martes, octubre 20, 2009

Por otro Ulises criollo

Jorge Carrillo Olea

Es tal el daño y tan largo ya el retraso de nuestro sistema educativo oficial, que pareciera que ya nos es consustancial, natural y por tanto ya aprendimos a convivir con él, olvidándonos que está produciendo mexicanos de segunda y que aun, si hoy mágicamente se arreglara, tardaría años en ofrecer a la planta productiva del país recursos humanos de calidad. Por otro lado, está dando lugar a que otros mexicanos, los pudientes, se formen en niveles cualitativos superiores en escuelas privadas, frecuentemente extranjeras, con las funestas consecuencias clasistas.

Aunque el daño tiene muchos responsables, no nada más el sindicato, que es lo más visible, los presidentes son los primeros, ya que son los que nombran a los titulares entre sus amigos y no los quieren encontrar en la vastísima oferta de verdaderos conocedores de la educación que por fortuna está presente, refugiándose en instituciones de nivel superior o en el extranjero. No se han acabado los Narciso Bassols, Bravo Ahuja, García Téllez, Reyes Heroles, Justo Sierra, Torres Bodet, José Vasconcelos, Agustín Yáñez y suenan a broma macabra los Reyes Tamez, Vázquez Mota o Ernesto Zedillo.

Y es precisamente a uno de ellos, a José Vasconcelos, a quien debemos un sistema que fue admirado universalmente por su profundidad, calidad y gran sentido latinoamericanista, al grado que Vasconcelos fue llamado por Colombia Maestro de América, aunque también fue equívoco político y vehemente franciscano.

Pero los gobiernos de las décadas recientes, particularmente Fox y Calderón, se han preocupado no por mantener actualizado el sistema que nos legó Vasconcelos, sino enterrarlo junto con su autor. La bibliografía del filósofo, sociólogo, historiador, educador, conferencista y periodista es vastísima: más de 50 libros, y la que a él se refiere en español y otros idiomas rebasa la docena. Quienes quisieran encontrar inspiración en su obra para, debidamente actualizada, aplicarla, no se podrían quejar de falta de material. Pero no, hubo que sepultarla junto con su autor.

¿Cómo es posible que un hombre de estas dimensiones, aun muerto, no sea aprovechado? Sus pecados fueron oponerse a la relección de Obregón, atacar el maximato de Calles, declararse católico y oponerse a que el protestantismo tomara lugar oficial en las escuelas durante el callismo. Su obra, imposible de condensar aquí, consistió simplemente en iniciar la tarea de salvar al mexicano del analfabetismo, apoyar como ninguno la educación superior, científica y tecnológica, crear la Secretaría de Educación, darle instalaciones, diseñar el escudo y lema de la Universidad Nacional Autónoma de México, mientras fue su rector, que es muestra de sus vocaciones indigenista y latinoamericanista.

Traer del extranjero a los grandes actores de la plástica y cederles espacios: Diego Rivera, Siqueiros, Orozco, Soriano, Camarena, Gironella, entre muchos más. Poner los cimientos con auxilio de Wilfrido Masssieu de lo que posteriormente sería el Instituto Politécnico Nacional.

El lado oscuro de Vasconcelos fue condensado por Gabriela Mistral: Seguí al educador, no al político, cuyos desaciertos lamenté. Soberbio se enemistó con todos los gobiernos emanados del callismo. Pues a este hombre decidimos enterrar junto con su obra y casi negar su existencia, sacándolo de la historia oficial y negándole un reconocimiento merecidísimo. ¡Pensar que Fidel Velázquez fue honrado con la medalla Belisario Domínguez del Senado de la República!

A todas estas reflexiones conduce el dolor de presenciar cómo al principal activo del país que son sus jóvenes, el bono demográfico, como se dice ahora, les está negado superarse y se les convence de suponer que dominan aquello que se respalda con un título o certificado siendo una total mentira.

Ante el compromiso referido a la superación de la educación, que forma parte del decálogo de Calderón del 2 de septiembre, fue desmentido días después en el presupuesto, reduciendo casi en 7 por ciento a la SEP y en uno por ciento a toda la educación superior nacional.

Si esto no se compone, a cualquier costo político o económico, mañana no tendremos país, habremos perdido el orgullo, la seguridad en nosotros mismos; habremos perdido la vergüenza.

hienca@prodigy.net.mx

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