domingo, marzo 07, 2010

El de Calderón, gobierno de las mentiras

El gobierno y su partido, atrapados en su doble moral

Herido como pocas veces en sus 70 años de historia, en el Talón de Aquiles de su pretendida moralidad política y confesional, el PAN asiste al desmoronamiento de su credibilidad, y aun al de su viabilidad como partido. Paradójicamente, la estocada no viene de fuera, sino de su propia entraña. Se trata de la mentira. La mentira como expresión del miedo, la mentira como arma política. Al vergonzante pacto con el PRI, puesto al desnudo desde hace varios días pero confirmado apenas la semana pasada, el PAN suma un nuevo embuste. Fernando Gómez Mont renunció a un partido del cual no era militante… Fue inscrito en el padrón panista de manera irregular y se le inventó una trayectoria en su expediente para justificar hacerlo consejero nacional.


En la letra “G” del Registro Nacional de Miembros (RNM) del Partido Acción Nacional (PAN), que es el padrón de militantes que por ley debe registrarse ante el Instituto Federal Electoral (IFE), se agrupan apellidos de las familias insignes de esa organización septuagenaria: Gómez Morín, González Luna, Gómez del Campo, Gómez Mont...

Juan Manuel Gómez Morín Torres, hijo de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, encabeza a los militantes de las familias Gómez Morín Fuentes, Gómez Morín Martínez del Río y Gómez Morín Rivera, y junto a ellas aparece el clan de los Gómez del Campo, al que pertenece Margarita Zavala Gómez del Campo, consorte del “primer panista del país”, Felipe Calderón.

Entre los Gómez del Campo y los Gómez Morín, en el riguroso orden alfabético del padrón interno, se ubica a los Gómez Mont Urueta, cuya familia cuenta con seis militantes, cinco de ellos mujeres: María, María de la Esperanza Guadalupe, María de las Mercedes, María Guadalupe y María Teresa.

Conforme al RNM del PAN a diciembre de 2007, cuando Germán Martínez sustituyó en la presidencia del PAN a Manuel Espino, el único hombre de la familia Gómez Mont Urueta registrado como militante era Felipe, que lleva el nombre de su padre, fundador de ese partido, católico devoto y prominente penalista fallecido en 1970.

Fernando Gómez Mont Urueta, quien se alejó de la vida partidista en 1996 –a partir de que sus correligionarios manifestaron su molestia por el hecho de que él fungía como asesor de Ernesto Zedillo y Carlos Salinas–, nunca se reafilió al PAN y por eso no aparece en ese padrón registrado ante el IFE y vigente al menos hasta diciembre de 2007.

Sin embargo, medio año después, el 19 de agosto de 2008, Gómez Mont Urueta apareció, repentinamente, en la cúpula del PAN: Martínez lo invitó al CEN, en sustitución de Javier Corral, y ese mismo año, el 6 de diciembre, propuso su incorporación al Consejo Nacional, en relevo del difunto Juan Camilo Mouriño, a quien también remplazó en la Secretaría de Gobernación.

Repentinamente, además, el nombre de Fernando Gómez Mont Urueta apareció en el RNM del PAN como miembro activo y con fecha de alta del 9 de septiembre de 2003, es decir, con cinco años tres meses de militancia.

El inciso a) del artículo 45 de los Estatutos Generales dispone que para ser integrante del Consejo Nacional –máximo órgano de dirección del PAN– se requiere “ser miembro activo con militancia de por lo menos cinco años”, justamente la antigüedad que en diciembre de 2008 tenía Gómez Mont.

De lo que no existe constancia en el PAN, según información extraoficial, es del cumplimiento de Gómez Mont Urueta del pago de sus cuotas como militante activo ni como servidor público de la Secretaría de Gobernación, como lo obligan los Estatutos Generales.

Consultado al respecto, Manuel Espino confirma que, en efecto, cuando él presidió el PAN, hasta diciembre de 2007, el secretario de Gobernación no estaba registrado en el RNM como militante activo, tal como se puede verificar en el IFE, y asegura que para ello Martínez alteró el padrón.

“Germán Martínez, en un acto autoritario, inscribió a Gómez Mont en el padrón de miembros activos de manera irregular y le inventó una trayectoria en su expediente para justificar hacerlo consejero nacional.”

–¿Por eso calificó usted de montaje la renuncia de Gómez Mont al PAN?

–Por supuesto. ¿A qué renunció si no era militante del PAN? Eso fue una faramalla para engañar a los panistas, para engañar a los priistas y para engañar a la sociedad.

Y es que la renuncia de Gómez Mont a una militancia que le “inventó” Martínez, anunciada el 11 de febrero, cimbró a la clase política y generó toda suerte de especulaciones, tan contrastantes como su inminente renuncia a la Secretaría de Gobernación y su fortalecimiento como prospecto presidencial.

Pero, sobre todo, con la renuncia comenzaron a emerger mentiras tras mentiras en la turbia historia del pacto entre las cúpulas del PAN y del PRI para aumentar impuestos –el IVA, el ISR, los depósitos bancarios en efectivo– y los precios de los energéticos a cambio de que el primer partido se abstuviera de forjar alianzas con la izquierda.

Torneo de mentiras

El capítulo más reciente de esta nueva concertacesión –de la que Gómez Mont y los panistas han tratado de dejar a salvo a Calderón, pero que los priistas aseguran que sí lo conocía– fue el convenio que hizo público Nava, la noche del jueves 4, mediante el cual el PAN se abstendría de aliarse con los partidos de izquierda en el Estado de México en las elecciones locales de 2011, para no afectar al gobernador Enrique Peña Nieto en su proyecto presidencial.

La cláusula cuarta del convenio firmado con la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, cuyos testigos fueron Gómez Mont y el secretario de Gobierno estatal, Enrique Miranda Nava, establece que los dos partidos se abstendrán de formar coaliciones “con otros partidos políticos cuya ideología y principios sean contrarios a los establecidos en sus respectivas declaraciones de principios”.

Y la cláusula quinta de ese convenio, firmado el 30 de octubre de 2009, es elocuente para evitar la alianza del PAN con la izquierda: “Las partes se obligan a revisar conjuntamente la normatividad jurídica que regula la formación y funcionamiento de las coaliciones electorales y, en su caso, promover las reformas correspondientes, a fin de evitar que dicha figura sea utilizada como instrumento de coyuntura electoral. Al efecto deberán considerar, entre otros, criterios de temporalidad, compatibilidad ideología (sic) y de principios y cobertura territorial mínima.”

Nava tuvo que desdecirse de sus mentiras y reconocer el pacto luego de que Peña Nieto y Paredes también lo asumieron públicamente. Tampoco pudo seguir esquivando la imputación de Gómez Mont, en el sentido de que siempre tuvo conocimiento de las negociaciones.

“Al actuar me comuniqué con el presidente del partido. El ámbito de esas comunicaciones está protegido por la reserva que está obligado el secretario de Gobernación. El licenciado César Nava tuvo conocimiento de lo realizado con mucho más detalle que el presidente de la República y en tiempos distintos que el presidente de la República”, dijo el funcionario en entrevista publicada el 16 de febrero en el diario Reforma.

Después de que diputados de Oaxaca describieron, también, que Calderón tuvo conocimiento de los arreglos a través de Gómez Mont, como publicó Proceso, y cuando Peña Nieto y Paredes aceptaron que había un documento firmado, Nava se empeñó en negarlo.

“El PAN y su dirigente no hicieron compromiso alguno previo a la formación de las alianzas. No estaríamos dispuestos a condicionar nuestra actuación a la inclusión de otros, en este caso el PRI. Nuestras decisiones han sido libres, absolutamente autónomas de cualquier ámbito, incluyendo el ámbito gubernamental”, dijo Nava a Carlos Loret de Mola.

–¿No hubo un documento firmado entre Beatriz Paredes y Nava?

–No lo hubo, no lo hay –insistió Nava.

La noche del jueves 4, dos días después de que diputados del PRI y del PRD rechazaron concederle la licencia como legislador –decisión que prometió a sus electores que no tomaría jamás–, Nava tuvo que aceptar que mintió.

“Lo hice por respeto al principio de confidencialidad que rige esta clase de relación y de acuerdos políticos”, dijo, pero aclaró que, una vez que Paredes violó ese acuerdo, inclusive entregó copia del convenio que, agregó, quedó sin efecto porque los senadores priistas no aprobaron la Ley de Ingresos enviada por Calderón.

Recordó que sólo ocho de los 33 senadores priistas permanecieron en el salón de sesiones y todos se abstuvieron de votar a favor de la Ley de Ingresos. “Ante este incumplimiento, ante este flagrante incumplimiento del PRI, el acuerdo quedó sin efecto alguno”.

Y por tanto, dijo, el PAN quedó en liberad de establecer alianzas en el Estado de México y en otras entidades donde no hubo convenios firmados, como Oaxaca, cuya responsabilidad achacó a Gómez Mont, en un nuevo choque entre ambos:

“Esto acredita que si lo hubo fue solamente con la participación del secretario de Gobernación, sin el conocimiento, mucho menos el consentimiento del Partido Acción Nacional.”

Ante el escándalo por los arreglos, de los que conocedores del tema aseguran que aún existen episodios ocultos, Calderón supuestamente estuvo al margen, algo que ni panistas ni priistas le creen, como Espino.

–En ese arreglo Calderón dice que no tuvo conocimiento.

–¡Por el amor de Dios! ¡Eso quién se lo va a creer al presidente!

Otro es Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los senadores priistas, quien se desmarcó del convenio por escrito entre Nava, Gómez Mont, Paredes- Peña Nieto: “No podría ser de otra forma: cambiar votos por pactos deshonestos nunca lo haríamos”.

Beltrones calificó de mentiroso a Nava por involucrar a los senadores, pero también por afirmar que Calderón no estaba enterado de la existencia del acuerdo que firmó el presidente del PAN y el secretario de Gobernación, “una ingenuidad que nadie en sus cinco sentidos podría atender”, dijo, y añadió: “Conclusión: lo único que se prueba es que el actual gobierno federal y su partido, además de mediocres, son mentirosos”.

De hecho, el 1 de febrero, en la instalación del periodo de sesiones en la Cámara de Diputados, el PRI hizo un duro reproche a Calderón por las alianzas que estaban en vías de materializarse en Durango y Oaxaca. Lo hizo a través de Rubén Moreira, hermano del gobernador de Coahuila, donde Calderón fue repudiado, el 11 de noviembre, al inaugurar un estadio en Torreón:

“El jefe del Ejecutivo debe saber que estafar es sabotear deliberadamente los acuerdos. Estafar es la preeminencia de la intolerancia. Es dejar el papel que al gobernante le otorga la Constitución para convertirse en un simple vocero partidista, abandonando su responsabilidad como jefe del Estado mexicano.”

Martínez, el “falsificador”

En este contexto de pactos que evocan las concertacesiones en el sexenio de Carlos Salinas entre las cúpulas del PRI y el PAN –de las que no se enteró el PRD, aliado de éste–, el artífice del transitorio y ficticio regreso de Gómez Mont al PAN, Germán Martínez, se incorporó a las tareas partidistas no sólo como miembro del CEN, sino para ganarse la vida.

Luego de la peor derrota en los 70 años de historia del PAN, por lo que tuvo que renunciar a la presidencia, se empleó como asesor del gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame, y desde principios de diciembre de 2009 es el director de la revista Palabra, que fundó y dirigió Carlos Castillo Peraza.

Pese a que heredó al PAN de Nava una deuda de 400 millones de pesos, a pagar hasta el 2013, cuyos intereses anuales representan 9 millones de pesos, Martínez dispone de un salario nominal de aproximadamente 100 mil pesos mensuales, equivalente al de un secretario del CEN, y tiene a su cargo presupuesto y personal.

Sin embargo, a tres meses de que Martínez asumió el cargo de director de Palabra –justo la periodicidad de la revista–, no ha comenzado a circular la que sería su primera edición.

En cambio, la alteración del padrón de militantes del PAN para, según sostiene Espino, “inventarle” antigüedad como militante activo a Gómez Mont, tiene implicaciones estatutarias y eventualmente legales.

De hecho, en un episodio semejante en el que también Martínez intervino cuando fue representante del PAN ante el IFE en 2000, un militante del PAN fue encarcelado, durante un año, por alteración del padrón de ese partido en Quintana Roo.

Ese militante es Alejandro Arellano Sánchez, actualmente miembro de la Comisión Nacional de Elecciones, que preside José Espina, y quien fue sentenciado a purgar una pena de un año de cárcel por la alteración del padrón del PAN.

Así, de confirmarse que se alteró el RNM, cuya Comisión de Vigilancia es coordinada por Matilde Saldaña Hernández, Martínez podría ser sujeto también de las sanciones previstas en el Código Penal, pero también de las que prevén los Estatutos Generales, que en su artículo 13 se refiere a amonestación, suspensión de derechos y, en el extremo, la expulsión del partido.

La fracción VI dice: “La expulsión podrá solicitarse cuando las causas señaladas en las dos fracciones anteriores sean graves o reiteradas, así como por ataques de hecho o de palabra a los principios y programas del Partido, fuera de sus reuniones oficiales, por acciones o declaraciones que dañen gravemente a la institución, por la comisión de actos delictuosos, la comisión de actos que afecten públicamente la imagen del Partido, o por colaborar o afiliarse a otro partido político”.

Además, el Reglamento sobre la Aplicación de Sanciones, en el apartado “De las infracciones y actos de indisciplina”, establece, en el artículo 16, que se consideran infracción de los miembros activos del PAN la comisión de actos delictuosos, fracción IX, y la comisión de actos de pública inmoralidad o deshonestidad, fracción X.

El Código de Ética ordena, en la exposición de motivos, para el PAN la política es eminentemente ética, y ésta rige a la acción política y al político tanto en su aspecto público como en lo personal.

“Acción Nacional sostiene que la política tiene una dimensión ética, que contempla la correcta selección de los medios para realizar objetivos dignos y valiosos…”

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