Ya sin el menor rubor, sin un asomo siquiera de decencia, Vicente Fox
le vino a asestar otro golpe a la democracia, a la intentona de alguna
vez contar con elecciones confiables. Su llamado a los panistas para
votar por quien se dice puntero en la contienda, es decir por el priísta
Enrique Peña Nieto, no es otra que la versión dos de lo que él mismo,
desde la casona de Los Pinos y utilizando el poder presidencial y el
dinero de las arcas públicas, realizó con el fin de llevar a Felipe
Calderón primero a darle alcance a López Obrador y, después, con mejores
cifras, llevar a cabo el gran fraude electoral del 2006. Su
intervención en el proceso y lo dañina de ésta fue reconocido a
destiempo por quienes fungieron o mejor dicho fingieron ser autoridades
en ese momento y ahora, ya sin lo que muy poco le importó, la crítica o
el señalamiento directo, vuelve a las andadas, se ubica en el centro de
una contienda de la que ha recibido fuertes beneficios económicos
facturados a través del Centro Fox.
Lilia Arellano
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Ahora sí hay forma de asegurar que “los demonios andan sueltos”. Y es
que tal parece que el comportamiento de los políticos busca aparecerse a
la de los que conocen del manejo de las energías y algunos los llaman
“brujos”. Estos, en su ignorancia, en la mayoría de los casos no están
conscientes de las energías que ponen en movimiento y menos aún saben
cuáles serán los resultados, los efectos, las consecuencias. Vemos en el
presente como unos y otros, en la desesperación, cambian y mueven
estrategias y convocan a marchas, a mítines en los que quienes
participan se saben parte de una comparsa y con sus declaraciones para
justificarse a sí mismos provocan el enojo y la reacción de los
contrarios. Son momentos en los que estas recetas no hacen cambiar las
opiniones y están llevando a terrenos peligrosos las reacciones.
Habrá que estar muy atentos al debate y a los movimientos que faltan
por gestarse ya que señalamientos y acusaciones han sido bastantes, sin
que se vea en ellos la reacción de llevar a cabo investigaciones que
rebelen que si se han cometido actos ilícitos, si se ha abusado del
poder, si se han cometido arbitrariedades, se contemplen castigos. La
riqueza de los ex gobernadores priístas ha estado desde el momento en el
que arribaron al poder a la vista de todos. No la han visto ni los han
perseguido los que se convirtieron en sus cómplices, pero para los
ciudadanos todos han estado, desde siempre, muy claro. Es más, ellos
mismos han presumido de sus voluminosos patrimonios entre su propia
gente, entre los que han sido defraudados una y otra vez. En una campaña
electoral, cuando salen a relucir de nuevo todos los cochupos y los
montos de las fortunas, a los delitos los llaman golpes y guerra sucia
electoral, pero ni antes, ni ahora y tal vez ni después se ve que les
pongan ni remedio ni castigo.
Mal se ve Peña Nieto agradeciendo a Vicente Fox, a la ignorancia
convertida en hombre, al primer mandilón de México, al portento del
Prozac, un apoyo que lo que debería de provocarle es vergüenza ante el
desatino de su mandato al cual él mismo ha calificado dentro de la
incompetencia en todos los órdenes, subrayando el de la inseguridad. Ni
que decir de la reciente adhesión de otro “honorable” blanquiazul, de
Manuel Espino, a quien no le basta ser yunquista, foxista de hueso
colorado –el dio el primer paso para que luego su patrón entrara de
lleno ya en un terreno abonado-, borrachito y ahora hasta ejemplo en el
Distrito Federal de que no hay contemplaciones cuando se conduce en
estado de ebriedad. Su estancia en el célebre “torito”, lugar aborrecido
por las sexoservidoras debido a su permanente hospitalidad, ya lo marcó
y se llevó entre las patitas al mexiquense. Todo por no saber, como
decía mi abuela, “decir: no”.
Ya veremos que es lo que van a hacer cuando vean llegar las acciones y
las reacciones porque los del IFE, por ejemplo, no hicieron ninguna
declaración de invalidez sobre las cuentas de gastos de campaña que
supuestamente ya tenía aprobadas el PRI y en cambio si se aprestaron a
señalar que las del candidato de las izquierdas hechas públicas no
existían en sus archivos y, por lo tanto, no estaban validadas. La
pregunta flotó en el aire ¿y las otra sí? La respuesta en un sentido o
en otro tendría que haber sido pública y simplemente no lo fue, ¿por
qué? Así que si piensan en que están ayudando al puntero, parece que han
escogido el camino más equivocado y que mientras se rasgan las
vestiduras y la garganta hablando de tranquilidad, de paz, de unidad, es
exactamente lo contrario lo que con sus actuaciones están provocando.
Así, en tanto que las cuentas del Estado de México siguen en la
opacidad y don Arturo Montiel totalmente liberado de culpas, los
priístas demandan que el de las izquierdas transparente los gastos que
debe haber realizado en sus giras del 2006 al 2012, y sacan sus propias
cuentas y multiplicaciones y sumas y exigen que la asociación civil
Honestidad Valiente transparente sus cuentas bancarias, cuando en este
caso los ingresos provienen de donativos y en el del mexiquense son
nuestros impuestos. ¿Gran diferencia, no? Es con este tipo de acciones
con las que puede verse la desesperación, la histeria, el miedo que ha
empezado a despertar el no haber contemplado desde ningún ángulo una
contienda cerrada o tal vez una derrota.
Enfrascados como están en esta pelea que consideran “a morir”, ya
hasta involucraron a don Napo, a Gómez Urrutia, al todavía líder de los
mineros en el asunto del financiamiento de campañas de AMLO y hablan
hasta de un “posible pacto” entre el tabasqueño y el heredero del
SNTMMSSRM en el que se incluyeron nada más y nada menos que 55 millones
de dólares. O sea que la consigna es “difama que algo queda” y, lo que
está quedando es un malestar y una provocación que habrá que medir si
tendrá límites. Porque, por otra parte, el diputado petista Jaime
Cárdenas señala que pedirá al IFE que investigue en que se aplican 230
millones de pesos que los grupos parlamentarios de la Cámara de
Diputados han repartido, de los cuales 100 millones de pesos son para
actividades legislativas y se entregan cuando éstas se encuentran a
punto de concluir.
De todo lo anterior puede desprenderse que, para que tengamos cuentas
claras, todavía habrá que esperar y mucho tiempo en tanto que para ver
las reacciones solo quedan unas cuantas semanas.
Lilia Arellano
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