jueves, noviembre 05, 2009

Querétaro y la barbarie carcelaria


JAVIER SICILIA


Desconcertada ante la violencia desatada por un gobierno inepto y una sociedad devorada por la economía y el consumo, una buena parte de la sociedad y de la clase política cree que para erradicarla se necesita una violencia tan extrema como la que despliega el crimen, es decir, una vuelta a la ley del talión, un endurecimiento de la ley y del castigo ejemplar. Esta política, cuyos resultados –el video que recientemente se nos presentó sobre los sucesos de Nayarit es un horrible ejemplo de ello– son la humillación, la violencia vengativa y el despliegue innecesario del poder –en síntesis, la antítesis de la justicia y de los derechos del hombre–, están instaurando la barbarie y la contraproductividad en nuestro país.


Los Cereso, contraviniendo su nombre –Centros de Readaptación Social–, se han convertido en sitios para la venganza y la humillación, sitios donde la violencia legal da rienda suelta a la impotencia y el odio de una ciudadanía asediada por el crimen.
La actual administración de los Cereso de Querétaro es un ejemplo de ello. Hasta recientes fechas, es decir, hasta el cambio de administración que llegó con el nuevo gobierno, esos Cereso estaban administrados por el ingeniero Juan José Pedraza, un hombre que, a diferencia de la mayoría de los administradores carcelarios del país, cree en la vocación que el sistema penitenciario lleva en su nombre. Desde su llegada, en 2004, se abocó a la tarea de hacer de esos Cereso verdaderos centros de readaptación: contra el control, la disciplina; contra la orden y el temor, la construcción de valores.
“Trabajamos –declaró en una entrevista (Conspiratio 01, septiembre-octubre 2009) con lo que llamamos ‘energía ligada’, que (contraria a la ‘energía móvil’, la de la orden y el control) (…) se orienta hacia la disciplina que busca la ‘energía autónoma’”, es decir, la construcción de la responsabilidad en el interno. Para ello desarrolló un programa basado en el deporte, el teatro, la lectura, la poesía, la dignificación alimentaria, la confianza, etcétera, con el que obtuvo resultados magníficos en el orden de la dignificación y la readaptación social (véase la entrevista citada y el Sistema de readaptación social en el estado de Querétaro).
Por desgracia, la lógica de la barbarie sobre el débil y el réprobo, que ha acompañado a la venganza a lo largo de la historia y que en nuestro país se ha vuelto la temperatura de las buenas conciencias, lo vio muy mal. Los ataques al trabajo de Pedraza han conducido, con el cambio de administración, no sólo a un retorno a la barbarie penitenciaria, sino a la venganza sobre aquellos internos que colaboraron estrechamente con el programa de Pedraza y son un ejemplo de sus logros.
Cinco internos, a los que conozco y de los cuales puedo dar fe de su readaptación, buen comportamiento, trabajo creativo y servicio a la comunidad –Sergio Velarde Muro, Paulo Ortiz Villalpando, Luis Eduardo Lozano Alegría, Manuel García Ibarra (El Chino) y Faustino Ayala Guillén– han sido enviados, sin motivo alguno, por una simple venganza y abuso de poder, al “módulo cerrado”, es decir, al módulo de los criminales violentos y endurecidos. Despojados de su humanidad, de su dignidad de hombres que han transformado sus vidas; sometidos a todo tipo de humillaciones, controles y órdenes gritadas a cada momento, estos hombres son un ejemplo de adónde nos están conduciendo la exaltación de la barbarie y el ánimo de venganza.
Esta realidad es atroz, destruye la escala de valores y comienza a considerar el endurecimiento de la violencia legal como un bien. Cada vez más –la nueva administración de los Cereso de Querétaro lo muestra–, en medio de la violencia que nos rodea –sea de los criminales o del gobierno, es decir, ilegal o legal–, hay más hombres y mujeres que, ya sea por ambición, por una especie de idolatría ante la justicia ciega del talión, porque confunden la firmeza de alma con la insensibilidad o porque, como Eichmann, carecen de imaginación, se acomodan muy bien a la barbarie, la ven con indiferencia y como un instrumento útil para dignificar la abstracción llamada sociedad.
Es necesario, en nombre de la dignidad, del respeto a la verdadera justicia y a la readaptación, que esos hombres, injusta y vengativamente castigados, sean sacados de los “módulos cerrados” y devueltos a la dignidad y al estatus humano que habían alcanzado. Yo lo pido, lo exijo como hombre y ciudadano de este país. De lo contrario, la justicia en los Cereso de Querétaro será una continuación del crimen que quiere erradicar. Simone Weil escribía que “Un Estado bajamente civilizado puede llevar a aquellos que somete, a esa descomposición moral que (...) destruye brutal y definitivamente la continuidad de la vida espiritual”.
Nunca enfrentaremos civilizadamente el horror del crimen con la injusticia y la venganza. Sólo lo haremos creando, como lo hizo Pedraza, métodos que se corresponden con la justicia y la dignidad de lo humano. Una justicia que niega esto será siempre una justicia bárbara que, como las consecuencias de la ley del talión, nos dejará un día a todos ciegos y baldados.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
Fuente: Proceso

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