Temor en el palacio
El secretario de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens, no es el único funcionario federal que, por razones de seguridad, decidió blindar la oficina que ocupa en el Palacio Nacional. Hace casi cuatro décadas, el entonces presidente Luis Echeverría hizo lo propio, también por temor a ser blanco de algún atentado, recuerda Sergio Zaldívar, quien fungía como director de Monumentos Coloniales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) cuando se encargó de que se colocara la plancha de acero en la oficina de Carstens. En entrevista efectuada en su vieja casona de la colonia Del Valle, Zaldívar, ya jubilado, cuenta que Echeverría temía ser blanco fácil, no de un disparo, sino de un bombazo, por lo que ordenó blindar su despacho.
–La situación estaba muy tensa en aquella época –dice.
–¿Tanto como ahora? –se le pregunta.
El responsable de las obras de restauración del Palacio Nacional de 1971 a 2000 contesta de botepronto: “No creo, en aquel tiempo el ambiente social estaba más turbulento, la situación en el país era muy inestable”.Añade que, con algunos problemas, se hicieron los estudios técnicos correspondientes y, bajo la supervisión del Estado Mayor Presidencial, se llegó a la conclusión de que era factible colocar láminas de acero ocultas entre los muros del despacho presidencial, mismas que –se adelanta– deben seguir ahí.Por su larga trayectoria como restaurador de monumentos históricos, particularmente del Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, el 19 de noviembre de 2000 el entonces presidente Ernesto Zedillo emitió un decreto por medio del cual designó a Zaldívar como conservador del Palacio. El objetivo: garantizar la protección del inmueble, que actualmente alberga oficinas de la Presidencia de la República, la SHCP y el Estado Mayor Presidencial.Sin embargo, Zaldívar no pudo continuar su labor de rescate de espacios dentro del majestuoso edificio porque, días antes de que Vicente Fox tomara posesión de la Presidencia, el arquitecto bloqueó un proyecto del nuevo gobierno para hacer modificaciones en el despacho presidencial y redecorar algunos salones. De esto iba a encargarse Humberto Artigas del Olmo, el mismo arquitecto que remodeló las cabañas de Los Pinos y el rancho de los Fox en Guanajuato.A Zaldívar no le extraña que Carstens decidiera blindar la oficina que ocupa en el Palacio Nacional, a pesar de tener a su disposición camionetas blindadas, escolta y un coordinador de Seguridad Institucional. Afirma que Hacienda ha sido la dependencia “más depredadora” del histórico inmueble. Por ejemplo, recuerda cómo el antecesor de Carstens en la SHCP, Francisco Gil Díaz, alteró y destruyó espacios recuperados del Palacio Nacional a fin de ampliar las oficinas de su dependencia.
El “atentado”
El más reciente atentado contra los ocupantes del Palacio Nacional ocurrió el 1 de mayo de 1984. El presidente Miguel de la Madrid y sus invitados presenciaban el desfile obrero cuando una bomba molotov fue lanzada en dirección del balcón presidencial, pero se estrelló en la puerta principal del Palacio. El fuego alcanzó a uno de los guardias.Uno de los testigos, el dirigente obrero Homero Flores, relató: “El presidente permaneció inmutable. Vio la botella. Vio el humo. Se dio cuenta de todo y ni siquiera parpadeó”.Minutos después la escena se repitió. Eran las 13:20 horas cuando otra bomba molotov fue lanzada de entre el grupo de trabajadores que pasaba frente al balcón presidencial, y sus llamas alcanzaron al entonces director del ISSSTE, Alejandro Carrillo Castro, y al dirigente cubano de la Central de Trabajadores de La Habana, Rafael Cordera.Dos menores de edad y 12 jóvenes de entre 18 y 24 años, la mayoría de ellos maestros y alumnos de la Preparatoria Popular, fueron consignados penalmente como presuntos autores del ataque –alentado desde el exterior, dijo De la Madrid–, el cual consiguió opacar la protesta generalizada del movimiento obrero en el desfile oficial del Día del Trabajo. l
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