martes, junio 09, 2009

Columna Asimetrías. Clase Política y Suicidio

Por Fausto Fernández Ponte








09 junio 2009


“La tortura y los malos tratos siguen siendo un fenómeno generalizado en México (…) Las agresiones y asesinatos de periodistas se mantienen impunes”.

Informe Anual (27/V/2009) de Amnistía Internacional.

I

La inteligentísima comunicadora Celeste Sáenz de Miera, presidenta de la Fundación Antonio Sáenz de Miera y Fieytal, dedicada al desarrollo de estructuras de protección social de los periodistas, preguntóle a éste escribidor:

--¿En qué contexto situaría usted el fenómeno de los asesinatos de periodistas en México, que tan sólo en los últimos ocho años, los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, han alcanzado la cifra de 56?

La interrogante fue formulada el 7/VI/2009 en Xalapa, Ver., durante la transmisión del cotidiano radial “Voces del Periodista” de doña Celeste, posterior a la entrega de reconocimientos a periodistas, entre ellos éste escribidor.

Señalaríase sin incurrir en inmodestia que la presea Defensor de la Libertad de Expresión le fue otorgada a éste escribidor por sus pares del Club de Periodistas de México, delegación Veracruz, y la Organización de Comunicadores Estatales.

La respuesta lo más precisa posible a lo inquirido por la señora Sáenz de Miera nos la ofrece nuestra realidad económica, política, social e incluso cultural –ésta como acervo vivencial de la experiencia mexicana— que es, sin duda, dramática.

Más el calificativo dramática quedaría corto ante las manifestaciones de esa realidad, la cual tiene a su vez causales que serían imposibles de remontar y, por tanto, superar sin una conciencia de lo estratégico.

Y lo estratégico se define, con arreglo a la experiencia histórica, a la supervivencia misma del individuo como ser político y social y, ergo, como nación, según los imperativos de la evolución societal.

Éste sería –es-- la vera materia nuclear y orgánica de cualesquier nociones, conceptos e incluso doctrinas de seguridad nacional. La seguridad de la nación está bajo amenaza creciente y corre, en consecuencia, un enorme peligro.

II

Pero esa amenaza a la seguridad nacional es distinta, en todo sentido y lugar, a la seguridad de uno de los elementos constitutivos del Estado, que es el poder político. La diferencia es conceptual, cualitativa.

Cierto. No es lo mismo el poder político del Estado mexicano que el Estado mexicano mismo. Aquél --el poder político-- se ha distanciado de su mandante, el pueblo de México, que es el principal elemento constitutivo de todo Estado.

Ese distanciamiento no es de cuño reciente, atribuible hoy al desempeño de los personeros panistas del poder político del Estado y cuyo arribo en 2000 a esa arena fue precedido por un priísmo también antisocial pero con más oficio en simulación.

Pero es a los personeros panistas del poder político del Estado mexicano a quienes les truena el cohete en las manos, obsesionados por el temor a cierto determinismo histórico que preconiza estallidos revolucionarios cada cien años.

Más el cohete no les estallará --a futuro— por la simplísima razón de que ya estalló y, sobre todo, continúa estallando por dinámicas de menos a más, in crescendo. Ya abruma al poder político.

Y lo abruma tanto que éste exhíbese rebasado, acudiendo a la violencia legal, la de la represión de hecho y de pseudoderecho, cuya secuela es la creación de condiciones propicias a prácticas represivas sistémicas de censura extrema.

En ese contexto de represión sistémica cae el fenómeno de la violación de los derechos humanos y, dentro del suso entorno conculcador y represivo, las agresiones a periodistas y los 56 asesinatos en los últimos dos sexenios.

Desde esa perspectiva, esos crímenes son, filosóficamente, crímenes del poder político del Estado, aunque sus epígonos –militares, policías y obrepticios matones-- no los hayan cometido materialmente, pero sí creando contextos propicios.

III

¿Qué nos dice ello? Mucho y con crudeza: la descomposición molecular y morfológica del poder político del Estado, contagiando esa patología aberrante al Estado mismo y a sus otros elementos constitutivos, el pueblo y la soberanía.

La censura extrema es por definición oscurantista. El censor mata –siega la vida— en la modalidad de asesinato premeditado. Y como tal, es un síntoma inequívoco de descomposición cuyo desenlace final es la desintegración.

La desintegración tiene inexorables secuelas dialécticas: desaparecer, extinguirse. El poder político --identificado también como “clase política— se está matando a sí mismo. Suicidándose. No hablamos de hipogrifos.

Tal vez por ello, el pueblo exhibe aparente pasividad, que en un sentido estricto es paciencia, expresión vera de la idiosincrasia mexicana. Esperar a que quien te oprime, reprime y oprobia se suicide víctima de sus propia necedad e insensatez.

Y resuelva de esa guisa el problema. La pasividad del pueblo, discernida así, antojaríase estratégica. En ese contexto, votar o no sería académico. El poder político del Estado y éste mismo en su actual diseño y carácter van hacia su desaparición por mano propia. Por imprudencia. Suicidio inintencionsal.

Ese diseño es declaradamente antisocial y, por tanto, criminógeno. Bástele al caro leyente una mirada analítica a los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y Carlos Salinas para confirmar lo aquí dicho.

La monstruosa desviación del poder político tiene vectores: la ambición de poder y memez de sus personeros, la laxitud moral y la ausencia de patriotismo y la degradación de la moral y la ética en el ejercicio del poder y la política.

Pero el suicidio del poder político --la “clase”-- plantea otro problema no teórico pero sí hipotético: ¿Quién ocuparía el vacío dejado por el suicidio del poder político del Estado mexicano? Ese tema sería tratado en la entrega próxima.

ffponte@gmail.com

http://www.faustofernandezponte.com/

Glosario:

Clase política: expresión inapropiada y poco afortunada que se usa para designar a la dirigencia política. El término se originó en 1896 probablemente en los ensayos de Gaetano Mosca, precursor del fascismo, acerca de la teoría de las élites. La expresión fue utilizada en los veinte del siglo pasado por otro precursor del fascismo italiano, Wilfredo Pareto, en su teoría acerca de la circulación de las élites.

Hipogrifos: animales mitológicos, como los alebrijes u ooximorones.

Hipotético: de hipótesis; suposición de algo posible o impoible para extraer de ello una consecuencia.

Suso: arriba, antes, previamente mencionado.

Vectores: agentes de transmisión. Portadores de algo.

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