Julio Hernández López
Yip rojo, legitimadores y otros montajes
Dividir y distraer, ayuda a Plan México
¿Exhiben avances de cinta de Mandoki?
Vicente regresa al lugar del crimen. Considerándose altamente victorioso en los frentes externo (con la única salvedad del tropiezo con el entrevistador de Telemundo) e interno (a pesar de la caída escultórica que lo convirtió en el Manco de Boca del Río), el esposo de la señora Marta hizo ayer pública muestra de desparpajo respecto a sus temas candentes. Retador, manejó el yip rojo comprobatorio de cohecho, tráfico de influencias y demás detalles que en otras circunstancias merecerían castigo judicial. Romántico pararrayos solidario, acompañó a su gestora oficial en actos de la Fundación (Ro)Vamos México, y tanto él como la enfurruñada Sahagún se negaron a responder las preguntas de reporteros sobre temas varios, entre ellos la fecha en que devolverán la Hummer del comodato. Listos para reinsertarse en el circuito de las conferencias por el mundo cuyos boletos de entrada cada vez bajan más de precio, los esposos siguen demostrando que son intocables, con el calderonismo en retirada, guarecido apenas tras filtraciones más bien efectistas respecto a presuntos expedientes penales por activar contra los hijastros bribones.
La otra pista del circo de distracción está ocupada por la franja del perredismo que cree llegada la hora de impulsar el “reconocimiento” de Felipe Calderón como presidente constitucional. Fingiendo que sólo están metidos en un debate gráfico y gramático, Cuauhtémoc Cárdenas y su hijo Lázaro (el gobernador Ahumado de Michoacán), los demás mandatarios “perredistas”, Ruth Zavaleta y otros personajes de la corriente antiguamente denominada, con destreza, Nueva Izquierda, han aparecido con sincronía en medios de comunicación para darse por notificados del hecho visual de que el licenciado Calderón ocupa los espacios correspondientes a la presidencia de México y ejerce las funciones inherentes a tal cargo; además estiman, en congruencia con los descubrimientos físicos realizados, que en aras de una buena salud mental convendría reconocer que los tales hechos y circunstancias son reales, concretos, medibles y comprobables. Tratan de ocultar, tras esos juegos de palabras, que está en curso la muy anunciada negociación que busca legitimar “en los hechos” a Calderón y diluir las acusaciones de fraude electoral que persisten y se confirman día con día. Además, como se verá en los siguientes párrafos, la aparición de los ímpetus legitimadores llega en momentos en que la derecha necesita debilitar el único movimiento nacional, el de López Obrador, que ofrece resistencia a reformas impopulares y en especial a cesiones claudicantes al extranjero.
Los montajes que se viven en las alturas, con Chente en el torbellino y el perredismo colaboracionista en la confrontación con López Obrador, dejan en segundo término un asunto central para el país, como es el acuerdo entre la Casa Blanca y Los Pinos que ya es conocido como Plan México, por su similitud con el que en Colombia ha permitido que Estados Unidos tome el control directo, con tropas en la nación sudamericana, de la “lucha” contra el mercadeo de drogas y los grupos contrarios al régimen. Según medios extranjeros, es cuestión de horas para que los gobiernos de Bush y Calderón informen que destinarán mil 500 millones y 7 mil millones de dólares, respectivamente, para trabajar juntos en términos militares, aunque en teoría no habrá presencia armada estadunidense en México (tesis tan falsa, en la práctica, como la que prohíbe que haya agentes gringos armados en México para asuntos de narcóticos y policías extranjeros infiltrados en grupos delictivos mexicanos).
El Plan México está diseñado para contener la “ola” izquierdista latinoamericana, pues Estados Unidos pretende convertir a sus “vecinos amistosos” en estaciones militares de control de flujos migratorios y en plataformas de eventuales operaciones castrenses contra gobiernos como el venezolano, que a la Casa Blanca le parece que “se ha pasado de la raya” en cuanto a compra de armamento. El mencionado plan también dotará de infraestructura al gobierno calderonista para enfrentar eventuales movimientos sociales de inconformidad y estallidos violentos de corte guerrillero; con tecnología “de punta” que será manejada y codificada por los asesores estadunidenses, y con entrenamiento de policías y militares mexicanos en técnicas contra terrorismo e insurgencia social, el felipismo cree estarse blindando por el resto del sexenio y preparando el terreno bélico para la siguiente elección presidencial, que desde ahora se prevé tan cerrada y enconada que sólo las armas podrían imponer un nuevo resultado tramposo. Un México dividido y distraído es el mejor escenario para la imposición de planes como el antes citado.
Astillas:
Los avances de Fraude, México 2006, la película dirigida por Luis Mandoki, deben exhibirse a partir del pasado fin de semana en unas mil salas cinematográficas del país, pero los primeros reportes recibidos ayer señalaban que por “olvidos” o por errores de programación hubo lugares donde no se cumplió esa obligación de publicitar la cinta que el próximo 15 de noviembre será estrenada. Por primera vez, los dueños de las cadenas de exhibición de películas se encontrarán con que ciudadanos interesados en que se difundan esos tráileres harán un seguimiento puntual de lo que suceda y que, además, muchas de esas personas han decidido (y ya lo han comenzado a hacer) que acudirán a las oficinas gerenciales de las salas cinematográficas para reportar las omisiones y, en caso de que persistan los errores u “olvidos”, denunciarán esas conductas y protestarán de manera pacífica… Y, mientras Calderón ha enviado a Mouriño a la boda en Boca del Río del hijo de Miguel Ángel Yunes, ¡hasta mañana, con Ebrard llamando cabrón a un comerciante informal quejoso y montando en el Centro Histórico un aparato extranjerizado de vigilancia (y detenciones “ciudadanas”) llamado Ángeles Guardianes, con, oh, yes, El Vampiro Canadiense a la cabeza!
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