sábado, enero 16, 2010

El nuevo Estado laico


MÉXICO, D.F., 12 de enero.-

1. Para finales del siglo XIX México estaba al frente de la evolución cultural, con las naciones que habían separado a su Estado de la Iglesia. La Iglesia católica, protestante o islámica, según el país.
Durante el siglo XX, México iría desarrollando las benéficas consecuencias de ese Estado laico. Una educación común para todos con la ciencia como norte, que fundaría una nueva identidad nacional. La no injerencia de los sacerdotes en la política y en el proyecto de salud pública. Y una libertad de cultos real.
Tal fue el Estado laico que heredamos l@s mexican@s que hoy vivimos los inicios del siglo XXI.
El nuevo Estado laico que avanza en Europa desde hace dos décadas, y que apenas los defeños empezamos a conocer los últimos tres años, nos es sin embargo intuible porque se deriva del cruce de dos ideales incorporados a nuestra cultura mexicana. El ideal de la democracia y el ideal de la libertad individual.
Ampliación del ya conocido Estado laico, el nuevo Estado laico en efecto busca aterrizar en la vida diaria de los ciudadanos la libertad y se expresa en nuevas leyes que comprometen al Estado a proteger, e incluso a alentar, esa libertad.
Estas son algunas de las libertades del nuevo Estado laico.
La libertad a no ser discriminado por el género, la raza o la preferencia sexual. La libertad de elegir el espaciamiento y número de hijos, lo que implica uso de medios anticonceptivos y abortivos. La libertad de que la reproducción pueda realizarse fuera del cuerpo de la madre biológica. La libertad para elegir el propio género sexual. La libertad para casarse con la persona que uno desee, sin importar su género. La libertad para morir como uno mejor pueda.
En una frase, la libertad para vivir como cada uno mejor pueda y desee.
2.
No es casual: cada una de las libertades antes escritas han sido legalizadas o están en vías de legalizarse en la capital de la República; y cada una de ellas ha sido vetada o está en vías de ser vetada en el resto del país.
No es casual: el PRD que gobierna el Distrito Federal y domina su Congreso, por fin se ha propuesto ejercer como una izquierda contemporánea y aterrizar el nuevo Estado laico en la capital de la República; y como reacción el PAN, que tras algunos escarceos con el liberalismo se ha redescubierto como el viejo súbdito de la Iglesia vaticana, se ha propuesto blindar la República al cambio.
Y el PRI, heredero directo de los presidentes que en el siglo XX dieron contenidos reales al Estado laico, ha hecho algo muy torpe o muy despreciable, según se le mire con laxitud moral o con dureza. Se ha desheredado a sí mismo y ha elegido figurar en este cambio como mercenario: se ha unido por inciertos cálculos electorales a la reacción.
Nada está escrito sobre el porvenir del nuevo Estado laico en México. Una parte de los priistas podría releer su acta fundacional, insubordinarse a su dirigencia y recapturar su vocación laica. Lo que impediría la intención del PAN de blindar la República a las nuevas leyes.
O un ala del PAN podría cansarse de representar al siglo XIX en la contienda, lo que es improbable. No se vislumbra por el panismo ninguna filosofía que contraste con el poco agraciado papel.
O un movimiento ciudadano y nacional, y posiblemente repleto de jóvenes, podría organizarse en pro de las nuevas libertades y podría crecer amplificado por los medios de comunicación, cambiando precisamente su valor electoral.
Lo que sí es más adivinable es el futuro inmediato. Para los siguientes tres años la Ciudad de México será una isla. Una isla de libertades en el centro de un país de prohibiciones. Será el siglo XXI europeo en el centro del siglo XIX prejuarista.
Será la isla a la que las mujeres que deseen interrumpir un embarazo accidental vengan a ser asistidas en hospitales públicos y gratuitos. Será la isla a la que l@s homosexuales enamorad@s vengan a casarse ante un juez civil y/o se enlisten en las agencias estatales para adoptar un hijo. Será el refugio para los enfermos terminales que quieran elegir un buen morir. Será el lugar para intentar fertilizaciones in vitro.
A cada prohibición en los estados del país se añadirá otro atractivo de la capital.
No está nada mal para la imagen de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno capitalino. Ha demostrado que puede conducir a la izquierda mexicana, del autoritarismo anticuado a la modernidad democrática. Y está mostrando, en la maqueta de la Ciudad de México, lo que pasaría si un gobierno sin terror a la libertad individual gobernara al país.

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