jueves, octubre 25, 2007

Bush: presiones injerencistas

Editorial

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, instó ayer a la comunidad internacional a trabajar de manera conjunta con su gobierno para lograr la “libertad del pueblo cubano”. El mandatario convocó a los distintos países a establecer contacto, a través de sus representaciones diplomáticas en la isla, con los opositores al régimen de Fidel Castro, a fin de acelerar lo que llamó la “transición en Cuba hacia un futuro de libertad, progreso y promesa”, y exhortó a la sociedad del país caribeño a “abrazar los fundamentos de la democracia” y el “deseo de cambio”. Al mismo tiempo, pidió al Congreso de su país ratificar el bloqueo comercial que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde 1962, y anunció la creación de un fondo internacional de ayuda –denominado “fondo de libertad”–, el cual, según dijo, podrá otorgar a los empresarios cubanos “acceso a donaciones, préstamos y alivio de deuda para ayudar a reconstruir el país” una vez que se produzcan “cambios profundos” en lo que respecta a su modelo político y económico.

La solicitud a la comunidad internacional es por demás inaceptable, porque invita a respaldar el arcaico intervencionismo de Estados Unidos contra la isla, empezando por un embargo comercial que ha sido mantenido por décadas a contrapelo de la legalidad internacional y de los derechos humanos. El bloqueo, por más que Bush se empeñe en llamarlo “el chivo expiatorio de las miserias cubanas”, ha causado, durante todo este tiempo, un sufrimiento inútil y abusivo a ese pueblo, y ha impedido además que muchas empresas estadunidenses obtengan ganancias legítimas.

Para colmo, las declaraciones del gobernante estadunidense constituyen un intento de allanamiento a la soberanía de terceros países, a los que se les pide que se sumen a la campaña de injerencismo y hostigamiento contra Cuba: a la luz de lo dicho por Bush, puede preverse una andanada de presiones diplomáticas dirigidas a las naciones aliadas de Washington, y en especial a aquellos gobiernos que, por lo general, se pliegan a sus designios. La sociedad mexicana, por tanto, ha de estar alerta y preparada ante cualquier intento estadunidense de coerción en contra de las distintas autoridades gubernamentales, y si éstas no pueden o no quieren rechazar los deseos de Washington, la población debe hacerlo.

Por lo demás, la solicitud de recursos económicos que Bush hizo a la comunidad internacional para crear el llamado “fondo de libertad” no sólo es ilegal e injerencista, sino que también denota gran vulgaridad, porque trata de corromper a la sociedad cubana con promesas de ayuda financiera para que derroque al gobierno, y porque busca medrar con el traspaso provisional del poder en Cuba y con el alejamiento de Fidel Castro de las responsabilidades oficiales.

Por último, no debe dejar de recordarse que, independientemente de la opinión que merezca el régimen cubano actual, los únicos que pueden decidir si lo conservan, lo transforman o lo derrocan son, precisamente, los habitantes de la isla: en ello consiste el respeto al principio de libre determinación de los pueblos, que hoy más que nunca debe ser un precepto insoslayable de la legalidad internacional.

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