miércoles, diciembre 30, 2009

México: sin cine ni maíz


Próximos a que termine el lamentable 2009 para dar paso a un por demás mítico 2010, no estaría mal que en la medida de lo posible nos pusiéramos a reflexionar sobre nuestro México tan agraviado y lo que va quedando de nosotros los mexicanos. Convertidos en una bananera república por casi 30 años de neoliberalismo, hemos perdido la soberanía de nuestra identidad nacional en todos los terrenos.
La industria cinematográfica, por dar un ejemplo, en general de lo que le está pasando a toda la producción artística y cultural del país, está ya en manos de los designios del mercado transnacional. En ciudades, como Mérida, Yucatán, hay semanas en que no puede encontrase en cartelera ninguna película mexicana, latinoamericana o europea, en los circuitos comerciales; en los estatales la imaginación es tan limitada, que por momentos nos llenan los cines con programaciones dignas de la telebasura nacional. Basten como ejemplos las matinés con Winnie Pouh o Barbie, en fin… que el ejemplo sirve para ilustrar algo de lo mucho que ya perdimos en materia de soberanía y en este caso concreto del arte, al que podemos aumentar el hecho de que gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el dinero recaudado en taquilla no llega más a la producción nacional. El dinero es para engrosar los bolsillos de los capitalistas yanquis que deciden, por nosotros, qué podemos ver y cuándo lo podemos ver y también lo que no debemos ver, no vaya a ser que eso nos politice o, peor aún, sensibilice. Hace unos días, en la el periódico La Jornada, dos productores de cine manifestaban cómo, la nula política federal con relación al cine, hace perder la posibilidad de inversión en ese rubro, que además de ser un importante generador de empleos, es por su alcance, lo que el imperio tiene bien claro: una ventana de registro histórico de la sociedad que lo produce, cuando no se trata de copias chafas del modelo gringo, y, aún así, no dejan de ser un ejemplo de nuestra ya extraviada identidad. Los canadienses, más prudentes que nuestro desgraciado chupacabras Salinas, ahora de regreso en el “Nuevo PRI”, lo entendieron así y uno de los capítulos que más protegieron, a grado tal de no meterlo en el TLCAN, fue el Cultural. Después de analizar lo que es Estados Unidos, los canadienses decidieron que para nada querían tener como ejemplo la rectora cultura gringa. Pero, Canadá es Canadá, y en México ya no sabemos exactamente quiénes somos y menos aún para dónde vamos. Tan o aún más grave es la presencia de MONSANTO, que ya anuncia la entrada de maíz modificado, como inequívoca promesa de que en una década nos habremos quedado sin maíz originario y que nuestro campo, de por sí maltrecho, ahora tendrá que enfrentar el hecho de pagar patentes si queremos seguir sembrando maíz. Nada más absurdo que eso. La tierra del maíz con una cultura que afirma que la humanidad nació del maíz, ahora nos vemos amenazados por hecho de que en los próximos años ya no podamos sembrar más que maíz modificado, si tenemos cómo comprar la patentada semilla, perdiendo para siempre la poca capacidad alimentaria que pudiéramos generar en momentos de crisis global, como los que se anuncian en los próximos años, quizás meses, que vendrán. Y con la pérdida definitiva de nuestra soberanía alimentaria, ante la amenaza que sufre el maíz, se pierde también parte fundamental de lo que es nuestra identidad como nación. Se pierde algo de lo más rico que hemos heredado de las culturas prehispánicas originarias. Culturas que desarrollaron la ciencia y el arte a niveles, que nuestro mestizaje no nos lo ha permitido, tal vez porque nos hemos distraído tanto de las cosas importantes, que no nos hemos dado cuenta que si perdemos el maíz originario habremos perdido la más importante de las batallas en defensa de nuestra soberanía y, muy particularmente, en defensa de nuestra identidad, ya tan extraviada ante la conquista neo-colonial que todo lo trastoca en híbridos aculturales de enfermo consumismo.

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