jueves, noviembre 09, 2006

Desastre continuista ¿hay alternativas?

John Saxe-Fernández (saxe@servidor.unam.mx)

Aunque después del fraude electoral del 2 de julio Felipe Calderón no cuenta ni con legitimidad ni con mandato para ahondar el esquema económico que lacera la integridad económica de millones de hogares mexicanos y depreda el patrimonio nacional, son abundantes sus declaraciones que revelan un insensato intento por proseguir con los compromisos pactados con los grandes intereses monopólicos de dentro y de fuera del país. Desde 1910 no han sido tan graves los riesgos para la estabilidad y la paz social de México como hoy, con la industria y sus encadenamientos desarticulados por 24 años de aperturismo comercial unilateral, y con un campesinado y su agricultura abandonada, desfinanciada, desmecanizada y arruinada y la autosuficiencia alimentaria hecha añicos. Agréguese a esto una notoria capacidad del "modelo" para generar desempleo, pobreza e informalidad, así como más polarización del ingreso y se percibirá por qué la continuidad del programa oligárquico-imperial es ya un asunto policial militar. San Salvador Atenco, Lázaro Cárdenas y Oaxaca son señas irrefutables de que ingresamos a una zona crítica de turbulencia sociopolítica grave.

Los bombazos recientes muestran la vulnerabilidad ante grupos armados reales u operaciones negras de "provocación-represión" del aparato de Estado. Los escenarios son potencialmente desastrosos, ya que existen signos claros de que la economía de Estados Unidos se desacelera, afectando la generación de empleo mientras aumentan los millones de mexicanos expulsados del país que se topan con una ofensiva antimigratoria que se acrecienta con el atasco económico previsto. Calderón asegura la continuidad de la incapacidad para generar empleo, alimentos y seguridad. La fórmula explosiva incluye la continua desregulación de los flujos de capital, más empréstitos y el aperturismo comercial y a la inversión extranjera directa (IED) especialmente en el vital sector petroeléctrico. Todo ello parte nodal del recetario del FMI-Banco Mundial (BM). Las privatizaciones de cientos de empresas públicas y de los bancos, y las fusiones y alianzas estratégicas de las firmas privadas nacionales con corporaciones foráneas no han sido sino el mecanismo y estación de paso para su sumisión económica y tecnológica al extranjero.

Proponer que la continuidad del esquema impulsado por la oligarquía y el BM-FMI nos sacará del atolladero, y peor, la falacia de que es la vía para lograr el "desarrollo", carece de sustento ante en desastre ya generado y de cara a la experiencia histórica.

Calderón asevera que la IED es necesaria "porque es una inversión física que genera empleo" y que, "con la excepción de Corea del Norte"... "así proceden los países del mundo para desarrollarse". Pero no es así: no es lo que hicieron ni Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, etcétera, o los países de industrialización reciente como Corea del Sur, Taiwán, Singapur y China. Despegaron a base del ahorro interno que aquí se despilfarra en rescates y en una brutal tributación a favor de países como Estados Unidos y España , protegieron y ampliaron sus mercados internos, y jamás con recetas como las del FMI-BM. Menos desregulando y privilegiando a la IED, como con torpeza se formalizó en el TLCAN. Es urgente el cambio de política económica, por otra orientada a fortalecer el mercado interno, a proteger el aparato productivo y a restablecer y ampliar los enlazamientos productivos para garantizar la expansión del empleo.

Chalmers Johnson, cuya obra sobre el capitalismo asiático en los sesentas y setentas es consulta obligada, muestra que, en los hechos, los países desarrollados protegieron sus mercados domésticos usando barreras arancelarias y no-arancelarias. Nos recuerda, por ejemplo, que Inglaterra aceptó el libre mercado hasta la década de 1840 cuando ya era potencia industrial dominante y que Estados Unidos, entre 1790 y 1940, fue la economía más protegida del mundo. Y qué decir de Corea del Sur, el otro país de la península coreana no mencionado por Calderón, que, sin una gota de petróleo, tiene, junto con Japón, más capacidad de refinación petroquímica que todos los países de la OPEP. En las décadas de 1970 y1980, dice Johnson, "Corea del Sur fue el único país del mundo donde no circulaba un solo automóvil japonés", ya que el gobierno, junto al empresariado, protegía y nutría su propia automotriz.

Esos países han sido exitosos porque no aplicaron el diseño neocolonial del FMI-BM, sino, grosso modo: el control a las importaciones, a los flujos de capital y a la IED y su participación en la bolsa de valores; usaron subsidios y créditos, incluso a tasas de interés negativas a favor de industrias claves; aplicaron fuertes subsidios en especial a las exportaciones, así como una política muy activa de apoyo estatal al desarrollo científico-tecnológico; promovieron y abrigaron a conglomerados industriales nacionales en áreas estratégicas (automovilística, electrónica, etcétera), y usaron de manera amplia guías administrativas para auspiciar, coordinar y evaluar la acción de las firmas.

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