Ciudad Perdida
Miguel Angel Velázquez
La Jornada
Acuerdo jurado entre panistas y priístas
Montan tinglado para justificar represión
La marcha de los miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) se convertirá, seguramente, en el siguiente pretexto para condenar al Gobierno del Distrito Federal actual, y para señalar al entrante.
Como zopilotes en espera del deceso, los voceros de la derecha claman sangre. En casi todos los espacios de discusión se habla de la represión legal como la única forma de acabar con el movimiento magisterial oaxaqueño, al que se sumaron muchos pobladores de aquella entidad, y se les olvida, porque así les conviene, cuáles son las razones que llevaron a la protesta.
La suma de quienes exigen la desaparición forzada del movimiento no parece congruente. ¿Cuánto debe costar el que Ulises Ruiz siga en el poder? ¿Cuál será el equivalente en golpes, privación de la libertad y persecución de opositores respecto del jurado acuerdo entre priístas y panistas para evitar que un gobernante caiga por mandato popular?
Todo esto parece dibujar el escenario de un miedo inmenso, de un temor enfermizo de la derecha a las decisiones de la gente, que concluye que más vale un pueblo reprimido que un pueblo con decisiones. Hasta el cansancio se ha escuchado las voces que advierten que si el pueblo de Oaxaca tumba a Ulises Ruiz, el pueblo de México podrá tumbar a Felipe Calderón.
Y frente a esa conclusión, se resuelve el uso de la macana. Y el mejor lugar, para las intenciones del represor, es sin duda la ciudad de México, porque es a sus autoridades policiacas a las que se les pedirá impedir la manifestación de descontento de los oaxaqueños en las calles del Distrito Federal.
Hasta ahora, desde el gobierno de la ciudad se ha dicho que se respetará a los grupos en rebeldía, pero desde la derecha, por ejemplo la Cámara de Comercio de la Ciudad de México, apenas se supo que la APPO venía en camino, se lanzó a responsabilizar a las autoridades del Distrito Federal de los supuestos desequilibrios urbanos que pudiera provocar la llegada de los oaxaqueños.
La idea es buscar, a como dé lugar, el pretexto para golpear al gobierno de Alejandro Encinas y, por ahí, desacreditar los movimientos populares, como la Convención Nacional Democrática que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Es muy probable que la sordera de las autoridades haya aumentado la necesidad de los 3 mil de la APPO que vienen en camino, y que llegarían a la ciudad en diez días, de ser escuchados, aunque todo haga suponer que es aquí, en la capital, donde se abrirá la trampa.
Las presiones hacia las autoridades capitalinas aumentarán conforme pasen los días, aunque los oaxaqueños aún no hayan arribado al asfalto citadino, es decir, desde ahora y hasta que el conflicto deje de manifestarse en la ciudad, el juicio en contra del Gobierno del Distrito Federal ya está hecho, y se le consideró culpable. Y si no, nada más hay que esperar un ratito.
Está desatada
Las amenazas de la derecha en contra de sus supuestos enemigos de clase, los pobres, se hacen cada vez más evidentes. Antes fueron los espots, ahora se trata del comercial de jugos Del Valle, en el que se muestra a un joven que lleva en la mano un machete e interrumpe, entre gritos y saltos, el tránsito en un cruce vehicular. Los automóviles no avanzan, se pretende una congestión y, de pronto, desde las alturas, un enorme envase de jugo con el nombre de la empresa le cae encima y lo aplasta.
Ahí queda el mensaje. Ese es el odio.
Comento: Sí, ese es el odio. Sin embargo, basta haber ido al grito en el D.F. y a la CND para confirmar que si por un lado se cultiva el odio, por el otro se está cosechando amor. Es una forma natural, diríamos, de que la naturaleza humana establezca un equilibrio. Si la balanza se inclina aunque sea tantito del lado amoroso, lo cuál en términos de sobrevivencia y atendiendo a las leyes de la conservación de la especie, es lo tendría que prevalecer, ganaremos. Por fortuna tenemos a un Encinas.
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