jueves, enero 01, 2009

2009: el año que viene


No podemos ser tan ilusos de creer que Obama se convertirá en el benefactor milagroso de los mexicanos
Hoy, precisamente hoy, comienza uno de los años más difíciles de los últimos tiempos. Pero también uno de los que mayores expectativas han generado. En unos cuantos días, Barack Obama se convertirá en el presidente 44 en la historia de Estados Unidos. Y más allá del morbo de ver un presidente “negrito” despachando en la emblemática sala oval están las posibilidades de un gobierno muy diferente y si se puede totalmente opuesto al oprobioso de George W. Bush.
No podemos ser tan ilusos de creer que Obama será el mesías que esperaba el planeta. O que súbitamente se convertirá en el benefactor milagroso de nosotros los mexicanos. Si acaso esperamos que no sea rencoroso y se olvide de que tuvimos a mal recibir a su adversario en campaña John McCain, quien estuvo en cálida visita en Los Pinos y a quien hasta le bajamos la Virgen de Guadalupe para que se tomara la foto.
Lo que sí deberíamos andar haciendo ya es una agenda común con el señor Obama. Es verdad que su prioridad de prioridades es resolver su crisis económica, pero también es cierto que nos ha de abrir si le tocamos la puerta para plantearle con toda dignidad pero con toda firmeza nuestros problemas comunes más urgentes: la crisis compartida, sobre todo en la frontera, los ajustes necesarios al Tratado de Libre Comercio y los efectos más dolorosos de la migración forzada.
Es muy probable que en ninguno de estos casos logremos soluciones integrales, pero también es probable que alcancemos acuerdos que al menos eviten su agravamiento. Pero, por lo pronto, el nuevo presidente debe entender que en nuestra cotidiana, larga y obligada vecindad a ninguno nos convienen los contagios.
La verdad sería una verdadera lástima que no aprovecháramos la coyuntura del cambio allá arriba para impulsar una relación más justa, más equitativa y por ello más conveniente para ambas naciones. El problema aquí abajo es que el gobierno calderonista está obsesionado con la perdida guerra contra el narco. Ese enemigo omnipresente que está en todas partes: el Ejército, la PGR, la SSP, la Iglesia y hasta en los concursos de belleza donde ni las mises se libran de ser cooptadas por la pasión del crimen organizado.
Con la decapitación de ocho militares se rompieron todos los límites. En este 2009 la guerra será todavía más cruenta, más irracional y mucho más riesgosa para una sociedad bajo fuego y víctima creciente de las balas, lo mismo de narcos que de soldados. Lo peor es que ahora los generales están furiosos y ello implica la persecución feroz de quienes cercenaron las cabezas de sus muertos, pero también los atropellos a los derechos humanos de miles que en ciudades y pueblos han de soportar los cateos ilegales, los culatazos y a veces los disparos.
Emparentada con el crimen organizado, la delincuencia común seguirá creciendo en todas partes con su secuela de secuestros, asesinatos, asaltos y robos en un territorio comanche donde están revueltos los buenos y los malos.
Y es en este escenario de crisis e inseguridad absoluta, donde se han de dar una docena de procesos locales y la renovación de la Cámara de Diputados. En una rebatinga marcada por la injerencia inevitable de los señores de la droga. Ya desde ahora tienen sus candidatos a diputados y hasta a gobernadores.
Un PAN a la baja, un PRD fracturado, un PRI ganancioso, una coalición PT-Convergencia que es una incógnita y el resto los patiños oportunistas de siempre.
Pese a todo, todavía nos queda el recurso de la suma de individuos que somos en una sociedad que se organiza. Para poder decir: ¡Feliz 2009!

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