Las bajas son limitadas, si se comparan con las de cientos de miles de civiles iraquíes
Patrick Cockburn (The Independent)
Un iraquí muestra fotos de dos de sus hermanos fallecidos durante un ataque con coche bomba en un funeral en Bagdad, el domingo pasado. Un suicida provocó el deceso de al menos seis personas y dejó heridas a otras 10 cerca de una gasolinera en el distrito de Shula, al este de la capital iraquí. Foto: Reuters
Bagdad, 24 de marzo. El número de militares estadunidenses que han perecido en Irak desde la invasión de hace cinco años hasta la fecha ha alcanzado la marca de 4 mil, después de que una bomba caminera en el sur de Bagdad dio muerte a cuatro soldados.
Esas bajas militares son la mitad de las sufridas por el ejército y la policía iraquíes, que totalizan 8 mil 37 efectivos muertos. Las pérdidas estadunidenses son aún más limitadas si se comparan con las de civiles iraquíes, cuyo número exacto se desconoce, pero se sabe que asciende a varios cientos de miles.
Sin embargo, en Estados Unidos el dato importante desde el punto de vista político es el de soldados de ese país que han perecido, porque se le usa de barómetro para medir qué tan bien o mal va la guerra para Washington. Por tanto, el descenso en las bajas, de dos o tres a una al día en meses recientes, ha tenido un impacto político exagerado como prueba de que Estados Unidos está por fin en el camino del éxito.
Las bajas más recientes ocurrieron la noche del domingo, al final de un día en el que murieron 61 iraquíes, para subrayar la extrema violencia que persiste en el país. En la ciudad norteña de Mosul, un atacante suicida que conducía un camión repleto de explosivos se voló en un cuartel del ejército iraquí, hecho en el que perecieron 13 soldados y 42 personas más resultaron heridas. La zona verde de Bagdad fue atacada con descargas de morteros y cohetes, las cuales desataron incendios que enviaron nubes de humo negro sobre la ciudad.
La Casa Blanca describió la muerte número 4 mil de soldados estadunidenses como “un momento de sobriedad”, en tanto los candidatos presidenciales demócratas Barack Obama y Hillary Clinton prometieron honrar la memoria de los caídos llevando las tropas de vuelta a Estados Unidos lo antes posible.
En realidad, las pérdidas estadunidenses en Irak nunca han sido tan grandes si se comparan con Vietnam, Corea o la Segunda Guerra Mundial, pues han sido en promedio de 800 a 900 anuales en los cuatro años transcurridos hasta 2007. La mayoría han ocurrido en los distritos sunitas de Bagdad o en provincias de numerosa población sunita, como Anbar, Nínive, Salahudin y Diyala.
En guerras anteriores, muchos de los heridos –cuyo número asciende a más de 29 mil– habrían perecido, y se han salvado gracias a los avances médicos. Esto significa, sin embargo, que gran parte de ellos han quedado incapacitados por las lesiones.
Aunque no muy alto, el nivel de bajas militares ha sido políticamente insostenible en Estados Unidos porque en 2003 George Bush proclamó que la guerra estaba ganada. Además, no hay indicios de que las acciones bélicas vayan a terminar en un futuro cercano.
En un año electoral, la Casa Blanca busca retratar el descenso en la violencia como un punto decisivo en la guerra, pese a que el comandante de las tropas en Irak, el general David Petraeus, ha sido mucho más cauteloso. El principal cambio que contribuye a la caída en la violencia es que los grupos insurgentes sunitas, que antes combatían a los estadunidenses, en muchos casos han cambiado de bando y ahora colaboran con las fuerzas invasoras, porque les pagan.
Los 90 mil miembros de Al Sahwa, o Consejos de Despertar, son sunitas en su abrumadora mayoría y, si bien aliados de los estadunidenses, son a menudo hostiles al gobierno iraquí, dominado por chiítas. Para los chiítas, Al Sahwa, sobre todo en Bagdad, aparece menos como una reacción contra Al Qaeda que como Al Qaeda cobrando nueva forma. Las divisiones sectarias en el centro de Irak siguen tan profundas como siempre, y pocos de los 2.2 millones de refugiados iraquíes que huyeron han vuelto al país.
La fragilidad de la situación militar es ilustrada por la decisión de la Casa Blanca de detener la reducción del número de efectivos estadunidenses debajo del nivel que tenían antes del “levantón” de principios de 2007.
Funcionarios iraquíes dicen que el gobierno estadunidense se esfuerza por limitar las malas noticias procedentes de Irak conforme se acerca la elección de noviembre. El propio gobierno iraquí está ansioso por minimizarlas, y la policía ha comenzado a ahuyentar a los camarógrafos de televisión para que no capten imágenes de los estragos causados por las explosiones en Bagdad.
© The Independent
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