Año 7, número 2422
Sábado 01, noviembre del año 2008
El que después de dos años se haya oficialmente puesto al descubierto que la elección que llevó a Felipe Calderón a Los Pinos, fue ilegal, por decir lo menos, aunque también cabría fraudulenta, nos hace evidente, a querer o no, la enorme farsa que es la Democracia “a la mexicana”. Bastante similar, por cierto, a la “Dictadura Perfecta” de que habló el escritor Vargas Llosa.
Y si a eso le agregamos que los ciudadanos que no pertenecen a ningún Partido Político, a pesar de la reciente “Reforma Electoral”, no podemos ser electos para ningún cargo.
Más el incontrovertible hecho de que en México la mayoría no vota. De tal suerte que si se fundara el Partido de la Abstención Democrática (PAD) seguro que ganaría todas las elecciones, lleva a tener que analizar detenidamente si vale la pena continuar siendo partícipe de la farsa y sufragar.
A toro pasado (muy pasado, a dos años demuestra la eficacia de la Justicia mexicana y recuerda aquello de que la Justicia a destiempo, es injusticia) pero ya sabemos que la elección del 2006 debió haber sido anulada (lo menos) y que por consiguiente Felipe Calderón no debiese ocupar el cargo que ocupa.
Y hasta ahí, porque no podemos hacer nada más.
¿A quién recurrir para que se haga Justicia, si el Ejército, que es quien por mandato Constitucional tiene la obligación de defender nuestra soberanía, anda ocupado haciéndola de policía?
Vaya, ni siquiera la Suprema Corte de Justicia de la Nación va a hacer algo al respecto; y eso se llama indefensión, pues los mexicanos inconformes no podemos hacer nada para remediar tan terrible anomalía como lo es tener un Presidente espurio.
Las “elecciones” del año entrante, que para un pueblo tan pobre como el nuestro, son ciertamente oprobiosas, pues el despilfarro económico en las campañas podría calificarse como injusto, toda vez que al mismo tiempo hay gente sin techo ni comida, podrían ser un buen momento para manifestar con el abstencionismo la oposición al sistema.
Solo que a las Autoridades nunca les ha importado la opinión de los ciudadanos. Y ahora ya tampoco tienen recato alguno para pasar por encima de quien sea con tal de continuar en el Poder.
Por lo que de nueva cuenta, ante las evidencias del fraude electoral que hemos vivido los mexicanos (y las perspectivas de que lo vuelvan a repetir el año entrante; ya lo han hecho cuando menos dos veces) puede ser un momento oportuno para que los ciudadanos se unan en un boicot a la Coca-Cola.
Que ciertamente es tan buen negocio, que un litro del refresco cuesta más que un litro de gasolina. Todo está en que lo llevemos a cabo; pues encima de todo, no cuesta nada.
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