MÉXICO, D.F., 2 de septiembre (Proceso).- El mes de las fiestas patrias, septiembre, se inaugura con el estreno de El infierno, la cinta de Luis Estrada que merecerá una nota aparte. Por lo pronto, la expectativa del público mexicano es muy alta, mucho por el tema del narcotráfico, otro tanto por el coqueteo con la censura con que juegan las dos versiones del póster, como por los antecedentes del director debido al escándalo que provocó el boicot de La ley de Herodes en el último año del gobierno del presidente Zedillo.
Con El infierno, Luis Estrada completa una trilogía sobre México, el de la corrupción y el tráfico de influencias en la política del PRI con La ley de Herodes (1999), las desigualdades sociales con Un mundo maravilloso (2006), y ahora toca el turno a la llamada ‘guerra del narcotráfico’, el tema más incómodo del presente gobierno y que mantiene en vilo a todos los mexicanos por igual, ricos o pobres.
Con motivo del Bicentenario, se estrena también una serie de películas sobre el tema de la guerra de Independencia, Hidalgo, la historia jamás contada, de Antonio Serrano, por mencionar sólo un título donde resuena el libro de texto. Pese a la actitud mercantilista, las cadenas de salas cinematográficas del país tendrán suficiente material de exhibición de cine mexicano entre septiembre y noviembre; he aquí una buena oportunidad para que el público confirme de cerca la tendencia del cine nacional en su conjunto.
En medio del bombardeo mediático de los festejos orquestados principalmente por Televisa, el espectador tendrá a la mano otro punto de vista sobre la historia y la situación actual de la nación. Lo que habrá que ver, ya sin concesiones, es hasta qué punto este cine mexicano ofrece una postura crítica auténtica sin recurrir al reciclaje de los modelos acartonados del gobierno de Echeverría y su sucesor. Mucho color, balas y mentadas de madre. El asunto es serio porque se juega la credibilidad del público una vez pasada la exaltación patriótica.
“Crisis, desempleo y violencia”, los temas de donde parte El infierno de Estrada, resumen la experiencia cotidiana del ciudadano medio y hacen inverosímil cualquier intento de celebración. Ahora casi cualquier reflexión sobre las condiciones sociales y políticas del país parte de la nota roja. Pero esto no debe pasar por alto el compromiso de conmemorar el Bicentenario; como distinguió el coloquio celebrado en Montpellier, Francia –que debería difundirse más y que Raphaël Moran reporteó para Proceso (No. 1742)–, dadas las condiciones actuales (resumo), festejo se opone a conmemoración. Una cosa es borrachera y otra memoria (agrego).
El trabajo de Luis Estrada tiene una vocación icónica, el éxito de La ley de Herodes no sólo provino del escándalo con la censura, como opinan algunos, sino de la capacidad para retratar, dramáticamente, los estereotipos que produjo el PRI en 70 años de gobierno. ¿Será, como apunta la doctora Sofía Anaya en el mencionado coloquio, que los narcotraficantes representan a los caciques de antaño que tenían sumidos en la miseria a los campesinos? Entonces, con tanta sangre y crímenes, El infierno es algo más que tremendismo y nota roja.
Fuente: Proceso
Con El infierno, Luis Estrada completa una trilogía sobre México, el de la corrupción y el tráfico de influencias en la política del PRI con La ley de Herodes (1999), las desigualdades sociales con Un mundo maravilloso (2006), y ahora toca el turno a la llamada ‘guerra del narcotráfico’, el tema más incómodo del presente gobierno y que mantiene en vilo a todos los mexicanos por igual, ricos o pobres.
Con motivo del Bicentenario, se estrena también una serie de películas sobre el tema de la guerra de Independencia, Hidalgo, la historia jamás contada, de Antonio Serrano, por mencionar sólo un título donde resuena el libro de texto. Pese a la actitud mercantilista, las cadenas de salas cinematográficas del país tendrán suficiente material de exhibición de cine mexicano entre septiembre y noviembre; he aquí una buena oportunidad para que el público confirme de cerca la tendencia del cine nacional en su conjunto.
En medio del bombardeo mediático de los festejos orquestados principalmente por Televisa, el espectador tendrá a la mano otro punto de vista sobre la historia y la situación actual de la nación. Lo que habrá que ver, ya sin concesiones, es hasta qué punto este cine mexicano ofrece una postura crítica auténtica sin recurrir al reciclaje de los modelos acartonados del gobierno de Echeverría y su sucesor. Mucho color, balas y mentadas de madre. El asunto es serio porque se juega la credibilidad del público una vez pasada la exaltación patriótica.
“Crisis, desempleo y violencia”, los temas de donde parte El infierno de Estrada, resumen la experiencia cotidiana del ciudadano medio y hacen inverosímil cualquier intento de celebración. Ahora casi cualquier reflexión sobre las condiciones sociales y políticas del país parte de la nota roja. Pero esto no debe pasar por alto el compromiso de conmemorar el Bicentenario; como distinguió el coloquio celebrado en Montpellier, Francia –que debería difundirse más y que Raphaël Moran reporteó para Proceso (No. 1742)–, dadas las condiciones actuales (resumo), festejo se opone a conmemoración. Una cosa es borrachera y otra memoria (agrego).
El trabajo de Luis Estrada tiene una vocación icónica, el éxito de La ley de Herodes no sólo provino del escándalo con la censura, como opinan algunos, sino de la capacidad para retratar, dramáticamente, los estereotipos que produjo el PRI en 70 años de gobierno. ¿Será, como apunta la doctora Sofía Anaya en el mencionado coloquio, que los narcotraficantes representan a los caciques de antaño que tenían sumidos en la miseria a los campesinos? Entonces, con tanta sangre y crímenes, El infierno es algo más que tremendismo y nota roja.
Fuente: Proceso
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