lunes, abril 09, 2007

Infancia maltratada, futuro sombrío

Editorial

En el México actual, los niños están bajo ataque, expuestos a una serie de factores que, sin duda, afectan su formación. La violencia, la corrupción, el juego sucio, la trampa vil, la búsqueda desenfrenada del interés personal que permean nuestra sociedad tienen, sin duda, una influencia perjudicial en los niños. Lo ocurrido en Cancún ayer domingo, cuando un grupo de niños provocó una gran movilización policial mientras jugaba a los secuestrados, revela las situaciones a las que se exponen los niños en este país y cómo les afecta todo lo que sucede en la sociedad. Tales influencias podrían generar ciudadanos irresponsables o criminales, condenando a nuestra sociedad al retraso permanente.

No hay que perder de vista que ese tipo de agresiones contra la niñez vulneran aspectos importantes como la educación, la seguridad y el derecho a una vida plena, sin carencias ni miedo ni abusos de por medio, entre otros. La ausencia de esos derechos, sin duda, coloca a la niñez en un estado de indefensión y menoscaba la capacidad de los menores para salir adelante y establecer los cambios que requiere el país.

Pero lejos de establecerse las condiciones para el pleno desarrollo de los infantes, la realidad es que ahora enfrentan peligros cada vez mayores, que están a la vuelta de la esquina.

La pobreza es un factor determinante para incrementar los riesgos para la niñez. De acuerdo con datos de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para la Infancia, de los 52 millones de mexicanos que viven en la pobreza, 24.7 millones son niños, los cuales están expuestos a abusos y maltratos: 16 mil niños y niñas ejercen la prostitución; 80 por ciento de los cuales tienen entre 10 y 14 años. Además, 3 millones de menores de entre seis y 14 años trabajan. En este contexto, los niños viven en una situación permanente de discriminación y exclusión que los condena a una vida complicada, cuando menos.

La falta de educación es otro factor que atenta contra el futuro de la infancia mexicana. Se trata de un elemento que debería proveerles de herramientas sólidas para enfrentar la vida con dignidad, para salvaguardar su propia integridad. Pero no es así. Para empezar, el sistema educativo mexicano no garantiza la escuela para todos, como contempla la Constitución. Las estadísticas son contundentes: de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en México, poco más de 2 millones de niños entre cinco y 14 años de edad no asisten al colegio, en su mayoría son indígenas y migrantes. Además, las deficiencias del sistema, entre otros factores, provocan un alto índice de deserción, que condena a los jóvenes a buscar hacer cualquier cosa para sobrevivir. Si no existen bases suficientes, probablemente muchos opten por un camino que ellos consideren "fácil".

Por si fuera poco, los altos niveles de violencia que se están registrando en el país generan situaciones que deberían hacer reflexionar a autoridades y ciudadanía por igual. Sucesos como los de Cancún no son tan inusuales como se piensa. No es por nada que se dice que una sociedad violenta engendra ciudadanos violentos.

Ni siquiera instituciones que deberían garantizar la seguridad de los menores son confiables. Ayer sábado, el vocero de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, Osvaldo Gómez Sandoval, admitió "la maldad que ha caracterizado a la Iglesia católica en cuanto a la pederastia, las violaciones, la sodomía", hechos que siguen ocurriendo dentro de esta institución.

La infancia, en suma, se enfrenta a un futuro lleno de espinas. Ante este sombrío panorama, no queda más que preguntarnos ¿Qué futuro nacional se está construyendo?

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