jueves, mayo 27, 2010

Columna Asimetrías. Diego: el Otro Móvil





27 mayo 2010
“Creo que el señor Presidente ha cometido el más grave de los pecados y ese es el de la soberbia; se ha olvidado de todo lo que hicimos por él, legal e ilegalmente, para sentarlo en esa silla presidencial”.

Diego el jefe, personaje ficticio de un cuento de Miguel Treviño Rábago.

I

Hace días se abordó sesgadamente aquí la posibilidad de que el móvil de la desaparición forzada de Diego Fernández de Cevallos podría haber sido una venganza política devenida de pujas sordas de poder en el panismo por la sucesión presidencial.

El tema es recurrente, traído a colación con frecuencia en los cenáculos del poder político y económico de México y en los entornos sociables --en peñas de amigos y/o familiares— y, ya, en la literatura, como lo muestra el relato del señor Treviño Rábago.

El caro leyente puede acceder al texto completo de dicho relato e incluso reproducirlo libremente mediante impresión y electrónicamente si lo solicita al autor, en trabago49@hotmail.com y/o elobservadorpolitico@hotmail.com..

Por supuesto, en la literatura –como en todo arte— se imita la vida, concepto cuyo atributo mayor es, precisamente, el de ser axiomático. El arte, pues, no es ajeno a la vida, sino una expresión civilizatoria de ésta y, ergo, cultural.

En la literatura, las licencias no sólo son necesarias, sino indispensables, por intrínsecas y a la vez consustanciales. Los relatos –cuento, novela, epigramas, décimas, cantares, corridos, etc.— se alimentan de varias alfaguaras al parecer inagotables.

Esas alfaguaras son las de las vivencias personales y sociales, la perspicacia y la imaginación y lo que algunos identifican como una variante del pensamiento estratégico que encuerpa lo inimaginable y desafía, igual, la fuerza de gravedad de la lógica.

II

Cabe la disquisición siguiente: en literatura, sospechado y, luego, identificado subjetiva y/u objetivamente el móvil con arreglo a cierta dialéctica y concatenaciones, un escritor habilidoso conjuga verbos en ablativo absoluto.

Así, las conjugaciones modernas de los verbos de la castellanidad milenaria en antepospretérito (o potencial compuesto) permiten licencias que impulsan a la imaginación en escenarios prospectivos posibles.

Más ese es el ropaje que viste la esencia. Y., en el caso, la esencia se representa en la suspicacia y, de allí, en la sospecha general y, luego, directa, específica. Ësto nos lleva de sopetón a la ya no tan misteriosa desaparición del controvertido Jefe Diego.

Adviértasele al leyente que la gama de móviles de la desaparición del señor Fernández de Cevallos es amplísima dado que éste personaje no era –no es, pensamos— un dechado de generosidad solidaria y sí un notorio alevoso.

Éste personaje malquisto por muchos tenía en su haber un cúmulo grueso de enemistades que superaba a su padrón personal de amigos reales, ya que había despojado a muchos, destruido a otros tantos y afectado la existencia de terceros.

Era, por añadidura, prepotente, el mismo defecto del cual, en el relato del señor Treviño, critica oblicuamente (como Diego el jefe) a Felipe Calderón, a quien se le describe sometido a los aparentes y dudosos encantos de la dipsomanía, de cruda laya

III

Don Diego era imbatible, inalcanzable por los rencores de los damnificados de sus quehaceres ventajosos e impermeable a las venganzas, las revanchas y las represalias de aquellos a quienes ha afectado. Don Diego era el emblema vivo de la impunidad.

Y epítome también del cinismo que deviene de ésta… hasta que se topó con alguien con mayor poder que él y quien, según el magín del señor Treviño, es un personaje ingrato y desleal instalado en un no identificado “Palacio de la Republica”

Él relato abre compuertas. Don Felipe se ha distanciado de Vicente Fox, su verdadero progenitor político, y de quienes, como El Jefe Diego, ven en la soberbia calderonista motivo poderoso para un complot y arrebatarle el control del PAN.

En el relato queda implícito que el ocupante de la mansión republicana en la umbría pineda de Chapultepec favorece a un opositor tricolor –el odiado priísmo--, Enrique Peña Nieto, como su sucesor, ya que el blanquiazul ni siquiera caballada tiene.

Ello acentúa la ausencia de un personaje en éste relato de don Miguel: Carlos Salinas, de quien diríase a extramuros de la trama del relato que es el verdadero hombre fuerte de México. Como cierto Joaquín Guzmán, mejor conocido como El Chapo.

El ausente –otros, como Andrés Manuel López Obrador, le llaman El Innombrable—antójase el personaje central de la trama: alentó el golpe de Estado foxista de 2006, usó a don Diego y patrocina a don Enrique. ¡Ah!, también patrocinó a don Felipe.

ffponte@gmail.com

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