Eduardo López Betancourt
La tortura en México ha existido desde siempre e indudablemente seguirá entre nosotros; la policía azteca no actúa sino es mediante esta práctica ruin; asimismo, el político mexicano no puede desempeñarse más que por esta vía.
La tortura tiene varios ámbitos, no sólo la encontramos en el policiaco, donde supuestamente se usa contra los delincuentes; lo real es que se ejecuta contra inocentes a quienes les imputan delitos ficticios, en esa dimensión, la actividad realizada por el poder público es de complicidad.
Lo acaecido recientemente en León, Guanajuato, es una amarga realidad; las autoridades de esa demarcación, con torpeza, imprudencia y llenas de soberbia, señalaron: “no tenemos porque ocultar lo que hacemos”. Sin embargo, para nadie es secreto: lo ocurrido en León sucede en todo el país.
A fin de cuentas es exactamente lo mismo, la perorata habitual, las promesas que no se cumplen, la amnesia; lo real es que casi nunca se castiga al torturador, por ende, mientras no se le sancione enérgica y ejemplarmente, continuará abusando de las personas que por mala suerte se crucen en su camino.
La tortura no necesariamente tiene que ser física, la psicológica causa incluso mayor daño en el individuo, un claro ejemplo, la desnudez durante los interrogatorios, situación nefasta de la que fueron objeto las jovencitas en la ya tristemente famosa discoteca News Divine.
La opinión pública reclama acciones concretas, trascendentales, que marquen precedente en nuestra nación, ya basta de embustes y falsos discursos. Cuando se interroga a un dirigente, salvo contadas excepciones, cínicamente miente, asegura que la tortura ya no existe en México, cuando la misma, en ese momento, se está llevando a cabo en cualquier centro policiaco, basta con ir a una agencia del Ministerio Público, del estado que usted desee, para ver el martirio en su máxima expresión.
Se ha dicho que no todo es responsabilidad de los políticos, quizá sea cierto, empero la sociedad ha sido demasiado prudente con ellos, tal vez con la Lámpara de Diógenes encontremos algún mandatario honesto y competente.
Mi actividad académica, generalmente es en el extranjero y me da vergüenza cuando me preguntan sobre estos acontecimientos; cuando tuvo lugar la tragedia en la discoteca, estaba yo en la Universidad de Córdoba, España, simplemente no tenía respuesta a cuestionamientos como: ¿pero por qué no han corrido al jefe de la policía? ¿Por qué no se ha procedido en su contra?
Recientemente, en una población de la Península Ibérica cercana a Córdoba, un funcionario deshonesto otorgó licencias de urbanismo fuera de la ley, fue destituido y procesado inmediatamente dentro de las veinticuatro horas de haber ocurrido el hecho delictivo, lamentablemente, en México es cotidiano oír a los políticos decir “vamos a investigar”, en el caso concreto del News Divine pasaron casi dos semanas para que se tomaran medidas, aunque todo indica, el castigo para Joel Ortega y Félix Cárdenas sólo será su destitución, cuando ambos deberían estar tras las rejas por delitos dolosos, todos ellos bajo la perspectiva del genocidio.
En Guanajuato, donde al parecer gobierna la ultraderecha, ni por asomo se habla de sancionar al pícaro alcalde de León, quien tiene en la tortura su mejor expresión.
¿Cuál es el procedimiento que corresponde para estos sucesos deleznables? Que el procurador general de la República intervenga para evitar ocurra como en el Distrito Federal y León, Guanajuato, donde el mismo pillo se convierte en juez y parte. ¿Ustedes creen que el procurador capitalino iba a pisar la cárcel, cuando él mismo autorizó el evento? ¿Creen que el jefe de la policía capitalina iba a obrar en consecuencia? Sobra apuntar, obviamente no.
El pueblo está cansado de tanto bla, bla, bla; de los engaños, de pintarnos siempre un panorama fantástico; ojalá, y es un deseo ferviente, el presidente Calderón actúe con rigor, decencia y patriotismo, ordenando al procurador general de la República atraiga los casos para que haya limpieza en las investigaciones, al margen de los riesgos políticos y de que caiga quien caiga.
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