domingo, agosto 12, 2007

El ajuste ausente

Rolando Cordera Campos

Hace ya varios años que México necesita un ajuste mental. Después de los traumáticos reacomodos hechos en sus finanzas, sistema financiero y las relaciones económicas y financieras con el exterior, que en conjunto dieron lugar a lo que orgullosamente llamaban los dirigentes del Estado el cambio estructural, vino impetuosa la democracia vestida de camisa a cuadros y dichos campiranos y todo parecía "atado y bien atado" para que el país por fin se volviera moderrrno, entrara al primer mundo por la puerta grande de los mercados y la pertenencia a clubes cosmopolitas como la OCDE y quedaran atrás tentaciones populistas y dirigistas de los políticos y sus aliados corporativos. Todo pasó, pero cada vez de modo más distante del tipo ideal de los neoliberales, que en un descuido se transmutaron en hiperglobalizadores y ahora buscan de nuevo el Santo Grial en el norte.

La entrada al primer mundo que tanto buscaron los gobiernos del TLCAN se ha dado sobre todo mediante la exportación de mano de obra legal, ilegal e indocumentada. Con Estados Unidos de Norteamérica como socio principal y dominante, a manera de gigantesco oligopsonio de la geopolítica, las ideas de sus grupos de mando se vuelven aquí consignas de orden prácticamente inapelable, aunque filtradas por el atraso de las burocracias y sus respectivos jefes, que han traído de vuelta el aldeanismo como último recurso, pero siempre en sintonía con el abuso de poder y la avidez de familias enteras que se tragaron su propia leyenda negra del régimen posrevolucionario, pero no para eliminarlo de la faz de la Tierra sino para remplazar con fruición a los antiguos mandamases.

Los casos bochornosos de corrupción o influencia que han manchado a la otrora soberbia oligarquía hacendaria no son polvos de aquellos lodos sino los primeros loditos con que practican los recién llegados. No se trata de constatar que en esta como en otras materias "no tenemos remedio", sino de advertir que las varias rediciones de prevaricación y prepotencia con ganancia monetaria a que hemos asistido en estos años de alternancia y gobierno de gente decente dan cuenta de una profunda corrosión del alma pública y del Estado, y que esto no lo ha contrarrestado sino, por desgracia, al final de cuentas, cohonestado, una democracia mal armada y carente de mecanismos constitucionales e institucionales para hacer valer sus principios de equidad, compromiso con la cohesión y gobierno previsible y sujeto a leyes.

La otra entrada al mundo global de la modernidad sin adjetivos no la trajo la inversión extranjera, que en gran medida se dedicó a la maquila o a compras de garaje, sino el crimen organizado que, dicen, desplazó a Colombia en versatilidad y crueldad y ahora, al parecer, sirve para justificar un nuevo protectorado que por igual deje atrás al Plan Colombia en efectivo y efectivos transportados. De continuar por ahí, nuestra aventura en robocóptica trasnacional puede devenir desastre peor que el que recientemente pronosticara David Ibarra para las finanzas públicas.

En este salvaje mundo que ya no es tan nuevo, nadie las tiene todas consigo, y tal vez sea por eso que predomine la tentacion de comprar en el mercado virtual de sound bytes soluciones instantáneas. En el colmo de las ironías de la historia global, lo que impera en las esferas del poder y la riqueza no es tanto el pensamiento racional y prospectivo, que busca hacerse cargo de la dificultad que encierran tanta incertidumbre y riesgo, sino lo peor de los reflejos primitivos, que en nuestro caso llegaron a las cumbres insuperables, hasta ahora, de las soluciones en 15 minutos.

La otra opción, superexplotada desde 2005, cuando la banda Fox sintió pasos en la azotea y coraje en los llanos, ha sido la del chivo expiatorio. Para furia de la derecha que se hizo del poder a costa de su legalidad y supuesta buena fama, López Obrador sigue vivo y en pos de fórmulas que lo mantengan en comunicación con sus bases y lo dejen desplegar nuevos discursos para una nación al borde de la tragedia, pero gobernada y usufructuada por unas elites que han convertido en politica de Estado el no ver más allá de sus narices, siempre apuntando al norte.

Los empeños de los exégetas del dominio conservador por inventar izquierdas a modo (del poder, de su propio interés, de la ambición de los ricos y candidatos a serlo) son pueriles, sobre todo cuando se presentan bajo el disfraz del analista o el académico que cita a sus clásicos sin el menor respeto para descubrir las malas maneras que acompañan al Peje y sus huestes enojadas y mal encaradas. Se trata de una vana ilusión que confirma el desorden conceptual de las camadas acomodadas en la pirámide del Estado que nos dejaron tantos cambios y crisis y que no acertaron a someterse al principal de los ajustes: el que tiene que ver con su misión y lugar en el mundo, y sin el cual no hay reforma que ajuste.

Los aspirantes al mandarinato de esta ínsula abaratada en que se ha convertido México no osan poner a la desigualdad en el centro de nuestros despropósitos históricos; quizás sea por eso que más bien parezcan personajes de Hammelin que del Segundo Imperio.

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