MÉXICO, DF., 6 de mayo (Proceso).- El 10 de abril de 2006, al anochecer, un jet DC-9 aterrizó en Ciudad del Carmen, una localidad portuaria del Golfo de México. Los soldados mexicanos que lo esperaban para interceptarlo encontraron 128 valijas cargadas con 5.7 toneladas de cocaína, con un valor estimado de 100 millones de dólares. Pero algo más –mucho más importante y de mayor alcance– fue descubierto al rastrear el papeleo para la adquisición de la aeronave por parte del cártel de Sinaloa.
Durante una investigación de 22 meses realizada por la agencia antidrogas (DEA), el Servicio de Recaudación de Impuestos y otras dependencias gubernamentales de Estados Unidos, afloró que los traficantes de cocaína habían comprado el avión con dinero lavado a través de uno de los mayores bancos estadunidenses: Wachovia, ahora integrante del gigante Wells Fargo (WFC).
Las autoridades descubrieron miles de millones de dólares depositados en cuentas de Wachovia a través de transferencias bancarias, cheques de viajero y montos en efectivo tramitados por casas de cambio mexicanas.
De inmediato Wachovia fue puesto bajo investigación por no cumplir con un programa eficaz de control de lavado de dinero. Pero lo más significativo era que el periodo de referencia de los movimientos se había iniciado en 2004, coincidiendo con la primera escalada de violencia a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México que luego detonaría las actuales guerras del narcotráfico.
Cargos criminales fueron levantados contra Wachovia pero no contra algún individuo en particular; de cualquier modo el caso nunca llegó a la corte. En marzo de 2010, a través de la Corte de Distrito de Miami, Wachovia hizo el mayor acuerdo realizado bajo la Ley de Secrecía Bancaria de Estados Unidos.
Ahora que expiró el año de “aplazamiento” del juicio, el banco está expuesto al escrutinio público. Pagó a las autoridades federales 110 millones de dólares por permitir transacciones que posteriormente se demostraron relacionadas con el tráfico de drogas, y recibió una multa de 50 millones de dólares por no monitorear el efectivo que se usó para transportar 22 toneladas de cocaína.
Pero más escandaloso y más importante todavía es que Wachovia haya sido sancionado por no aplicar las disposiciones correctas contra el lavado de dinero a la transferencia de 378.4 mil millones de dólares –suma equivalente a un tercio del Producto Interno Bruto de México– a las cuentas de las llamadas casas de cambio (CDC) en México con las que el banco realizaba negocios.
“El flagrante desprecio de Wachovia hacia nuestras leyes bancarias le dio a los cárteles internacionales de la cocaína una virtual carta blanca para financiar sus operaciones”, dijo Jeffrey Sloman, el fiscal federal. No obstante la multa total significó menos de 2% de los 12.3 mil millones de dólares en ganancias que el banco obtuvo en 2009. El 24 de marzo de 2010 las acciones de Wells Fargo se cotizaron en 30.86 dólares, 1% más que durante la semana en que se saldó la demanda en la corte.
La conclusión del caso es sólo la punta de un iceberg que muestra el papel del sector bancario “legal” en el lavado de cientos de miles de millones de dólares –el dinero sucio del tráfico asesino de drogas en México y otras partes del mundo– a través de sus operaciones globales, y cuya fianza han tenido que pagar los contribuyentes.
Durante el pico de la crisis bancaria de 2008, Antonio María Costa, entonces jefe de la oficina para las drogas y el crimen de las Naciones Unidas, dijo que tenía evidencia para sugerir que el dinero proveniente de esas actividades ilícitas era “el único capital de inversión líquido” disponible para los bancos a punto del colapso. “Los créditos interbancarios fueron financiados con dinero derivado del tráfico de drogas”, dijo. “Hay indicios de que algunos bancos fueron rescatados de esa forma”.
Durante el crack de 2008 Wachovia fue adquirido por Wells Fargo, justamente en el momento en que este último se hizo beneficiario de unos 25 mil millones de dólares en dinero de los contribuyentes (…)
Instinto de policía
Durante la investigación del caso mexicano de Wachovia, The Observer obtuvo documentos previamente proporcionados a reguladores financieros. De éstos se desprende que la alarma (sobre posible lavado de dinero) que fue ignorada provino, entre otras partes, de Londres, como resultado de la diligencia de uno de los denunciantes internos más importantes de nuestra época. Un hombre que, en una serie de entrevistas con The Observer, agrega detalles a los documentos, desnudando la historia de cómo Wachovia estuvo en el centro de una de la operaciones de lavado de dinero más grandes del mundo.
Martin Woods, un cuarentón oriundo de Liverpool, ingresó en febrero de 2005 a la oficina londinense del Wachovia Bank como oficial de alto rango para el combate del lavado de dinero. Previamente había prestado sus servicios en la brigada antidrogas de la Policía Metropolitana. Como detective también participó en el equipo de investigación de lavado de dinero de la Brigada Nacional Anticrimen, donde trabajó en el lado británico del escándalo de lavado de dinero del Banco de Nueva York, a finales de los noventa.
Woods habla como un oficial de policía, en el mejor sentido del término: puntilloso, exacto, con un humor lleno de picardía, pero moral hasta el tuétano (…) Tenía el ojo y el instinto de un oficial de policía, no los de un banquero. Y esto influía no sólo en sus métodos, sino en su mentalidad (…)
Cuando Woods hizo una revisión de Wachovia, lo primero que notó fue una deficiente información sobre sus clientes (…) Hacia agosto de 2006 Woods había identificado una serie de transacciones sospechosas relacionadas con clientes de casas de cambio en México. Estas incluían, sobre todo, depósitos de cheques de viajero en euros. Tenían números secuenciados y los depósitos eran por montos muy superiores a los que cualquier viajero inocente podría necesitar; la información que proporcionaban sobre los clientes era inadecuada o nula y las firmas resultaban dudosas para un ojo entrenado.
“Era un trabajo elemental”, afirma. “No respondían a las preguntas obvias: ‘¿La transacción es real o parece artificial? ¿Cubre el cheque de viajero todos los protocolos? ¿Está todo lo que debe ahí y, si no, por qué?’”
Woods discutió el asunto con la jefatura global de Wachovia para lavado de dinero en sistemas bancarios correspondientes, que opinó que los cheques podían significar evasión de impuestos. Luego emprendió lo que los bancos llaman una “retrospectiva” de transacciones previas y consideró que había elementos suficientes para presentar una serie de reportes de actividades sospechosas (RAS) a las autoridades del banco en el Reino Unido y a sus superiores en Charlotte, instando al bloqueo de las firmas mencionadas y de grandes series de cheques de viajero con números secuenciados procedentes de México.
En 2006 elaboró una considerable cantidad de RAS de los cuales 50 se referían a casas de cambio mexicanas. Para su sorpresa, la oficina de Wachovia en Miami, el centro de los negocios con América Latina, fue todo menos un apoyo; más bien, sintió él, fue todo lo contrario.
Sin embargo, como salió a relucir más tarde, Woods estaba sobre la pista correcta. Los negocios de Wachovia en México eran sometidos por las agencias federales de seguridad de Estados Unidos a un escrutinio cada vez más estrecho. Wachovia recibió una serie de citatorios para que informara sobre sus operaciones en México. Posteriormente Woods fue informado de que Wachovia había recibido de 6 mil a 7 mil citatorios. “Éste es un número absurdo”, opina, “¿entonces hasta qué punto se necesita llegar para que alguien del más alto nivel se percate de que algo anda mal, pero muy mal?”.
La punta del “iceberg”
En abril y mayo de 2007, como resultado del creciente interés y la creciente presión de la procuraduría federal estadunidense, Wachovia empezó a cancelar su relación con algunas de las casas de cambio. Pero en lugar de emprender una investigación interna sobre las alertas enviadas por Woods en relación con México, éste alega que Wachovia puso a su propio experto en lavado de dinero en la congeladora. Los registros muestran que durante 2007 Woods “continuó presentando RAS relacionados con las casas de cambio”.
De pronto, en julio de 2007 las 10 restantes casas de cambio mexicanas clientes de Wachovia que operaban a través de Londres, dejaron de hacerlo. Más adelante ese mismo año, cuando la investigación sobre Wachovia trascendió a los medios financieros de Estados Unidos, el banco decidió dar por terminadas todas sus relaciones con las casas de cambio mexicanas a escala global.
En ese momento Woods sintió que su situación personal dentro del banco era insostenible; mientras, por un lado, el banco actuaba para protegerse de las investigaciones federales sobre sus deficiencias, por el otro, se volteaba contra el hombre que había estado entre los primeros en detectarlas.
El 16 de julio la jefatura de regulación interna del banco dijo a Woods que su último RAS no debía haber sido presentado, que él no tenía atribuciones legales para investigar un caso del otro lado del Atlántico y que tampoco tenía derecho a tener acceso a los documentos conservados fuera de Gran Bretaña, aun si eran detentados por Wachovia.
La vida de Woods entró en caída libre. Fue a dar al hospital con una hernia discal, se reportó enfermo y el banco le dijo que no lo había hecho de manera correcta, tal como lo estipulaba el manual de empleados. Estuvo ausente durante tres semanas y regresó al trabajo en agosto de 2007 para encontrarse con una carta del director ejecutivo de regulación interna del banco, que era implacable en su tono y expresiones amenazantes (…) Woods, al borde del colapso, fue puesto bajo licencia por enfermedad por su médico; después se le dio un tratamiento psiquiátrico, se le incorporó a un curso de manejo de stress y se le medicó.
A finales de 2007 Woods (…) buscó a un representante de la DEA y le contó sobre las casas de cambio, los reportes de actividades sospechosas y la reacción de sus empleadores. Después de eso, la Reserva Federal y funcionarios de la oficina de control de divisas en Washington “pasaron un buen rato examinando los RAS” que Woods había enviado a Charlotte desde Londres. “Un tiempo después volvieron a entrar en contacto conmigo y empezamos a juntar las piezas del rompecabezas”, rememora Woods.
Lo que encontraron –como dijo Costa– fue sólo la punta del iceberg de lo que estaba pasando con el dinero de la droga dentro de la industria bancaria; pero por lo menos era visible y tenía un nombre: Wachovia.
En junio de 2005 la DEA, la división criminal del Servicio de Recaudación de Impuestos y la oficina de la procuraduría federal en el sur de Florida empezaron a investigar las transferencias bancarias de México a Estados Unidos. Estas remitieron a cuentas de banco sostenidas por casas de cambio en Wachovia. Las cuentas de las CDC eran supervisadas y manejadas por una unidad de negocios del banco en sus oficinas de Miami.
“A través de las CDC”, señalaba el documento de la corte, “las personas en México pueden utilizar divisas duras (…) y transferir el valor de éstas a cuentas de banco estadunidenses para adquirir bienes en Estados Unidos u otros países”. La naturaleza del negocio de las CDC da a quienes lavan dinero la oportunidad de mover los dólares del comercio de drogas que están en México a las casas de cambio y, en última instancia, al sistema bancario de Estados Unidos.
“En numerosas ocasiones”, dicen los papeles de la Corte, “diversas cantidades de dinero fueron depositadas en las CDC directamente por organizaciones del narcotráfico. Luego, utilizando identidades falsas, las CDC transfirieron el dinero a través de sus correspondientes cuentas bancarias en Wachovia para adquirir aviones para los narcotraficantes”.
El acuerdo alcanzado en la Corte en 2010 detallaría que “cerca de 13 millones de dólares pasaron por las correspondientes cuentas bancarias de Wachovia para la adquisición de aeronaves que serían utilizadas en el tráfico ilegal de drogas. En estas aeronaves se confiscaron más de 20 mil kilogramos de cocaína” (…)
Perdón judicial
“Desde 2004”, se lee en el acuerdo de la Corte, “Wachovia entendía el riesgo que conllevaba hacer negocios con las CDC mexicanas (…) Desde julio de 2005 Wachovia sabía que otros grandes bancos de Estados Unidos se estaban retirando del negocio con las CDC, motivados por las preocupaciones relacionadas con el lavado de dinero… a pesar de estas advertencias Wachovia permaneció en el negocio”.
Los documentos muestran a Wachovia proporcionando tres tipos de servicios a las casas de cambio en México: transferencias bancarias, un “servicio para grandes cantidades en efectivo” y un “servicio de depósito en caja” para instrumentos emitidos por bancos estadunidenses, por ejemplo cheques comunes o cheques de viajero”, tal como lo detectó Woods.
“En el periodo que comprende del 1 de mayo de 2004 al 31 de mayo de 2007, Wachovia procesó por lo menos 373.6 mil millones de dólares en CDC y 4.7 mil millones en grandes cantidades de efectivo”, un total de 378.3 mil millones de dólares, cantidad que empequeñece los presupuestos que debaten las autoridades locales de Estados Unidos y el Reino Unido para proporcionar servicios públicos a sus ciudadanos.
El documento de la corte ofrece una fascinante oportunidad de observar cómo funciona por dentro el lavado de dinero proveniente de la droga. Detalla cómo los investigadores “encontraron fácilmente evidencias identificables de focos rojos correspondientes a un lavado de dinero en gran escala”. Había “transferencias bancarias estructuradas” por lo que “era común encontrar en las cuentas de las CDC transferencias en números redondos hechas el mismo día o en una sucesión de días cercanos, por los mismos remitentes y (…) a las mismas cuentas”.
A lo largo de 10 días, 10 transferencias hechas por cuatro individuos “pasaron por Wachovia para ser depositadas en la cuenta de un agente de aeronaves. Todas estas transferencias estaban en números redondos. Ninguno de los individuos que hicieron la transferencia tenía relación alguna con la aeronave o con la entidad que presuntamente era su propietaria. La investigación reveló posteriormente que todas las identidades de los individuos que enviaron el dinero eran falsas y que la empresa era una entidad encubierta. Ese avión posteriormente fue confiscado con aproximadamente 2 mil kilos de cocaína a bordo”.
Muchos de los cheques de viajero numéricamente secuenciales, del tipo que identificó Woods, mostraban “marcas inusuales” o “carecían de una firma legible”. Por otra parte, “muchas de las CDC que utilizaron el servicio para grandes montos en efectivo de Wachovia enviaron cantidades superiores a lo que el mismo banco hubiera esperado; más específicamente, muchas de las CDC excedieron su actividad mensual en por lo menos 50%”.
Según reseña el documento, “las violaciones encontradas fueron serias y sistemáticas, y permitieron a ciertos clientes lavar millones de dólares procedentes de la venta de drogas ilegales a través de las cuentas de Wachovia, durante un periodo prolongado. La investigación identificó que por lo menos 110 millones de dólares provenientes del narcotráfico fueron canalizados a través de las cuentas que las CDC tenían en Wachovia”.
El acuerdo termina con la discusión sobre “la considerable cooperación y las acciones de remedio” de Wachovia desde que se inició el proceso, luego de que el banco fue comprado por Wells Fargo. “En consideración a las acciones de remedio emprendidas por Wachovia”, concluye el fiscal, “Estados Unidos recomienda a la corte que (...) sobre la base de la información recogida, el juicio de Wachovia (...) sea aplazado 12 meses”.
Lo que se llama “aplazamiento del juicio” en el documento de Miami es una forma de libertad condicional a través de la cual, si el banco acata la ley durante un año, los cargos son abandonados. Por lo tanto, este marzo el banco ya no estaba bajo sospecha.
Woods destaca que estas sumas millonarias “son el producto de los asesinatos y la miseria en México, y de las drogas que se venden alrededor del todo el mundo”. Según él, toda la gente encargada de aplicar la ley quería que el caso llegara a tribunales, pero nadie va a la cárcel. “¿En qué contribuye el acuerdo para combatir a los cárteles? En nada. No facilita las tareas de seguridad y alienta a los cárteles o a cualquiera que quiera hacer dinero a lavar sus dólares sucios. ¿Dónde está el riesgo? No hay ninguno”.
Y concluye: “¿Es del interés del pueblo estadunidense alentar tanto a los cárteles como a los bancos de esta forma? ¿Es del interés del pueblo mexicano? En realidad es sencillo: si no ves una correlación entre el lavado de dinero por parte de los bancos y las 30 mil personas asesinadas en México no estás entendiendo nada”. (Traducción: Lucía Luna)
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