jueves, marzo 06, 2008

Si cada uno cumpliera con su tarea…


María Teresa Jardí

Con los usurpadores y con los asesinos, canallas y miserables aunque hayan sido elegidos, sucede lo mismo que con la corrupción, como la humedad destruyen toda posibilidad de convivencia.
No tendría importancia, si no fuera así, que la cobardía de los países del mundo se hubiera hecho cómplice de Bush al no impedir la ocupación de Irak y, en todo caso, el no haber exigido la salida al hacerse evidente la mentira usada para “justificar” la invasión criminal. La mentira es la otra aliada de la impunidad que como la humedad también se apodera de cada rincón, incluso de la vida privada de los integrantes de los pueblos que sólo sueñan con acceder a una vida lo más digna posible.
El ser humano común y corriente aspira y se conforma con poco. La vida digna no supone acumular ni millones de oro ni montones de cosas que se tornan inservibles cuando llegan a remplazarlas las otras.
Una vida digna supone tener trabajo, acceso a servicios dignos de salud y a una buena educación para los hijos. Ir al cine una o dos veces a la semana, comprar de tanto en tanto un libro o comer fuera de casa, salir de vacaciones de vez en cuando en compañía de la familia, cenar con los amigos, comer con la familia luego de asistir a misa juntos el domingo. Pasear por Mérida en domingo o por las plazas, aunque no se tenga acceso a comprar nada. Ir al puerto a nadar cuando hace calor o simplemente a contemplar el mar en invierno.
La vida digna no supone el ser dueños de un avión ni el comprar joyas cada semana. La vida digna de los ciudadanos comunes y corrientes nada tiene que ver con la patética vida de los millonarios rodeados de guaruras en los que no confían y por eso se tienen que crear sus propias agencias de seguridad privada en las que tampoco confían porque saben que por dinero el que se alquila, hoy, como guarura en México, es capaz de cualquier cosa. No. La vida digna está llena de cosas sencillas y la felicidad se encuentra en el cúmulo de ellas cada día.
Pero como la cosa pública lo influye todo, esos hombres comunes y corrientes, de entre los cuales los ciudadanos tienen en su mano la facultad de elegir a sus gobernantes, deben ser capaces de poner candados a los gobiernos que existen en el mundo para evitar incluso, de la noche a la mañana, estallar el continente donde nacieron y habitan.
No importarían los Bush ni los Calderón ni Fox ni los Uribe si no afectaran, esos sujetos impresentables, la vida toda de sus naciones y de otros países, que a veces están a la vuelta de la esquina.
Si la humanidad hubiera parado a Bush cuando la invasión a Irak, si los norteamericanos no hubieran reelegido a ese asesino de tan baja ralea en el reino animal humano. Si la ONU no hubiera estado integrada por países con gobernantes tan cobardes. Si en cada casa de cada mexicano, vecino del elegido luego de haber mal gobernado al mundo del que se autonombró su policía el imperio yanqui asesino, a pesar de haber ocupado el puesto como un usurpador cuatro años antes. Si en cada puerta y en cada ventana hubiéramos puesto carteles de condena a esa ocupación asesina, hoy un país de los nuestros o varios no estarían a punto de correr similar suerte.
A los canallas no hay que dejarlos llegar y si arrebatan, como el caso de Calderón, el Poder que no ganaron en las urnas hay que abuchearlos y denunciarlos cada día, todos los días, sin cansarnos y sin parar.
Uribe es otro miserable canalla vinculado, como ahora ya se va haciendo público, al narcotráfico y a los grupos paramilitares. Uribe no debió ser jamás presidente de Colombia y hoy los mexicanos tenemos la responsabilidad moral de estar al lado de Correa y de Chávez, del pueblo de Ecuador y del de Venezuela.
Por eso, repito, no se puede transigir ni un minuto en la usurpación o en los delitos cometidos por los que gobiernan. Se empieza por aceptar a un ladrón, como Fox, y se sigue con un usurpador, aceptado, por algunos, por su apariencia de pato, a sabiendas de que por la fuerza del Estado Mayor Presidencial dio un golpe de Estado en el Congreso para hacerse del Poder que no conquistó en las urnas y se acaba teniendo como secretario de Gobernación a un extranjero, hijo de padre y madre extranjeros, que no bien acaba de llegar y ya salen a relucir las corruptelas cometidas en otros puestos a favor de sí mismo y de toda su familia y además el canalla usurpador es al que pretende dejar sentado en su silla, con el fraude legalizado por el TRIFE a modo y con un IFE a modo también de la derecha fascista.
Si cada uno cumpliera con la tarea que la ética señala, quizá, el siglo XXI sería el del rescate del medio ambiente para disfrute del hombre en lugar de pintar para ser el del inicio del Apocalipsis.

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