros de la nación, mientras los mexicanos constatan que no hay dinero ni certidumbre.

Otras víctimas del tijeretazo presupuestal 2009 en el sector salud son los siguientes programas (todos son porcentajes negativos): investigación y desarrollo tecnológico en salud, 2.8; fortalecimiento de las redes de servicios de salud, 3; asistencia social y protección del paciente, 6.8; calidad en salud e innovación, 2.8; caravanas de la salud, 0.3; cooperación internacional en salud, cero; formación de recursos humanos especializados para la salud, 1.6; comunidades saludables, 3; protección y desarrollo integral de la infancia, 1.2; protección contra riesgos sanitarios, 2.3; reducción de enfermedades prevenibles por vacunación, 3.7; sistema integral de calidad en salud, 4.8.

Las rebanadas del pastel

Otro dato aportado por la Cámara de Diputados: en México el gasto público en salud como proporción del PIB ronda 2.7 por ciento; en Kenia, 2.1, por ejemplo.

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