José Steinsleger
Entre los demasiados libros que circulan, sería fantástico encontrar algún estudio que trate acerca de escritores con obra perdurable, pero alineados con las peores causas de la humanidad: Ezra Pound, fascista; Louis F. Celine, antijudío; Camilo J. Cela, franquista; Knut Hamsun, nazi; Mario Vargas Llosa… ¿Liberal? ¿Derechista? No estoy para elogios.
Algunos tratan al peruano de mercenario. Negativo. La ética de Vargas Llosa se cotiza por debajo de los que, al menos, arriesgan la vida por la causa fascista, el aristocratismo guerrero, aventuras, o dinero sin más. ¿Egocentrismo literario? Aun en su lado enfermizo, lo egocéntrico no quita lo sensible. ¿Entonces?
Cuando el 12 de octubre de 1936, en la Universidad de Salamanca, Millán Astray gritó ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!, las cosas eran más claras. Sin temor a las hordas fascistas que acompañaban al coronel gallego, el rector Miguel de Unamuno le respondió: “… venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis porque convencer significa persuadir; y para poder persuadir, necesitaréis lo que no tenéis: la razón y el derecho en la lucha. Considero fútil exhortaros a pensar en España”.
Unamuno, el trágico. Pilar Franco, presente en el aquelarre, lo salvó del linchamiento. Sin embargo, las izquierdas mantienen aún posiciones encontradas. Se entiende: hasta julio de aquel año, el filósofo vasco creía que el pasado liberal y socialista de algunos falangistas ilustrados podía incidir en lo que él veía como revuelta de la civilización. No fue así. Dos meses después, Unamuno murió de tristeza. ¿Dónde hubiera estado don Mario en aquel momento que, como nunca, puso en su lugar a las bestias? ¿En el baño?
Naturalizado español para sortear la causa judicial abierta en Perú por encubrir el asesinato de ocho periodistas, panegirista del terrorismo de Estado en América del Sur y las masacres de Washington en América Central, exégeta de la invasión a Irak, socio de la terrorista Fundación Hispano-Cubana, hay que reconocer que Vargas Llosa es un tipo tenaz: sus declaraciones en aquella entrevista de 1970… ¿no son idénticas a las de 1980, 1990, 2000, o las del fin de semana pasado en Caracas?
En Tres héroes (La edad de oro, 1889), José Martí cuenta del viajero que apenas llegado a Caracas “… sin sacudirse el polvo del camino no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar”.
Con afanes distintos, Vargas Llosa declaró en el aeropuerto de Maiquetía: Un funcionario me dijo, con mucha amabilidad, que como extranjero no tenía derecho a hacer declaraciones políticas. Y yo también, con mucha amabilidad, le respondí que en la tierra de Bolívar nadie podía poner cortapisas al libre pensamiento (Afp, 27/5/09).
¿A cuál Bolívar tenía en mente el autor de La ciudad y los perros?
Martí enseñó a los niños: “… libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”. Como fuere, resulta interesante que un vocero del golpismo y el terrorismo de Estado no pueda ignorar a Bolívar.
La primera independencia se frustró con el asesinato y ostracismo de los libertadores. Luego, los señores de horca y cuchillo interpretaron a modo su legado político. En Miami, la mafia cubana habla de Martí, y en México los desmitificadores de la historia deploran que el cura Hidalgo haya alzado a los indios, en lugar de haber celebrado un seminario sobre gobernabilidad y democracia en el pueblo de Dolores.
En Caracas, Vargas Llosa fue el invitado estrella a otro aquelarre como el de Salamanca, organizado por el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico por la Libertad (Cedice), brazo empresarial del Departamento de Estado. Basta recordar que Rocío Guijarro, titular del Cedice, fue el personaje que en la intentona golpista de abril de 2002 firmó el decreto que disolvió las instituciones democráticas de Venezuela.
En acuerdo con sus anfitriones (Globovisión, embajada de Washington), el rebaño de intelectuales libres que entregan su prestigio a cuanta causa antipopular aparece en nuestra geografía política sólo cuenta con lo que no existía en la época de Unamuno: los grandes medios de comunicación, que han sustituido el antiguo fascismo de masas.
¿Y qué les subleva de Hugo Chávez? En los umbrales del bicentenario, Vargas Llosa & asociados andan preocupados porque el presidente de Venezuela consulta la brújula de Martí: Lo que Bolívar no hizo, está todavía por hacer en América. Por esto, creer (como los grandes medios dijeron a coro) que fueron a Caracas invitados por la oposición equivale a ver la realidad con ojos estrábicos.
Vargas Llosa & asociados representan al golpismo y son correa de transmisión del neofascismo. Ubicar a estos personajes en la derecha del arco político sería cumplido ideológico. No es grave que haya oposición y escritores de derecha. Lo grave es que la abyección sea plataforma de sus principios.
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