lunes, junio 07, 2010

Columna Asimetrías. Lo que hay que Cambiar






“En México hemos tenido más de 20 años con el mismo y único motor de cecimiento (y) la economía interna ha tenido muy poco dinamismo”.

Jonathan Heath

I

Como muchos otros insertos en el entramado financiero y en la urdimbre de la macroeconomía, el señor Heath, quien preside el Comité Nacional de Estudios Económicos del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, nos describe lo que ocurre en lo económico.

En igual vena, Jaime Serra Puche, quien fue el negociador principal del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte y efímero (sólo duró 19 días) secretario de despacho de Hacienda con Ernesto Zedillo (1994-2000), también describe lo ocurrente, lo que vivimos.

Beatriz Leycegui, subsecretaria de Economía, nos relata que el comercio exterior de México –que se realiza en condiciones desiguales, pese a los tratados comerciales con 44 países— no ha contribuido ni remotamente a alcanzar metas previstas en el TLCAN.

¿Cuáles son esas metas previstas? Tanto los señores Heath y Serra Puche como la señora Leicegui las identifican sin tapujos, como si fuere el ideal de los mexicanos: integrarnos a EU. Pero ninguno de ellos identifica que la causa de nuestros males es precisamente ese Tratado.

Si ellos, promotores y defensores del statu quo económico –es decir, la forma de organización económica prevaleciente, emblematizada en ese triste TLCAN— reconocen que estamos en una debacle, pero no saben cómo salir de ella, las amas de casa sí lo saben.

II

Y lo saben bien. Las amas de casa –las que tienen que hacer milagros con el gasto familiar— saben que sólo existe una vía para salir de la terrible situación en la que estamos los mexicanos: eliminar sus causas, lo cual implica un cambio que podría ser de fondo.

A ese respecto, cabría consignar que cada vez es mayor el número de especialistas en finanzas, economistas, académicos, etc., que reconoce que la forma de organización económica, financiera, industrial y comercial prevaleciente en México se ha agotado.

Y se ha agotado tras casi 28 años de haber sido impuesto mediante fiat presidencial –sin consulta previa con el electorado— en el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-88) y llevado a consecuencias mayores bajo la misma guisa autoritaria en el de Carlos Salinas (1988-94).

En el sexenio del señor Zedillo –a quien su predecesor Salines le heredó don Jaime--, el modelo fue extendido aun más draconianamente a secuelas que el sucesor de don Ernesto, Vicente Fox, y el de éste, Felipe Calderón, no han sabido ni podido revertir su inviabilidad.

Esa inviabilidad del modelo es obvia: brutal desigualdad, lacerante y engrosada pobreza y un grotesco control societal mediante el uso de herramientas tales como los medios difusores, el Ejército (y la Armada) y otros no menos efectivos como, subráyese, el fútbol.

III

Señálese que ninguno de los personajes mencionados –desde el señor Heath, don Jaime, la señora Leycegui y, obvio presumiríase, hasta los ex presidentes De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox y el actual, don Felipe, visto espurio por no pocos-- han coincidido con las amas de casa.

Éstas son verdaderas economistas prácticas, pues concilian como pueden (y siempre con mucha inventiva e imaginación, valentía y decididamente) los ingresos y los egresos. Saben lo que es prioritario, lo cual no es, por cierto, virtud de los personajes identificados.

Así, éstos ya reconocen, no sin grima existencial y angustia ideológica y política, que el modelo les ha fallado, pero no tienen la menor idea de por qué y, por lo mismo, no piensan en sustituirlo por otro, digamos, humanizado, socialmente viable, justo e igualitario. No.

Para empezar, ninguno de esos personajes aceptaría –está documentado ya que sólo don Miguel ha aceptado que se “equivocó”— que el modelo es antisocial, antipueblo, viable sólo para unos cuantos privilegiados, de modo que sustituirlo por otro no está a discusión.

Concluiríase que, cierto es, todos saben lo que nos estruja terriblemente en lo económico, pero no todos quieren resolverlo a fondo, sino a medias –“curitas” y aspirinas--, pues ello implicaría otro cambio mayor: sustituir al sistema político actual por uno democrático.


Ffponte@gmail.com

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