miércoles, julio 14, 2010

Columna Asimetrías. 2010, Balbuceos de Transición

Por Fausto Fernández Ponte



14 julio 2010
ffponte@gmail.com
“Para el mexicano, el cambio para mejorar dependería de fuerzas divinas, no de él mismo”.

Julio César Morales.

I

El saldo de los comisios realizados el 4 de julio fue, desde una perspectiva historicista y al través de los prismas del materialismo histórico, uno de cambio, aunque éste antojaríase embrionario y somero, pero preocupante para la mafia del poder.

Antes de proseguir con el tema precísense dos silogismos: uno, la existencia objetivamente discernida y, ergo, verismo insoslayable, de que el poder en México es ejercido monopólicamente por una élite de pudientes y poderdantes.

Y, dos, que el poder al que nos referimos es económico –financiero, industrial y comercial--, político, social e incluso cultural que se ejerce mediante un andamiaje de instituciones de Estado, estructurales y superestructurales, bajo una grotesca simulación.

Los integrantes individuales de ese poder conforman un grupo que, por faccioso, tienen una conducta de mafia y/o gansteril tanto en el saqueo de México y opresión de los mexicanos como por sus vínculos con el poder trasnacional dominante.

El fenómeno de la mafia del poder existía y había sido identificado por no pocos mexicanos aun antes de que Andrés Manuel López Obrador popularizara la denominación, en boga hoy entre los mexicanos en movimiento.

II

Así, la mafia del poder es, como el imperialismo, hecho factual, cuya definición piénsase ajena a subjetivismos ideológicos y políticos y, desde luego, culturales. Las ciencias políticas y sociales establecen con nitidez su existencia objetiva.

Tal vez el elemento adicional –nuevo-- en la definición de lo que es la mafia del poder es el que aporta precisamente don Andrés Manuel, en el sentido de que el mentor mayor de dicha mafia es el ex Presidente de México Carlos Salinas de Gortari.

Sin embargo, desde hace varios años se identifica la percepción pública de que don Carlos se desempeña como un jefe máximo de esa mafia del poder o, por lo menos, de su vertiente priísta. Es de fe que el señor Salinas tiene gran influencia en el priísmo.

Y no sólo eso. También ejerce influencia sobre ciertas corrientes del panismo y, sábese, en el desempeño de los medios de control social –como la televisión, la radio y los periódicos— y de los grupos de interés y de presión del gran empresariado.

Visto así, el ex Presidente es percibido por los mexicanos como un individuo todopoderoso –que ejerce un maximato sui generis-- como mentor y, a la vez, facilitador de los quehaceres antisociales de la oligarquía local.

III

El desenlace electoral reciente nos indica que México –es decir, su ciudadanía o al menos parte de ésta— ha accedido a una fase de transición real, entendida como tipo hasta reivindicador y, por ello, revolucionario, en atinencia a las condiciones existentes.

Esa vena revolucionaria es, hágase la salvedad, muy incipiente y tal vez en fase aun larvada, aunque su naturaleza se nos muestra aleatoriamente, pues exhibe una vena de cambio de fondo del statu quo económico, político, social y cultural de opresión.

Aun muchos de quienes votaron por el PRI –que fedatariamente compró millones de votos, de allí sus astronómicos gastos de campaña electoral— desinformadamente alentaban que éste realizaría un cambio en el statu quo. ¡Vana ilusión!

Bajo la misma premisa, el triunfo electoral de las alianzas contra el PRI no obsérvase trascendente excepto como recipiendario de de un voto antiprísta que no pudo ser comprado, literalmente, por el tricolor. El tacticismo aliancista es sospechoso.

Una moraleja importante de éstas elecciones es la siguiente: coexisten aun viejas prácticas dinosáuricas –el fraude electoral-- y una exhibición de conciencia ciudadana por un cambio del statu quo. Ello marca el balbuceo vacilante de una transición real.

ffponte@gmail.com

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