lunes, noviembre 30, 2009

EDITORIAL. De la Democracia sin elecciones.

Año 8, número 3184
Lunes 30, noviembre del año 2009

Sabido es que las elecciones de ninguna manera garantizan la Democracia, es decir, que el voto no siempre responde a la voluntad del pueblo. Ejemplos de ello los tenemos en nuestro México, en Afganistán, o en Irak.

Y viene al caso porque el día de ayer se celebraron comicios para elegir Presidente en dos naciones de América, en Uruguay y en Honduras.

En la primera los resultados se dieron a conocer el mismo día de ayer por la noche y serán reconocidos por la comunidad internacional. Ganó José Múgica, un ex guerrillero que se pasó trece años en la cárcel, que derrotó a Luís Alberto Lacalle, quien ya había sido Presidente.

En la segunda el reconocimiento hacia Porfirio Lobo, del Partido Nacional, que resultó triunfador a pesar de ser opositor al Partido Liberal en el Gobierno, no será generalizado y cuando menos Brazil ya dijo que no avalará los resultados.

El paso que al respecto dé la Cancillería de nuestro México será trascendente y hará recordar a muchos la Doctrina Estrada de No Intervención, que tan exitosamente durante tanto tiempo se practicó, lamentablemente, muy lamentablemente, hoy abandonada.

Porque sea cual sea la decisión que se tome, habrá de quedarse mal con alguien.

Si decide no avalar a quien resulte ganador, que, como arriba se cita, fue el de la derecha, o sea contrario a Zelaya y a Micheletti (cosas de la vida) malo, pues estará oponiéndose a los intereses de EEUU.

Y si decide reconocerlo, le estará poniendo el último clavo a su ataúd en la política internacional, en la que de por sí don Felipe ya no era muy bien visto. De recordar cuando desde foros internacionales, don Felipe aconsejaba a las naciones del mundo que siguieran su política anticrisis.

Tiempos aquellos en los que nuestra economía estaba blindada, navegábamos en un buque de gran calado y con rumbo fijo. ¡Ah!, cuánta añoranza.

Hoy nuestra economía tiene más agujeros que un coche de jefe policiaco atacado por narcos, la nave de gran calado ha perdido el timón y se azota de un lado para otro del vendaval, diciendo que quiere, por fin, cambiar de rumbo y navegar en otras aguas.

Solo que parece que ya es un poco tarde para ello. Pues además ya son pocos los que todavía creen en él, en don Felipe, como para darle otro voto de confianza.

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