martes, octubre 13, 2009

Columna Asimetrías ¿Y el PRI? Con Calderón

Por Fausto Fernández Ponte





13 octubre 2009

“Me llama mucho la atención que ante el golpe de muerte que dio Felipe Calderón al Sindicato Mexicano de Electricistas y al país el PRI guarde sospechoso silencio. ¿Por qué?”
Antonio Mora Vega.

I

La observación, a nuestro ver muy perceptiva, del caro leyente Mora Vega --quien informános leernos en Saltillo, Coah.--, antójase atinente. El Partido Revolucionario Institucional, que en su nombre lleva su emblema de simulación, quedó atónito.

Empero, el vocablo “atónito” pudiere no ser aplicado a cabalidad precisoria en el caso. Sospecharíase que Manlio Fabio Beltrones, jefe de la bancada priísta en el Senado de la República, y otros santones del priísmo, habrían sido informados previamente.

Y, así, al igual que el señor Beltrones --empresario que es de la industria de abasto comercial de información privilegiada a otros políticos--, los personeros de alta jerarquía del priísmo, como
Beatriz Paredes y Francisco Rojas, estaban informados.

Por supuesto, no descartaríase suponer que el jefe de los citados, Carlos Salinas de Gortari, sabía del golpe. Y no pocos suspicaces pensarían que el golpe calderoniano habría sido consultado con el ex mandatario, célebre por su presidencialado sangriento.

Más la celebridad del aludido ex Presidente de la República no deviene sólo de la sangre de los mil y pico perredistas y otros opositores derramada por la violencia de Estado desatada durante su sexenio. Es célebre también por otras razones.

Y esas otras razones, identificadas aquí con fines de contextualización del golpe del señor Calderón al sindicalismo, se representan ante la historia --que las documenta prolijamente-- como el causante histórico de nuestro lamentable estado de cosas actual.

II

Cierto. Fue don Carlos quien siguiendo instrucciones precisas del Consenso de Washington implantó en México una forma de organización económica sometida vergonzosa y terriblemente a los intereses del imperialismo estadunidense.

A ello sumaríase otro hecho objetivamente discernido por no pocos mexicanos y por la historia misma: los métodos de prejuicio extremo que el ex Presidente usa para eliminar a sus adversarios. Comparte esa patología con Elba Esther Gordillo.

Ello, desde luego, concita admiración entre no pocos políticos y empresarios, algunos de quienes --éstos y aquellos— hablan e incluso escriben acerca de una “grandeza” de don Carlos. Grandeza, sí, tal vez, para asesinar y vender nuestro país a Estados Unidos.

Y “grandeza”, añadiríase, para inspirar en los priístas conductas antisociales –moral y éticamente criminógenas y delincuenciales, de los Mario Marín, Ulises Ruiz, Enrique Peña Nieto, etc.--, descorriendo velos de la mala salud mental de los políticos.

Y de no pocos empresarios --como los de Veracruz— que le pagaron a don Carlos miles de pesos por escucharle justificar e incluso negar la existencia de la crisis devenida de la descomposición del poder político del Estado y del modelo económico.

Ambos --poder político del Estado y modelo económico-- conforman el contexto dentro del cual el Presidente de Facto, el ya muy desacreditado señor Calderón, decretó la extinción de la paraestatal LyFC y la desaparición secuencial del SME.

III

Los argumentos de don Felipe para desaparecer la empresa y al sindicato del ramo son falaces: ineficiente administración y mal servicio. Esa tesis cae por sí misma: el gobierno administraba la empresa, no los trabajadores. Administrador inepto.

Pero más allá de los confines y horizontes del hecho de extinguir mediante decreto a la empresa citada y al sindicato de sus trabajadores, el significado de dicho sucedido resulta gravísimo: confirma, primero, la vocación antidemocrática del poder político.

No olvíde el caro leyente ni mucho menos desestime que esa vocación tiene expresiones aberrantes: autoritarismo, arbitrariedad e infalibilidad para prevalecer, ignorando imperativos de justicia social y paradigmas del quehacer político.

Allí se localiza el meollo vero del mensaje que envía el señor Calderón a los mexicanos, abrevando en los antecedentes establecidos por sus predecesores, en particular el ya citado señor Salinas, quien sometió a varios sindicatos de trabajadores.

Destruyó, para todo efecto práctico, a los sindicatos petrolero, magisterial, de los trabajadores portuarios e intimidó al de los de mineros y metalúrgicos al privatizar --a favor de consorcios locales y trasnacionales-- el patrimonio de los mexicanos.

Ernesto Zedillo --quien, al igual que el señor Salinas, como Presidente de la República también se exhibió impúdicamente como agente de intereses trasnacionales estadunidenses-- expeditó aun más el proceso privatizador del patrimonio colectivo.

Allí yace la causa del silencio cómplice del PRI. En vez de defender al sindicalismo independiente, el priísmo –apóstol del corporativismo sindical y dependiente-- soslaya el atentado antidemocrático al SME. Don Felipe tiene así un apoyo político valioso.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Consenso de Washington: conjunto de políticas diseñadas por los planificadores de Washington para América Latina e impuestas a los gobiernos de ésta. Casi todos los gobiernos latinoamericanos las adoptaron, pero las han ido abandonando por sus dramáticos efectos
antisociales. Sólo México la aplica intensiva y extensivamente; Colombia, Dominicana y Perú la aplican parcialmente, con desastrosas consecuencias.

Salinas de Gortari, Carlos: Presidente de la República de 1988 a 1994. Asumió la Presidencia mediante un proceso electoral que los historiadores describen como “golpe de Estado técnico”. Adhirió su gobierno al Consenso de Washington sin consultar al Congreso de la Unión. Promovió el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte mediante el cual muchos economistas identifican como el instrumento de la dependencia de la economía de México respecto a la de EU, así como de la dominación económica y política estadunidense de nuestro país. Negoció el TLCAN aun antes de modificar los 36 artículos de la Constitución para ajustar los compromisos adquiridos por su gobierno a los que el Tratado exigía.

Zedillo, Ernesto: Presidente de la República de 1994 a 2000.

Lecturas recomendadas:
Las trasnacionales y los trabajadores, de Angelina Gutiérrez
Arriola. Colección Temas de Actualidad. Editorial Nuestro Tiempo.

No hay comentarios.: