jueves, noviembre 20, 2008

DETRAS DE LA NOTICIA

Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
El gran Taibo

Érase que se era un hombre con tanto tantísimo amor que le alcanzó para prodigarlo a su esposa, sus hijos, sus amigos y a la gran pasión de su vida que fue el periodismoTuve la fortuna de ser su alumno y de haberme forjado en la fragua de su talento, de su disciplina, su genialidadÉrase que se era un hombre con tanto tantísimo amor que le alcanzó para prodigarlo a su esposa, sus hijos, sus amigos y a la gran pasión de su vida que fue el periodismo. Se llamó Paco Ignacio Taibo y se fue hace poco aunque se nos haya quedado para siempre.Yo tuve la inmensa fortuna de ser su alumno y de haberme forjado en la fragua magnífica de su talento, de su disciplina, su genialidad y ese ejercicio cotidiano lleno a la vez de respeto e irreverencia hacia un oficio que de pronto nos significa todo, o casi todo.Corrían los primeros días del 72 cuando le pedí trabajo en Televisión Independiente de México, la entonces naciente oposición al poderío establecido de Telesistema Mexicano. Paco era el director de noticieros y mi primer contacto con ese fascinante y nuevo mundo. Con su paliacate al cuello, jovial, rebosante de añeja lavanda y hablando como a nadie jamás había oído: una catarata de ideas, quimeras y propósitos; todo con un acento inédito que mezclaba graciosamente las reminiscencias asturianas con aires del Tepito de mi infancia. Tal vez por eso nos caímos tan bien. Pero con todo lo seductor que era, me dijo que yo había llegado tarde; que el reclutamiento había pasado; que lo de mis concursos de oratoria estaba bien; que no entendía por qué a un casi graduado en administración de empresas le había dado por esto de la comunicación; pero que, en fin —ante la cara que he de haber puesto—, si quería me quedara a aprender y a practicar y luego ya veríamos.Fueron meses de ensueño y pesadillas. La asombrosa revisión de cables que me decían lo que estaba pasando en el mundo. Y de los rostros que me decían lo que pasaba en mi país. Y a llevarles cafés a Reyes Razo y a Norma Meraz para que se compadecieran y me enseñaran a escribir. Mi primera reporteada en la calle con Rodolfo El Negro Guzmán. Luego las guardias de fin de semana o las nocturnas hasta el amanecer con mis primeros muertos y mis primeros charcos de sangre en tragedias urbanas. Y siempre que se podía, testimoniar los minutos previos al programa con Taibo como director de orquesta o mago de circo dirigiendo y sorprendiéndonos a todos con sus ocurrencias de última hora.Con frecuencia neurótico, a veces hasta neurasténico, pero siempre amoroso y enseñándonos minuto a minuto aun sin darse cuenta. No sólo el oficio, sino las grandes motivaciones que lo impulsan: el amor a la patria, la capacidad de asombro y el pulimento incesante del lenguaje como materia primigenia.Ya sospechaba yo de su cariño, pero la realidad me apabulló. A finales de ese año TIM y Telesistema se fusionaron y yo volví a quedar fuera porque tenían preferencia los veteranos y era un recién llegado. Cuando fui a despedirme de Taibo me hizo llorar: “¡Qué te pasa, mano… tú ya eres mi gente…”. Cuando le hice ver que ni gafete tenía de la nueva empresa se quitó el suyo, le arrancó su foto y me lo dio. Así que mis primeros meses en Televisa fueron con un gafete falso.Desde entonces fui su gente y lo sigo siendo ahora. Lo mismo en las redacciones que en la calidez de su casa y el cariño de Mary y mis hermanos Paco Ignacio II, Benito, Carlos y mi sobrina Marina. Y su casa fue mi casa. Como lo fue también de Buñuel, Alcoriza, Pedro Garfias, Ángel González, Serrat, Víctor, Ana y tantos atormentados por el exilio o por las penas del amor.No sé de dónde inventó que yo había ido a pedirle trabajo en una bicicleta y con mis jaulas de pájaros en venta. Me decía que no lo desmintiera porque era una bella historia. Tanto que he terminado por creerla.

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