lunes, octubre 18, 2010

Los 33 minero chilenos y Pasta de Conchos

Sique

A través del correo he podido observar que muchos ponen como ejemplo al gobierno de Chile respecto a los mineros atrapados en la mina San José y el caso de Pasta de Conchos. Es evidente que allá se les rescató sin escatimar gastos o esfuerzos mientras que en México se les abandonó y no ha existido la menor sensibilidad respecto al sufrimiento de los familiares de las víctimas. No niego que sea una diferencia importante en función de las vidas salvadas y enhorabuena, sin duda es un acontecimiento de felicidad. Si bien hay que alegrarse por la suerte de los mineros chilenos no debemos dejarnos manipular de manera tan burda. Hay que analizar cual es la situación de fondo para no caer en ese espectacular montaje mediático. Veremos que el comportamiento del gobierno de Chile y sus empresas mineras no es diferente a lo que sucede en México. En este caso concreto, los mineros afortunadamente tuvieron la suerte de que el accidente presentaba una coyuntura ideal para convertirlo en una propaganda que era necesaria y que desafortunadamente no fue el caso de Pasta de Conchos:

La transmisión del rescate de los 33 mineros chilenos constituye una prueba flagrante de cómo las noticias de los grandes medios de comunicación, por buenas que sean, son una perversión de la realidad.
En 1971, el presidente Salvador Allende nacionalizó el cobre para que todos los chilenos se beneficiaran de la riqueza del subsuelo de su patria, era el “salario de Chile”, ya que produce el 40% del cobre en el mundo. El gobierno de la Unidad Popular expropió las grandes empresas estadounidenses y nacionalizó el cobre. Fue el principal motivo por el que Henry Kissinger orquestó el golpe de Estado. Mientras el palacio de La Moneda ardía en llamas y en el Estadio nacional se torturaba y asesinaba a chilenos, Augusto Pinochet ordenó al general Sergio Arellano Stark que capturara a los mineros que en el gobierno de Allende habían encontrado por primera vez dignidad, seguridad y salarios justos. Al menos 200 mineros fueron desaparecidos.
Durante la dictadura se ofreció la concesión de los yacimientos a empresas nacionales e internacionales reduciendo las tasas impositivas a uno de los niveles más bajos del mundo y a mínimas condiciones de seguridad. A partir del 11 de septiembre de 1973, Chile, modelo del neoliberalismo, ofrece salarios de apenas 200 o 300 euros mensuales.
San José es una mina mediana con 345 empleados. La minera San Esteban, propiedad de Alejandro Bohn (60%) y Marcelo Kemeny (40%), explota el subsuelo desde hace más de 200 años. De sus dos minas, una ya está agotada, San José financiaba la vida disipada de sus dirigentes. Por eso ahorraron sistemáticamente en la seguridad de los mineros. En San José ha habido 80 accidentes con muertos y heridos en diez años, sin que Bohn y Kemeny, invirtieran en seguridad. El ministro de Minería, Laurence Golborne, ex ejecutivo dirigente de la filial chilena de Exxon Mobil, cuida los intereses de las concesionarias contra los mineros en conflictos laborales.[1]
En San José, la subida del precio del metal en el mercado mundial representa trabajar hasta 12 horas diarias. Desde 1999 los accidentes aumentaron. En 2004 murió un obrero y los sindicatos presentaron una denuncia que fue rechazada por el tribunal de apelación. En 2005, la mina se cerró por decisión de la Dirección de Trabajo, pero volvió a abrir en 2009 sin normas de seguridad. En julio de 2010, un minero perdió las piernas. 26 familias de mineros presentaron una denuncia contra los propietarios y el Estado. Pero Chile no es firmante del convenio 176 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre seguridad y salud en las minas. El derecho de huelga está limitado. El Ministerio de Trabajo reporta que 443 personas murieron por accidentes de trabajo y que hubo 191.685 accidentes no mortales, en 2009.
El rescate de los mineros era ineludible cuando se supo que estaban vivos y el éxito del operativo, como era de esperarse, provocó la sincera alegría tanto de las víctimas del accidente como de los familiares, los chilenos y el mundo entero. Lo perverso es que el hecho fue convertido en propaganda para el gobierno y la corriente neoliberal a base del ocultamiento de los antecedentes y de las causas del accidente. Tras un montaje espectacular que apeló al patriotismo y la sensiblería, los actores principales desempeñaron un papel que lejos está del que en realidad representan.
El 4 de agosto, ocurrió el accidente, los 33 mineros se precipitaron a la chimenea de seguridad para subir y descubrieron que no había escalera… El 22 de agosto unas letras en rojo subieron por el conducto perforado en la mina de San José: “Nos encontramos bien en el refugio, los 33”. La cobertura mediática se incrementó. El presidente Piñera se presentó por primera vez y arregló su agenda según la evolución del rescate. Declaró que se lograría un salvamento “sin parangón en la historia de la humanidad”. Un guión emocionante: Treinta y dos mineros chilenos y un boliviano están enterrados vivos en una mina de cobre y oro a casi 700 metros bajo tierra. Sobreviven en un refugio. Beben el agua que escurre, racionan los alimentos y padecen un calor asfixiante. Todo un pueblo está junto a “sus” mineros. Una euforia de solidaridad recorre Sudamérica. Una edición especial del 23 de agosto de 2010 del periódico Las Últimas Noticias se titula: «Sí, los héroes están bien». Los medios de todo el mundo siguen diariamente la noticia. El lugar donde se instalan las familias de los mineros toma el nombre de «Campamento Esperanza». Las tareas de rescate mantienen el suspenso. Los mineros reciben alimentos, agua e instrucciones mientras se avanza en la perforación que los sacará de la tumba. La NASA y expertos de todo el mundo toman cartas en el asunto. La iglesia actúa su parte, el Papa reza por ellos y se llevan a cabo muchas misas. Durante dos meses el citado ministro de Minas, Laurence Golborne, es el animador estelar, no se quita su chamarra con los colores del país y los logos de las fiestas del bicentenario de la independencia (1810-2010); consuela a familiares de las víctimas, comenta los progresos del operativo del rescate. Los medios comentan la vida personal de los protagonistas, triángulo amoroso, nace un bebé,… Hay preocupación por la salud física y mental de los mineros. En el fondo de la mina reciben “entrenamiento mediático” para saber reaccionar a las entrevistas por televisión. Ya hay ofertas de adaptación de su historia al cine, en varios idiomas.
El 13 de octubre, la liberación de los mineros fue programada de acuerdo con los horarios de máxima audiencia televisiva en Chile. El presidente Piñera fue el estelar, estrechó manos, no dejó de sonreír, dio palmaditas en la espalda y abrazó y besó a hombres y mujeres a quienes antes ni siquiera hubiera mirado. La escenografía plagada de banderas chilenas con la cápsula “Phoenix 2” que entraría al pozo de evacuación, el vestuario con los logos de Chile y el Bicentenario. Se desplazaron periodistas de todo el mundo. Alrededor de 1,700 periodistas alimentaban a sus medios. CNN se dedicó por entero al rescate de los mineros y en la mayoría de los medios era lo único que se transmitía. El mundo observó el rescate sin que otras noticias distrajeran. A la una de la madrugada, el primer minero sale del pozo de evacuación, abraza a su hijo, a su esposa y después al presidente. Piñera agradece a Dios “sin quien este rescate no habría sido posible” y afirma que “hoy podemos sentirnos más orgullosos que nunca de ser chilenos”. Y así los medios fueron siguiendo uno a uno la salida del los 33 mineros chilenos y los seis rescatistas durante 22 horas. Piñera no se despegó un segundo, conservó el estelar con la sonrisa congelada. Los “33” mineros fueron proclamados “héroes del bicentenario de la independencia”.
Los grandes medios aprovecharon el accidente y diseñaron el espectáculo para que sirviera a los intereses del neoliberalismo y el imperio. La desproporcionada cobertura mediática será extendida por muchos años: reportajes, documentales, películas, aniversarios… Rodrigo Hinzpeter, Ministro del Interior confirmó que la cápsula Fénix 2, que rescató a los 33 mineros, se exhibirá en la Plaza de la Ciudadanía, frente al Palacio de La Moneda. Otra de las tres cápsulas, será trasladada al pabellón chileno en la Expo Shanghai en China, y la tercera se quedará en Concepción, en el sur de Chile.[2]
- En una Sudamérica que está liberándose del yugo imperial, Chile es un lacayo al que se necesitaba apuntalar. Ya Sebastián Piñera no es el empresario multimillonario que desde enero de 2010, cuando fue elegido presidente, ha tenido una pésima gestión con los damnificados del terremoto de febrero y con las movilizaciones y huelgas de hambre de los mapuches. Se olvidaron sus nexos con Pinochet y sus actos ilícitos cuando la intervención y liquidación del Banco de Talca, según documentos de la CIA.[3] La solidaridad del pueblo con los mineros se convirtió en consenso político para Piñera bajo la aureola del bicentenario. Su popularidad aumentó 15 puntos en 15 días. Ya muchos chilenos no se rebelarán ante la pobreza y la enorme desigualdad. Se necesitaba el apoyo del pueblo chileno al sistema y al presidente para seguir explotando el oro y el cobre de Chile, país que dispone de reservas equivalentes a 200 años de explotación.
- El mundo que jamás había oído hablar de Piñera, lo percibió como un presidente patriota que se preocupa por los chilenos como si de sus hijos se tratara, un demócrata que no escatima esfuerzos para salvarles la vida. El neoliberalismo necesitaba reivindicarse en América Latina y Europa, ahora que, en la debacle, está siendo vapuleado por trabajadores europeos. Éstos pudieron ver en la televisión cómo gobiernos neoliberales salvan la vida de los trabajadores, no importa que los exploten, les reduzcan garantías laborales y pongan en peligro sus vidas. Chile, uno de los bastiones del capitalismo minero latinoamericano, queda como un país que bajo ese sistema ha dado un gran ejemplo de solidaridad, orgullo, patriotismo y eficacia...
- El mensaje subliminal no puede ser más cruel y opuesto a la lucha independentista: “héroes del bicentenario” son aquellos que sobrevivieron al hambre y la sed durante 70 días y que aceptan las ínfimas condiciones de seguridad en un trabajo arduo por un mísero sueldo. Así que sigan siendo explotados y esclavizados para enriquecer al patrón nacional o extranjero, el pueblo y su presidente velarán por sus vidas mientras aguanten.
“Qué buen país sería Chile si «el cobre fuese nuestro» como en la época de la Unidad Popular, el único momento en la historia del país en que los mineros tuvieron derecho a decidir sobre su seguridad y su trabajo. El único momento en que la riqueza del cobre no se la llevaban unas multinacionales rapaces y los mineros ganaban salarios dignos”.[4]


[1] Franck Gaudichaud, “Detrás de la euforia mediática, los hombres”, Le Monde Diplomatique, http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2010-10-14-mineurs-chiliens [2] http://www.telesurtv.net/noticias/secciones/nota/80064-NN/trabajadores-chilenos-de-la-mina-san-jose-protestaron-por-el-pago-de-liquidaciones/ [3] http://www.aporrea.org/tiburon/n167729.html [4] Gennaro Carotenuto, “El Chile virtual, el Chile real y sus mineros”, http://www.gennarocarotenuto.it/14245-il-cile-virtuale-il-cile-reale-e-i-suoi-minatori/

Tendríamos que aprovechar este antecedente para que todos los mineros del mundo se liberaran de la esclavitud. Revertirles el montaje mediático para que todos los pueblos en el mundo, según les obligaron a ver "lo buenos que son los gobiernos neoliberales" exijan buenos sueldos, medidas de seguridad y ese despliegue operativo cuando los mineros, en todo el mundo, sufran algún accidente. Pero por favor, no se dejen que les operen el cerebro provocándoles amnesia en beneficio de las rapaces empresas mineras que en complicidad con los gobiernos explotan a los trabajadores y arriesgan sus vidas por su codicia, además de entregarles los recursos del subsuelo a los privados nacionales y extranjeros.





No hay comentarios.: