Enrique Dussel/ II *
Continuemos la reflexión del tema ya comenzado. En primer lugar habrá que describir la ética de tal manera que pueda entenderse por qué la política, bajo pena de desaparición, debe necesariamente subsumir los principios éticos.
La ética, no simplemente de los valores, de la ley, de las virtudes, sino una ética de principios, es la que, dicho sencilla y resumidamente, viene a subsumir y superar el comportamiento de los instintos de los animales. Los animales, específica o instintivamente, saben cómo comportarse para sobrevivir. En la especie homo las instituciones van remplazando las acciones instintivas para transformarlas en obligaciones sociales. Esas obligaciones, en su conjunto, se codifican en la ética. La revolución urbana neolítica en Mesopotamia nos muestra esas colecciones en el Código de Hamurabi (los hay desde el 2500 a. C). Sin dichos códigos la vida multitudinaria de las primeras ciudades habría sido imposible; era cuestión de vida o muerte.
Un principio universal de esta ética sería una obligación (no optativa, sino necesaria, repito: "de vida o muerte") que podría enunciarse de la siguiente manera: "¡Debemos producir, reproducir y desarrollar la vida humana en sociedad, en última instancia de toda la humanidad!" Este principio (véase el capítulo uno de mi Etica de la liberación) vale para todas las culturas, en todas las ocasiones. La política, como el despliegue del poder en un campo específico (el "campo político"), subsume o incorpora ese principio general o abstracto de la ética y lo transforma en el principio material de la política: "¡En política debemos todos luchar por producir, reproducir y desarrollar institucionalmente (por la ecología, la economía y los diversos niveles culturales) la vida de los ciudadanos, superando el nacionalismo y teniendo a toda la humanidad como última instancia!" (véase la tesis nueve de mi librito 20 tesis de política).
Este enunciado es un principio ético transformado en político, y como político es esencia de la misma política, define el fundamento del poder político, de la acción estratégica, de las instituciones políticas. No es una normatividad externa, es intrínseca, política, y además la propone igualmente N. Maquiavelo (que no es nada "maquiavélico", en el sentido cotidiano de la palabra según Popock y tantos otros). Si no se cumple ese principio la política se viene abajo, desaparece, entra en contradicción: la sobrevivencia de la comunidad política no podría sostenerse, sería aniquilada, simplemente moriría.
De la misma manera, el principio ético de validez ("Es válido todo acuerdo alcanzado por una participación simétrica de los afectados") (la tesis 10 del librito citado) es subsumido en la política como principio de legitimidad (o democrático), que se enunciaría: "¡Debemos alcanzar todo acuerdo por la participación simétrica e institucional de todos los ciudadanos, en último término, de toda la humanidad!" Si no hay simetría o igualdad no hay legitimidad, si hay poca simetría hay poca legitimidad. Este principio, que permite al político alcanzar la máxima legitimidad (que es lo que constituye la fuerza unitiva del poder), le permite igualmente no usar la coacción y gobernar con el apoyo del pueblo. Este es el efecto positivo del uso normativo del poder (la importancia de la ética en política, entonces).
Cuando la coacción, que puede ser legal, no está fundada en el acuerdo subjetivo de los ciudadanos, del pueblo, se vuelve represión, como en la actualidad en México. Cuando el gobierno cree ser la sede del poder (la comunidad política o el pueblo es la única sede del poder; el gobierno en las instituciones ejerce delegadamente dicho poder; véase la tesis 2 de mi obra 20 tesis de política) se corrompe -en el sentido ético y político- (como indica Karl Marx en famoso texto sobre el fetichismo del poder), y cuando usa la violencia contra el justo derecho del pueblo que ha sido excluido de los acuerdos (es decir, dicha acción es ilegítima), se torna dominación, represión.
Nuestros héroes (Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata) fueron políticos de clara conciencia ética de la normatividad política. Subsumieron los principios éticos como políticos y no fueron llevados por el caos o la corrupción de los procedimentalistas o los cínicos, que creen sólo en la fuerza para ejercer el poder autoreferente, es decir, vacío. Esos héroes no dieron su vida por procedimientos o por el afán de un desmedido ejercicio del poder, sino que la dieron fraternalmente por personas, por principios universales.
Con esto, espero, hemos comenzado una conversación. Hasta la próxima. Con amistad, ED.
* Filósofo
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