domingo, febrero 06, 2011

Cruel vendetta por no alcanzar sus fines

Por Gloria Analco - Libertas-

Corrían los años noventa. Cuba enfrentaba su peor crisis económica, pero no sólo eso… también un inusitado recrudecimiento de la hostilidad de Estados Unidos que se tradujo en operativos militares para subvertir el orden interno.

Echó a andar entonces una estructura clandestina, de corte terrorista, denominada “Comisión de Seguridad”, por medio de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), con lo que trataba de reeditar viejas tácticas utilizadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para sembrar el caos en la isla.

Aquello se convirtió en un pandemónium, ya que además hicieron su aparición otros grupos como Comandos L, Ejército Libertador Cubano y Ejército Armado Secreto, para realizar más actos violentos.

La “comisión” se extendió hasta Centroamérica para aparentar que planeaba esas acciones fuera de Estados Unidos, como lo hizo la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, creada en 1976, cuando George Bush era director de la CIA.

Uno de sus integrantes reveló, años después, que él contaba con embarcaciones, aviones teledirigidos y abundantes explosivos, además de mercenarios reclutados en Centroamérica.

La escalada terrorista de los años noventa fracasó gracias al eficiente sistema de defensa de los revolucionarios cubanos, pero otros no pudieron ser evitados. En 1997 estallaron bombas en hoteles de La Habana y Varadero, perdiendo la vida el italiano Fabio Di Celmo.

Finalmente, esos comandos fueron neutralizados y la FNCA denunciada como la autora intelectual, lo que con pelos y señales proporcionaron los detenidos.

El gobierno de Fidel Castro trasladó al gobierno estadounidense evidencias que comprometían a esos grupos, sin que hiciera nada al respecto.

La CIA, de cualquier modo, ha sido intocable, máxime si tomamos en cuenta que esa agencia tiene sus antecedentes de frustración en lo que respecta a Cuba desde que George Bush estableció vínculos con los anticastristas cubanos en 1959, cuando él era alto oficial de la CIA, época en que organizó el financiamiento a los grupos de exiliados cubanos, y luego sería el encargado, en 1960, de reclutar a los cubanos que más tarde realizarían la invasión a Bahía de Cochinos.

Jorge Mas Canosa (ya fallecido) y Luis Posada Carriles trabajaron estrechamente con él en esos planes desde entonces.

Bush, además, fue parte importante de los que organizaron la Operación 40, considerada el primer plan de operaciones encubiertas de la CIA para destruir a la Revolución Cubana, por encargo de Ike Eisenhower, entonces Presidente de Estados Unidos.

Pero detrás de Bush padre ha estado siempre todo el aparato de espionaje y contraespionaje controlado por la ultraderecha norteamericana. Existen evidencias de que el ex Presidente Richard Nixon mantuvo estrechas relaciones con George Bush.

A Nixon se le vincula con los grupos de la ultraderecha norteamericana que ordenaron operaciones clandestinas, acciones de guerra y presiones económicas y diplomáticas contra Cuba, lo que retomó Bush con más ahínco cuando se convirtió, en 1989, en el cuadragésimo primer Presidente de la nación más poderosa, en pleno derrumbamiento del bloque socialista europeo.

Por tanto, esos grupos ultraderechistas han acumulado un sentimiento de impotencia que en política no tiene igual en el mundo, sobre todo porque nunca se han sentido débiles ni carentes de poder, todo lo contrario. Entonces sufren de una profunda sensación de frustración frente a la imposibilidad de lograr el derrumbe del régimen cubano.

Como nada ha podido librarlos de la impotencia, dejaron caer todo el peso de su frustración en cinco agentes cubanos que recababan información en Miami, entre los grupos paramilitares, para contener la ola de terrorismo contra Cuba, acusándolos falsamente de realizar espionaje que comprometía los intereses de Estados Unidos.

Las cortes norteamericanas fueron manipuladas por el entrante gobierno de George W. Bush, influyendo en el resultado de declarar culpables, en 2001, de “conspirar por cometer espionaje” y otros cargos a Fernando González, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y René González, a quienes les impusieron indebidamente condenas que van desde los 15 años a dos cadenas perpetuas.

Es, sin duda, una vendetta la que se ha cometido en este acto atroz que legalmente no tiene ni pies ni cabeza, lo cual sí tiene el hecho de que Estados Unidos ha alentado, financiado y tolerado la existencia de terroristas anticubanos en Miami, bajo la protección de los Bush. ¿Reparará este daño deliberado Barack Obama?

Resumen del último capítulo de su libro: "Fidel salió invicto del poder"
Enviado por su autora para Cuba coraje

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