Carlos Montemayor
La Jornada
Cuando una construcción de ingeniería civil se colapsa, se fractura o se cuartea, es necesario tomar una muestra aleatoria de la construcción para confirmar el nivel de las fallas estructurales y la composición de los materiales mismos que debían asegurar su resistencia. Este procedimiento suele seguirse para comprobar si los puentes o edificios construidos adolecen de una insuficiente composición de cemento, concreto, grava, arena o acero; si los materiales empleados han sido mal calculados o, peor aún, para confirmar si se incorporaron en el porcentaje debido en cantidad o equilibrio o con el nivel de calidad que el contrato, los planos o los compromisos de los constructores habían planteado o prometido.
Las muestras de muros, estructuras, soportes o vaciados para este tipo de análisis suelen tomarse al azar y, particular y dolorosamente, cuando el puente o el edificio se han colapsado o fracturado de manera irreparable. En estos casos, los resultados de los análisis del muestreo sólo son útiles para deslindar o fincar responsabilidades civiles y penales. Cuando el muestreo se efectúa antes de la entrega de las obras, estamos ante un buen ejemplo de prevención.
Sin embargo, el supuesto esencial del muestreo resulta claro para todos los interesados en confirmar el estado real de la composición o de la resistencia de los materiales de la construcción. El supuesto es el siguiente: los resultados del análisis de una muestra son aplicables (es decir, son extrapolables, o si se quiere, son representativos) a la totalidad de la construcción. Es decir, las fallas que el análisis revela en la muestra reflejan o corresponden a la falla de la construcción entera.
A ningún ingeniero, a ningún analista de un muestreo así, con un puente o un edificio colapsado o fracturado, se le ocurriría pensar que corrigiendo los errores de la muestra se conseguiría corregir automáticamente la totalidad de la edificación. Ajustar la muestra o el espacio vacío que dejó la muestra, en términos aritméticos, o en términos de una nueva composición de los materiales, o en función de un ajuste aritmético para proponer un nuevo cálculo de resistencia de materiales, no recompone el puente o el edificio en su totalidad. Pensar que con esos ajustes en la muestra se corrige la edificación entera sería ineptitud, ignorancia o mala fe. Por decir lo menos, pensar de otra manera sería ingenuo.
Pues bien, así han actuado, para deshonra de la construcción de la democracia en México, los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Comenté hace días que la estadística es una herramienta muy importante para gobernantes, científicos y empresarios. Comenté que los datos estadísticos podían ser mal interpretados o utilizarse tendenciosamente para sustentar conclusiones falsas. En este sentido, también el análisis de una muestra es fundamental para la obtención de resultados válidos. En el caso de la muestra de 11 mil 980 casillas, hubo más de 60 por ciento de errores de conteo e imprecisiones. Por extrapolación, como en el análisis de las muestras en un puente o en un edificio colapsados o fracturados, debemos concluir que la gran mayoría de las casillas se encontrarán en las mismas condiciones.
Lo grave en este caso no fueron los errores propiamente aritméticos, sino la reiteración sistemática de casillas en las que hubo más boletas de las que se disponían para ellas, o más votos que los ciudadanos empadronados, o menos votos pero sin boletas no usadas. La incidencia de este tipo de errores es señal de una falla en el sistema. No haber tomado en cuenta como fallas del sistema estos "errores", no haberlos valorado como errores de un patrón sistemático, fue un grave error del tribunal. No sólo histórico o político, sino de valoración jurídica.
El puente de la democracia se ha colapsado en manos de los actuales magistrados del Tribunal Electoral. Pero los magistrados del tribunal optaron por corregir aritméticamente la muestra analizada y prefirieron hacernos creer que con ese ajuste en la muestra el puente colapsado se ha reconstruido completamente. ¿Intención absoluta de imparcialidad? ¿Ineptitud o ingenuidad? ¿La versión más reducida o cándida de legalidad (o mejor, de legalismo) es el camino más corto entre una falla sistemática y el colapso institucional?
Comentario: Esta es una excelente analogía, ojalá todos los mexicanos la entendieran. Reenvíenlo a quienes aún no les queda claro.
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