martes, febrero 09, 2010

Detrás de la Noticia. Chihuahua: territorio comanche






09 febrero 2010
Primero fueron los apaches. Tan antiguos como los aztecas, pero mucho más aguerridos y feroces. Tanto que a los conquistadores les llevó tres siglos más someterlos. Y todo ese tiempo guerrearon a grito pelado contra los españoles y luego contra los mexicanos en Chihuahua, Durango, Coahuila y Sonora. Su furia era solamente comparable a la de sus primos, los comanches, famosos por sus fulgurantes embestidas a caballo. Unos y otros ejercían una violencia intermitente y letal: ataques a caravanas, asaltos a haciendas y ranchos y —leyó usted bien— secuestros de personas.

Pero no crea que la ferocidad y la sangre se derramaban de un solo lado. Para eso se inventaron los comancheros. Que ante la ineficacia de los gobiernos de principios del siglo XIX fueron armados por colonos y rancheros para proteger sus vidas y riquezas. Se trataba de hombrones capaces de resistir las más duras travesías por el desierto apenas con lo indispensable. Pero eso sí, armados con por lo menos un par de pistolas y un rifle de grueso calibre para los disparos de lejos. Y lo que los comancheros más disfrutaban: un machete filosísimo para no batallar a la hora de hacer eso tan bien como sus enemigos, despellejar de un solo tajo el cuero cabelludo de comanches y apaches. Cualquier semejanza con los paramilitares de hoy es mera coincidencia.

Y yo les cuento todo esto sin insinuar siquiera que los chihuahuenses ya debieran estar acostumbrados a la violencia. Por el contrario, creo que ya la han padecido demasiado. Y que es hora de que les cambie el destino. Y es que, en estos momentos, están sufriendo un terror todavía más cruel que el de hace siglos: cuando no había crímenes de mujeres, ni se mataba a mansalva a los más jóvenes. Así que, Chihuahua está peor que nunca. Todavía más despiadada que cuando los apaches. Y lo peor es que el territorio comanche de Chihuahua se ha extendido por todo el país. Y no hablo sólo del narco, que tiene también otros orígenes, sino de la confrontación brutal que ha generado la pregunta ¿qué hacer con Chihuahua?

Por lo pronto ayer ya estuvo ahí el segundo, aunque los chihuahuenses querían al primero. Y entre los panistas del gobierno federal y los priístas del estatal se recriminan e insultan por la responsabilidad del desastre. E igual se arrojan en la cara las propuestas para resolver el enigma de la virulencia máxima: Ciudad Juárez, con sus miles de muertos y ejecutados; con su carga infame de víctimas inocentes.

Ignoro cuál sea el resultado de esos arrebatos verbales. Lo que sí sé es que, entre unos y otros, ahí han matado hasta la esperanza.

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