Laura Bolaños Cadena
Es lógico el desengaño de los mexicanos ante la situación en que se encuentra el país. Tras los excesos del autoritarismo y los fracasos económicos de los años setentas y ochentas, la imposición de políticas económicas neoliberales y un TLC con los que según Carlos Salinas y los que le siguieron íbamos a ingresar al Primer Mundo gracias a nuestra alianza con el país más rico y poderoso del mundo. CSG dijo que no había de otra: “nos aliamos con los ricos o nos aliamos con los pobres”, y ya vemos cómo nos ha ido.
Queríamos librarnos del PRI y sólo se consiguió un cambio de siglas con gobiernos que han seguido por el mismo camino hundiendo cada vez más la economía del país y mermando los pocos avances que aún nos quedaban en materia laboral y social. Las dos veces que hemos votado por un verdadero cambio nos han derrotado por medio del fraude.
Para peor, el PRD, partido que surgió del movimiento ciudadano más vigoroso que se ha registrado en tiempos recientes, con una orientación de izquierda, o sea a favor de la justicia social y por la recuperación de nuestra independencia económica, se ha convertido en un remedo de lo peor del PRI. Como lo comenté en artículo anterior, el sistema ha logrado infiltrar al movimiento popular que por dos veces ha estado a punto de desplazarlo del poder. En manos de verdaderos traidores a la causa, se ha convertido en el nuevo PPS y PST, izquierda simulada a favor de un régimen de derecha.
El espectáculo que ha dado con sus pleitos internos -no importa si los otros se conducen igual, ellos no son ni han sido nuestra esperanza- nos ha llenado de vergüenza y decepción. ¿No hay hacia dónde volver los ojos? Sí lo hay. La actuación de los funcionarios públicos perredistas no ha sido siempre la mejor, pero no han faltado quienes han hecho y hacen un buen papel, y adentro del “cochinero” luchan por salvar al partido. Con todo y desaciertos, el gobierno del DF ha tenido en general una conducta honrada; se ha manifestado en defensa de causas ciudadanas; un ejemplo es la consolidación y avance en los derechos de las mujeres y a favor de la educación popular. Hay ejemplos de honradez y consecuencia con la posición de izquierda como la de Bernardo Bátiz.
Diputados del PRD, enfrentados con la fracción de los Chuchos, pudieron impedir en buena parte la privatización total de PEMEX que pretendía Calderón. Hay diputados perredistas que luchan al lado de causas como la defensa del agro, en contra del incremento de las importaciones agropecuarias y alimentos procesados que está acabando de arruinar al campo mexicano. Junto con el PT y alguno que otro priísta de los pocos que todavía son nacionalistas, el PRD lucha por defender la tan vulnerada independencia económica de nuestro país.
El movimiento que encabeza López Obrador se consolida y avanza. La pésima conducción del país por los gobiernos del PAN abre los ojos de muchos que en algún momento creyeron de buena fe que éstos traerían algo benéfico para el país. Por muchas causas cunden el desengaño y el escepticismo. La reacción en forma de abstencionismo, anulación del voto, dar la espalda a todo, es explicable, mas no justificable. Y no se justifica porque no es opción. Es la negación cerrada. Todos son iguales. Y es una reacción ingenua, porque se cree que con ella se castiga a la clase política y sólo se autocastigan como el clásico berrinchito infantil: “Ahora no como”.
Tal castigo no existe. El PRI gobernó muchos decenios de espaldas al pueblo y encantado de la vida de que la gente se alejara de “la política”, estuviera convencida de que no se podía hacer nada y por lo tanto era mejor no hacer nada. Las elecciones eran una pura y descarada farsa, el abstencionismo era mayoritario. ¿Y qué? El “partidazo” podía hacer su teatrito, al cabo contaba con los votos corporativos; la CTM, la CNOP, la CNC y otras en las que sus integrantes votaran o no votaran contaban como votos para el PRI; lo mismo toda la burocracia nacional que quisiera o no, pertenecía al PRI; el magisterio, los grandes sindicatos. Sus integrantes contaban como voto para el PRI aunque no votaran. Y que se abstuviera el resto del país, valía “gorro”. Así gobernaron muy a gusto. ¿A esos tiempos quieren volver los “abstemios”? Y con agravantes, porque estos gobiernos están echando abajo lo poquísimo que nos quedaba de la Revolución. A sus cien años no nos están dejando ni la momia.
Los castigados con la abstención y/o la anulación del voto vamos a ser todos. Es, como dice Marcos Roitmann en La Jornada, un suicidio cívico.
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