miércoles, abril 07, 2010

El caso Paulette, las trampas del Reality


MEXICO, D.F., 6 de abril.- “Ustedes me dicen en qué momento puedo llorar”, les dijo Lisette Farah a los reporteros de TV Azteca que la entrevistaron hace diez días, en el mismo dormitorio en el que se encontró el cadáver de su hija Paulette, una niña de cuatro años cuya desaparición y posterior hallazgo se han convertido en un auténtico reality show, un fenómeno de rating para los noticiarios de medios electrónicos y un tópico constante en las redes sociales.
Nadie de la Procuraduría del Estado de México aisló antes el dormitorio de la menor. Nadie de la propia familia privilegió la privacidad o el derecho a la intimidad frente al pulpo mediático que los acosó, los siguió y ahora se convierte en su patíbulo.
Los propios medios fueron envueltos en la dinámica de este caso que tiene todos los ingredientes de un reality judicial: pistas falsas, contradicciones de las autoridades, una psicóloga que imita al Doctor House, una madre que es presentada como Catalina Creel, un pleito familiar típico de los melodramas televisivos.
Además, un gobernador compulsivo, Enrique Peña Nieto, con su imagen que sale “en defensa” de su procurador Alberto Bazbaz para que su copete no acabe sepultado en la tragicomedia mediática, y el coro griego de los seguidores de las redes sociales que han suplantado al Ministerio Público y juzgan a todos los que se han involucrado en este caso.
Tan sólo en Facebook se abrió un foro que hasta ahora tiene 285 fans bajo el título “Si no se hace justicia en el caso Paulette no voto por Peña Nieto”. En Youtube el video titulado “El Misterio de la Ropa de Paulette” ha roto en menos de una semana el récord con 162 mil 615 reproducciones. Los usuarios desahogan toda la rabia social prevaleciente en contra de las autoridades ministeriales y de la impunidad judicial.
Las televisoras son los protagonistas esenciales de este brote mediático. Televisa, tan tacaño con su tiempo-aire informativo, le ha dedicado más de cinco horas a la cobertura del caso en menos de una semana; TV Azteca, con su estilo de dramatización, se ha convertido en el fiscal. Milenio TV rompió récord de audiencias durante la conferencia en vivo del procurador Bazbaz.
Medios internacionales, como El País, CNN en Español y las agencias informativas norteamericanas y europeas han centrado más atención en este caso que en otros expedientes tanto o más graves como el incendio de la guardería ABC, en Hermosillo, Sonora.
En este expediente no hay inocentes y sí muchas responsabilidades y coartadas encubiertas por la dinámica del reality. El exceso de intrusión mediática no ha sido para informar de un caso de presunto secuestro, primero, y ahora de homicidio sin móvil claro, sino para regodearse en la incapacidad de la procuraduría mexiquense y entrevistar a los principales involucrados que alientan la hoguera del linchamiento.
Tras la liberación de los cuatro arraigados –los padres y las dos niñeras–, el domingo 4, las entrevistas televisivas se han convertido en sustitutos de los fiscales, psicólogos y hasta de asesores matrimoniales.
Lisette Farah apareció en entrevista con Adela Micha para alegar inocencia ante la cortina de sospecha que tramó la propia Procuraduría mexiquense. Y su esposo Mauricio Gebara dio una multitudinaria rueda de prensa para afirmar: “sólo creo en mi inocencia”.
El reality es un término acuñado en los años noventa para clasificar a los nuevos géneros televisivos creados como maquinarias intensivas de rating, ese dios oculto que define los contenidos televisivos no a partir de la calidad sino de la capacidad de comercializar masivamente.
Los reality mezclan la realidad con la ficción, la información con el guión oculto de los productores telegénicos, descontextualizan para privilegiar el llanto, la ira, la indignación, las emociones primarias de una sociedad ayuna de expectativas.
El secreto de un reality es desatar una agenda mediática a partir de los escándalos –reales o ficticios– para encubrir otros temas incómodos para las grandes audiencias o simplemente para generar un fenómeno de audiencias que les permitan a los medios masivos erigirse en gestores de la opinión pública.
El reality judicial es un subgénero que simula un periodismo de investigación, en torno a un homicidio, un secuestro o algún delito que cimbre las emociones de las audiencias.
El secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, nos ha recetado en los últimos cuatro años varias muestras de su capacidad para producir realitys policiacos o judiciales. Ahí está el caso de la presunta secuestradora Florence Cassez, que detonó un conflicto diplomático entre Francia y México.
El problema de los realities es cuando los principales protagonistas se salen del guión y el espectáculo se transforma en un Frankeinstein incómodo, incluso para los propios medios que le apostaron al manoseo y a la intoxicación de sus audiencias.
El caso de la niña Paulette tiene todos los ingredientes de un reality que ha cobrado vida propia y amenaza con asfixiar a todos los que le apostaron a utilizar la indignación social por la desaparición de una menor, con problemas de capacidades diferentes, y encubrir una descomposición de la elite mucho más profunda de lo que se alcanza a observar.
(Jenaro Villamil/APRO)

Paulette: se suicidó

Por María Teresa Jardí

No le busquemos más: se suicidó Paulette. Perdida por completo la capacidad que conduce, aun en la mentira, a que la misma tenga visos de cierta lógica que a la mentira convierta en posibilidad “verdadera”. Se suicidó Paulette, nos informa, en defensa de su procurador de injusticia, el “pirruris”, que la telebasura promueve para dejarnos como sucesor del usurpador Calderón. Que muera la inteligencia se establece como decreto por el poder fáctico que manda en México de la mano del político poder usurpado. La telebasura a modo del podrido sistema que a la mexicana se impone ya sin la menor de las reglas.
Porque vamos a ver. Una cosa es tomarse la foto con un guerrillero, que a fin de cuentas sus razones altruistas al menos al inicio de toda guerrilla se tienen y otra aceptar el abrazo que supone una relación de amigos o la admiración, que, sí, que se puede sentir por un guerrillero, pero jamás un hombre honesto la sentirá por un narcotraficante y menos aún en medio de una masacre que lleva 19 mil ejecutados achacables al fascismo usurpador, más los que no se conocen, más los anteriores y los que se sigan acumulando cada día, hasta que logren, entre todos, explotar al país, para entonces sí reprimirlo del todo, es decir, todos contra las pobres y contra los que protesten en aras de su aspiración a construir otra vida menos indigna para todos los mexicanos.
Reventar al país es lo que buscan, queda claro, para que los ricos sigan “suicidando” hijas discapacitadas con el apoyo del desarmado, en su estructura ética, aparato procurador de injusticia, muy posiblemente para que los padres, pobrecitos, tan parte ellos y sus familias también del sistema y con dinero suficiente para comprar las desaprensivas conciencias, que los funcionarios a la mexicana tienen, puedan cobrar millonarios seguros, antes hechos para las hijas discapacitadas, “tan vergonzosamente molestas”, con la alevosía del crimen decidido de antemano.
El infanticidio, también adquiriendo la carta de naturalización, que el permiso otorga a padres asesinos en México. Padres con hijos discapacitados: ¿quieren resolver su problema y además convirtiéndose en un poco más ricos: Vengan a México, donde el aparato procurador de injusticia a la mexicana les garantiza convertir el crimen en suicidio por una nada módica suma como pago a los encubridores a modo del sistema político y del que aspira a seguir bajando aún más a México en el despeñadero. Nada novedoso en el Estado de México, por otro lado. ¿A poco antes, el premiado con una curul a modo, Navarrete, no había convertido ya en suicidio también el asesinato nada menos que del hermano de un ex presidente de la república? En suicidio la ejecución, ya había sido convertida, por otro procurador a modo, que también sabía quiénes eran los responsables y él que también ofreciera que el crimen, cometido por familiares, también, en tres patadas quedaría resuelto, pero a quien también le llegaron al precio. El impune también asesinato del que en bananera, por Salinas, fuera condenada a convertirse, la república mexicana, en el momento mismo en que encubrió a la grotesca Gordillo poniendo en sus manos el aparato educativo para embrutecer más a un pueblo cuyo destino atroz empezaba, en ese momento, el inicio de la no reversa posible a otro mundo menos malo.
Que no nos venga Julio Scherer a decir que no conocía al narco con el que se retrata como amigo lejano compañero de parrandas o al menos que no mienta diciendo que no tuvo, para llegar a él, a un compadre político cuatacho y protector del narco.
Más allá de que es falso, completamente falso de que por la noticia lo que sea y Scherer lo sabe bien de cuando no permitió ni una palabra de la nota, que era, el secuestro de su hijo por cuestiones políticas. En un asco se ha convertido este país y lo más indignante es que nos quieran tratar a todos los mexicanos como operados del cerebro. Por supuesto que entrevistar a Bin Laden es una nota por la que cualquier periodista moriría y más aún si la entrevista se diera en el rancho de los Bush.
Pero sacar la foto como portada de revista con la mano de un narco compinche de “El Chapo” protegido por el poder, desde el poder, es un poco demasiado y además es una gran ofensa para el Ejército Nacional sacado a la calle a desprestigiarse y convirtiéndolo en encubridor de otra mentira. Quieren reventar al país y van a conseguirlo.

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