lunes, enero 15, 2007

Y sin embargo, se mueve

Gustavo Esteva

El gobierno federal persiste en tratar como organización a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Parece creer que la forman masas dóciles conducidas por un pequeño grupo de dirigentes. Con ellos quiere concertar o imponer acuerdos. También parece suponer que basta encarcelar a algunos de ellos y perseguir a los demás para liquidarla: muerto el perro acabaría la rabia.

En una organización, un sindicato o un partido los dirigentes conducen o controlan a sus miembros y los movilizan o contienen. Son funciones que les corresponden. Como tienen la facultad de representar al conjunto y negociar en su nombre, pueden también traicionarlo o apartarse de su voluntad.

En movimientos sociales como la APPO surgen a veces líderes carismáticos o simbólicos que cumplen funciones importantes, pero no son dirigentes. Algunos, como Martin Luther King o Che Guevara, ganan batallas después de muertos, a la manera del Cid. Pero nunca son representantes. No pueden negociar en nombre del movimiento o sustituir su voluntad.

La APPO nunca ha tenido dirigentes o líderes. No lo eran los miembros de la coordinación provisional. Tampoco lo son los integrantes de su Consejo, que nunca se ha reunido ni siquiera el día de su constitución. Ni juntos ni separados representan a la APPO. Las funciones de orientación y coordinación que pueden cumplir bajo ciertas circunstancias no equivalen a dirección o conducción. Tampoco son responsables de cuanto hacen quienes actúan en su seno. Un juicio justo encontrará imposible atribuir a los "dirigentes" presos delitos achacados a la APPO. Por eso son presos políticos.

Los movimientos sociales y políticos no son manejables o controlables. Las autoridades, los acontecimientos o ciertos "líderes" (si existen) pueden influir en ellos, pero no manipularlos. Y sólo se extinguen cuando se han modificado las condiciones que les dieron origen. (Aplastarlos es como podarlos. Algunos, como el del 68, ganan batallas después de ser destrozados.)

Los movimientos carecen de propósitos, metas o modelos. Tienen motivos o razones, fuerzas que los impulsan en cierta dirección. Se definen por convergencias críticas del estado de cosas desde una gran heterogeneidad. Evitan la uniformidad y las formas partidarias, para tomar la forma de un NO, con muchos SÍes: un rechazo común y una variedad de afirmaciones, proyectos, ideales.

Movimientos muy conocidos, como el ambientalista o el feminista, ilustran bien estos rasgos. Mantienen su vitalidad y acrecientan su fuerza porque a pesar de sus logros persisten sus motivos: la destrucción ambiental o la opresión y discriminación de la mujer. Se manifiestan a veces en explosiones puntuales: contra un daño ambiental específico, contra feminicidios concretos. Pero actúan de modo continuo, de mil maneras distintas, sin dirigentes, estructuras formales o definiciones únicas.

La APPO es un movimiento social y político de gran profundidad social e histórica y enorme alcance. Participan en él muy diversas personas, grupos y organizaciones. Entre éstas hay algunas de corte partidario, que pertenecen a organizaciones nacionales, intentan llevar a la APPO al molino de su causa o ideología y han tenido en los mecanismos de coordinación de la APPO un peso mayor a su importancia real. Pero nadie está a cargo. Nadie representa a la APPO. Nadie dirige o regula las iniciativas de quienes forman parte de ella.

Ulises Ruiz es una expresión enfermiza y exacerbada del régimen corrupto y autoritario que los oaxaqueños no están dispuestos a tolerar por más tiempo. El rechazo a su presencia, que detonó el movimiento y sigue aglutinándolo, no es su motor ni su destino. La APPO seguirá luchando para deshacerse de él porque es un obstáculo insoportable en su camino. Pero avanza ya sobre su cadáver político para abonar con él las transformaciones que son su verdadera razón de ser.

La APPO se ocupa de la reforma del Estado, si como tal se entiende una transformación completa de leyes, instituciones y comportamientos sociales, para establecer un régimen adecuado a las realidades de Oaxaca tras deshacerse de la estructura caciquil y mafiosa prevaleciente hasta ahora. Impulsa estos cambios de modo pacífico y democrático, de cara a la sociedad, no en los pasillos del poder. No los negocia en una oficina de Gobernación, ni los procesa con esbirros de Ulises, en sus oficinas o el actual Congreso local, que en vez de cambios haría una metamorfosis grotesca.

El movimiento continúa. La brutal represión inhibió algunas de sus manifestaciones, cuando buscaba su cauce natural, pero no lo detuvo. Río arriba se siguen acumulando fuerzas incontenibles que buscan de nuevo su cauce. El desafío es que lo encuentren a tiempo y se evite así un desbordamiento arrasador que podría ser muy destructivo.

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