martes, noviembre 17, 2009

Columna Asimetrías¿Quién Legisla? ¿El Vaticano? ¿El Pueblo?

Por Fausto Fernández Ponte



17 noviembre 2009
“Como católico, el aborto para mi es un pecado, pero no un delito”.

José Blanco,

Ministro de Fomento del gobierno de España.

I

La moral cristiana –prevaleciente en Europa, Nuestra América y algunos países en otros continentes-- ha presidido durante milenios (en el caso de México, menos de 500 años) la moral del poder político y la moral social. Las más de las veces no han coincidido.

Y es que la experiencia histórica de las causales de la moral del poder político y la moral social consigna sin desvaríos ni desviaciones que incurre en confrontaciones sin desenlaces claros, por las pujas permanentes entre intereses creados.

La existencia misma de esos intereses creados depende del grado mayor o menor de dominación sobre estructuras sociales y culturales para ampliar, consolidar o incluso reproducir un poder. Ese poder se mantiene mediante el uso coactivo de símbolos.

En lo civil, esos símbolos suelen ser monumentos o estatuas, banderas, himnos, emblemas, colores –rojo o azul, principalmente, y no pocas veces también verde y blanco—, etc. Suelen ser, igual, militares o eclesiásticos, inferidos unos, subrogados otros..

En lo inferido y subrogado, esos símbolos tienen el mismo cordòn umbilical: la coerción. Las ciencias sociales –que incluirían a la historia , la sociología y la antropología— identifican también el uso subrogado del temor y hasta del terror.

Las manifestaciones del empleo subrogado del temor y hasta del terror se registran en la influencia concéntrica de un poder fáctico, como las entidades de la religión organizada para fines de poder y dominación—en el andamiaje civil, el del Estado.

El fenómeno se observa no solamente en los Estados que podrían ser percibidos como religiosoides --Irán, Israel, por ejemplo--, sino también en aquellos de estructura filosófica política e idiosincrasia jurídica laica. Esos símbolos actúan en la superestructura de la sociedad.

II

En México, tal es el caso. La superestructura –las instituciones que cohesionan a la sociedad y la cultura en torno a la base económica y asegura su reproducción-- se remonta a la Conquista y la Colonia, cuyas expresiones son el idioma, la religión, etc.

Ello conforma intereses. Algunos intereses creados son identificables; pero otros actúan en las sombras de los sofismas de la superchería metafísica y el temor –terror— de punición terrenal decretada por voluntades superiores cuyo verismo es inferido y cincela percepciones prismáticas de la realidad, como la práctica muy extendida del aborto.

Esa realidad se nos ofrece en las acciones orientadas a penalizar dicha práctica, cuyas causales no han sido estudiadas a fondo, cuya penalización ha concitado preocupación. Por el ciberespacio y la plaza pública se libra un debate intenso acerca de las acciones legislativas, en el ámbito del Estado de Veracruz, acerca de la penalización del aborto orientada a influir en el ámbito nacional.

Y, al igual que ocurrió en los últimos años en 16 de los 31 Estados Unidos Mexicanos y el Distrito Federal, en Veracruz el debate es intenso, con argumentos a favor o en contra –más de éstos que de aquellos—de la penalización de la práctica inducida o asistida.

El debate es, a ratos, civilizado, con arreglo a los imperativos de las convenciones de la discusión y discrepancias fundamentadas según las premisas y los silogismos de cada posición. Empero, a veces el debate adquiere visos de dialogos entre las Gorgonas.

El tema es enfocado prismáticamente en lo filosófico, ideológico, político, religioso, sociocultural e incluso paraelectoral, como antójase evidente en el Estado de Veracruz. El promotor político de la penalización busca plusvalía y ganancia electorales.

Esa bùsqueda, sin embargo, no responde al sentir general de un grueso –que supondríase mayoritario— de la población de ese Estado, en particular la femenina. En Veracruz, los abortos clandestinos –unos 30 mil al año— causan muchas muertes.

Esa clandestinidad se acentuará si se penaliza la práctica, la cual, desde luego, no está regulada ni mucho menos vigilada por las instancias locales –gubernamentales-- del Estado mexicano. La penalización propuesta no ofrece una estructura logística.

III

En el debate afloran, por un lado, dogmatismos, prejuicios e intolerancias que abrevan en la alfaguara de la ignorancia y las medias verdades y, desde luego, el Iguazú torrencial de la difusión manipulada de información pseudocientífica.

Por otro lado, brotan las manifestaciones antipodales a la penalización, sustentadas sobre una base de informaciones –a nuestro ver objetivas— cincelada por la razón científica para discernir un fenómeno social: el aborto es un insoslayable problema de salud pública.

Y por esa naturaleza –problema de salud pública-- el asunto adquiere un atributo que los promotores de la penalización draconiana del aborto desestiman invocando dogmas enunciados por la religión organizada para fines de poder y dominación.

Antes de proseguir, establézcanse ciertas distinciones: una cosa es el atributo de todopoderosa infalibilidad de la energía real o inferida que se representa, en todas las culturas, como un creador antropomorfo de todo lo existente, discernible o no, y…

Y otra cosa es que esa fe individual, mística, en un ser omnipoderoso –con vocablos en todas las lenguas-- sea usada por un poder político fáctico, el de las organizaciones creadas por los humanos para representar en lo terrenal al ser supremo depositario de aquella fe y dominarlos.

Por supuesto, siendo de hechura humana, esas organizaciones han logrado concentrar poder político; éste es enorme.. Ello se evidencia en la vida cotidiana en muchos paíeses, acusada y notoriamente en México. Esos entes son instrumentos de control societal.

Tal es el propósito real de la existencia de esas organizaciones –llamadas iglesias—que, en los hechos, si bien usan la fe religiosa de la gente para dominar y preservar ese dominio, se aprovechan de las necesidades espirituales que todos tenemos.

Las iglesias, pues, y sus personeros –dotados de investiduras que traslapan funciones y atributos con jerarquías simbólicas, como las de un Estado que, en el caso, es el Estado Vaticano-- actùan sobre el poder polìtico local; influyen en éste, inspirando políticas y decisiones estratégicas.

Así lo hicieron en los 16 de los 31 Estados Unidos Mexicanos, laicos todos, según la estructura y el marco constitucionales. Y así lo hacen en el Estado de Veracruz, cuyos personeros parecen agentes de un poder político terrenal que nada tiene de divino.

ffponte@gmail.com

http://www.faustofernandezponte.com/

Glosario:

Iguazú: nombre de las catarnas en los lìmites de Argentina, Basil y Paraguay. Su equivalente en cuanto a volumen de agua es el conjunto de cataratas de Niágara, en Canadá y Estados Unidos.

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