jueves, diciembre 27, 2007

Saldos felipenses

Julio Hernández López

Un año de grisura e ineficacia

Mal gabinete, reformas engañosas

El propio Felipe Calderón ha reconocido en varias ocasiones que era desalentador el panorama nacional visible desde la silla de gobierno a la que llegó de manera accidentada y permanentemente impugnada. Pero, tal como sucede con la gran mayoría de los políticos, que a base de diagnósticos forzadamente optimistas pretenden dar por resueltos los problemas que a ojos de quienes no gobiernan parecen cada vez peores, el panista michoacano ha ido mejorando su percepción personalísima de los hechos, al grado de dar por declarativamente superada la mayoría de los puntos críticos del radar original. Tanta aplicación entusiasta ha puesto el licenciado FC en esa bonificación voluntariosa que, a pesar de tormentas, rayos y centellas, se ha permitido el lujo del optimismo. Si de hacerle caso a pie juntillas se tratara, 2008 sería, según el augur Calderón, una oportunidad de consolidar avances y de aprovechar coyunturas (¡Sopas: el astillero ya parece redactor de discursos pinoleros! ¡A sus órdenes, mexicanísimo licenciado Mouriño!).

La realidad real (no la virtual) es, sin embargo, muy distinta a los deseos (o, cuando menos, los enunciados) de la banda formalmente presidencial (banda en el sentido textil cruzado al pecho, no de grupo delincuencial). Calderón no ha podido consolidarse como figura política individual (entre otras cosas, tiene encima la sombra pesada y aplastante de Vicente, Martita y los cárteles familiares correspondientes; por no hablar de las voces y presencias que en actos públicos y sus alrededores le recuerdan la condición ilegítima de su llegada al poder). Pero tampoco su equipo ha logrado convencer a los mexicanos de nada que no sea el hecho de que la propia talla política reducida del antedicho licenciado Calderón lo ha llevado a rodearse mayoritariamente de personajes pequeños. La virtual inexistencia de un gabinete fuerte y llamativo ha impulsado los rumores de que el panista michoacano de nombre Felipe estaría considerando la posibilidad de dar de baja a algunos secretarios (cuyo mayor momento de visibilidad tal vez sería ese, el del despido), incorporar cartas nuevas y reacomodar a algunos miembros del círculo íntimo, en especial en el caso del madrileño Juan Camilo Mouriño, de quien se dice que podría llegar a Bucareli en relevo del intrascendente tapatío Francisco Ramírez Acuña.

Pero, más allá de los perfiles personales y de la manera en que el cocinero oficial mezcle los ingredientes, el resultado de los guisos felipillos durante 2007 ha sido desastroso. Empeñado en establecer nuevas reglas comerciales para el manejo de la industria del narcotráfico, el esposo de la señora Margarita ha llenado el país de soldados (unos con uniforme oficial, otros, de PFP) y ha hecho retroceder la historia hasta la época de la guerra sucia librada desde el Estado contra guerrilleros y luchadores sociales. La guerra personal que dice librar contra los empresarios de la droga le ha permitido a Felipe amenazar a sus opositores, disminuir las libertades civiles y, con irresponsabilidad histórica extrema, abrir las puertas a los gringos.

El fracaso del calderonismo pretende ser endulzado con las “reformas” logradas en las cámaras federales. A diferencia de Fox, que nada pudo hacer al respecto, el cuñado del cibernético Hildebrando presume de haber conseguido acuerdos entre las fuerzas políticas para diseñar “un nuevo México”. Pero las tales reformas han resultado políticamente costosas (el PRI camaral actúa como si fuera el verdadero gobierno), engañosas (en lo fiscal, los grandes empresarios seguirán intocados y el apretón a los bolsillos seguirá a cargo de pequeños y medianos causantes; en lo electoral, todo se movió para que los nuevos poderosos, los priístas, vendan favores a medios electrónicos de comunicación y manejen los procesos y la justicia electoral a su conveniencia). Así es que, diga lo que diga la propaganda oficial: el primer año de felipismo ha sido de estancamiento, represión y engaño. Otro año perdido.

Astillas

De Quéretaro llega el siguiente reporte ciudadano: Tanto han estado publicitándose los diputados diciendo que han hecho reformas en materia judicial, dizque por el bien de los ciudadanos, que no se han dado cuenta (o no quieren darse cuenta) de lo que han comenzado a provocar. Resulta que unos tipos, haciéndose pasar por judiciales, llegaron a una casa para “catearla”, argumentando las reformas judiciales, y resultó que eran unos asaltantes, que por supuesto se llevaron todo lo que encontraron. Por otro lado, el gobernador, Paco Garrido, ha decidido cambiar placas en el estado, y hay un rumor bastante fuerte de que como ya es su último año en la administración está buscando la manera de hacer su ‘guardadito’”… Gustavo Adolfo Iracheta dice que, al escribir sobre la boda del gobernador Humberto Moreira, el tecleador astillado pareció “corresponsal de la sección de sociales de La Jornada; cual si hubiera estado en el lugar de los hechos”, pero que aun así se hizo pato en cuanto a referir lo que el padrino don Carlito Salinas sigue influyendo en la izquierda mexicana, sobre todo en relación con “el arribismo de destacados salinistas y priístas de cepa como Manuel Camacho, Leonel Cota, Ricardo Monreal y Porfirio Muñoz Ledo”… Hablando de perredismo, ha renunciado a esa militancia partidista Juan Ignacio García Zalvidea, quien ha protagonizado una de las páginas más vergonzosas (y vaya que las hay) en el sol azteca, donde se llegó al extremo de hacer candidato a senador a su hermano, José Luis Máximo –quien actualmente ocupa un escaño en la cámara de Xicoténcatl– para que el primero, apodado El Chacho, apoyara al PRD desde la cárcel a donde lo llevaron los muchos trastupijes que hizo como presidente del municipio quintanarroense donde está Cancún. El famoso Chacho es un saltimbanqui consumado, que ya estuvo en otros partidos y ahora ha renunciado al perredismo y apoyará a un priísta en la búsqueda de la misma alcaldía cancunense que es fuente de múltiples negocios redituables… Y, mientras la DEA informa que el consumo de cocaína se ha encarecido (no que haya disminuido) hasta 44 por ciento en Estados Unidos por los decomisos mexicanos, ¡hasta mañana!

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