lunes, abril 09, 2007

TLCAN y concentración

Carlos Fernández-Vega

¿Dónde está el oro?
Joya para el 0.02 por ciento

Con la indiscriminada apertura comercial, miles de empresas mexicanas quebraron, y sólo 80 compañías se quedaron con toda la actividad exportadora.

Muchos agujeros negros registra la historia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y nadie, más allá del discurso oficial, se animaría a meter las manos al fuego por sus hipotéticos beneficios económicos y sociales para los mexicanos (especialmente en generación de empleo y distribución del ingreso), pero lo que queda claro es que el TLCAN sólo ha fortalecido los de por sí rígidos patrones de concentración existentes en el país.

En 13 años de operación sus defensores hablan de "lo mucho que se ha modernizado" el país desde que el tratado entró en vigor el primero de enero de 1994, pero a la hora de documentar los beneficios tangibles para la población, no para un grupúsculo de empresas, los jilgueros brillan por su ausencia.

Más de 3 millones de unidades económicas registradas oficialmente participan en todos los sectores productivos del país, y de ellas sólo 1.2 por ciento, aproximadamente, le clava el diente a la jugosa actividad exportadora no petrolera, aunque también estas cifras concentradas tienen sus bemoles.

De acuerdo con cifras de la Secretaría de Economía, 37 mil 344 empresas participan (2005) en el mercado exportador asociado al TLCAN (una cifra raquítica si se considera el universo nacional), las cuales, aparentemente, se repartieron los casi 186 mil millones de dólares que en ese año significó el pastel de esta actividad.

Sin embargo, el detalle confirma que, como en tantos otros sectores de la actividad económica en México, la concentración de la actividad exportadora no petrolera es brutal: sólo 601 empresas se quedan con el 76.3 por ciento del valor exportado, porcentaje que en 2005 se tradujo en casi 142 mil millones de dólares.

Esas 601 empresas (no necesariamente mexicanas y con ventas de 50 millones de dólares anuales en adelante) representan 1.6 por ciento del por sí angosto mundillo exportador que oficialmente opera en el país, y 0.02 por ciento de las unidades económicas registradas y reconocidas oficialmente.

Justo antes de la entrada en vigor del TLCAN, en 1993, la situación no era muy distinta a la actual, porque 154 empresas exportadoras (0.7 por ciento de las 21 mil 475 registradas como tales en el país) se quedaron con 58 por ciento del pastel. Con el tratado, son 601 las empresas concentradoras que se quedan con poco más de 76 centavos de cada dólar exportado.

En sentido contrario, alrededor de 32 mil empresas dedicadas a esos menesteres y con ventas de hasta un millón de dólares al año (casi 85 por ciento del total de exportadoras y 1.1 por ciento de las unidades económicas registradas y reconocidas oficialmente) se quedan con una rebanada equivalente a 1.7 por ciento de los cerca de 186 mil millones de dólares exportados en 2005. En 1993, previo a la entrada en vigor del TLCAN, su rebanada fue de 4.5 por ciento.

Si se resume el panorama, queda claro, pues, que el TLCAN no ha propiciado igualdad de oportunidades, como reza la propaganda oficial. Lo cierto es que casi 92 por ciento del pastel exportador (alrededor de 170 mil millones de dólares en 2005) se queda en manos de poco más de mil 800 empresas, considerando la segunda y tercera (muy alejadas de la primera) posiciones en el ranking respectivo.

En 1993 los tres primeros lugares en monto exportado se quedaron con 80 por ciento del pastel, aunque la segunda y la tercera tuvieron mayor peso que en 2005 (14.7 y 8.1 por ciento del total en ese año, contra 10.3 y 4.8 por ciento en 2005).

Todas estas cifras aparecen en uno de los apartados del más reciente informe de la Auditoría Superior de la Federación, en el cual se destaca que de 1993 a 2005 el número de empresas exportadoras se incrementó en casi 74 por ciento, pero la concentración de la actividad se profundizó.

Por lo que toca al mundillo de las importaciones, las cifras revelan que aquel sueño de un México industrializado y poderoso devino en pesadilla tercermundista. Con la indiscriminada apertura comercial y la entrada en vigor del TLCAN, miles de empresas mexicanas reventaron, dejándoles sólo dos opciones: cerrar sus puertas o "reconvertirse", y muchas de ellas optaron por esta última "oportunidad": de productores activos se "reconvirtieron" en importadores, en simples intermediarios, en agentes de ventas de productos estadunidenses.

En este sentido, las cifras son devastadoras: de 62 mil empresas importadoras en 1993, el universo pasó a 423 mil y pico en 2005, un incremento cercano a 600 por ciento en el periodo, o lo que es lo mismo a un ritmo ocho veces superior al de las exportadoras. Tal "reconversión" se dio en tiempos del "cambio", al grado de que en 2005, 14 de cada cien unidades económicas oficialmente registradas (aparte la informalidad) se dedicaban a importar lo que algún día produjeron.

De cualquier suerte, con TLCAN o sin él, las exportaciones mexicanas no petroleras (la maquila ocupa un lugar preponderante) terminan en el mercado estadunidense: en 1993 representaron 85 por ciento; en 2005, 88 por ciento, amén que, igual hoy que antes, el grueso de esas exportaciones corresponde a productos para la industria automotriz.

En resumidas cuentas, subraya la ASF, por sí solo el TLCAN no ha sido suficiente para lograr que México aproveche las oportunidades de la apertura comercial y pase de una balanza deficitaria a una superavitaria.

Las rebanadas del pastel

Por cierto, más allá de Pemex, las principales exportadoras "mexicanas" son General Motors, Daimler Chrysler, Ford Motor Company, Volkswagen, Hewlett Packard, y demás por el estilo.

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