Ahora que el PAN cumple ocho años en la presidencia del país han comenzado a mostrarse, de manera más abierta, expresiones de extremismo de las que pocos teníamos conocimiento.
Entre sus filas conviven igualmente manifestaciones anticomunistas, antisemitas y antimasónicas que reflejan no sólo pensamientos decimonónicos, sino una involución de pensamiento peligrosa, si tomamos en cuenta que provienen del partido que está en el poder.
Estas tres expresiones ideológicas y religiosas han sido parte importante en la vida del panismo desde que surgió en 1939. El sinarquismo, como corriente política ligada al catolicismo, es, quizá, la tendencia más fuerte en las raíces de este partido, pues la mayor parte de sus integrantes eran de familias católicas fuertemente conservadoras que rechazaban cualquier pensamiento ajeno a su religión.
La religión católica ligada a la política ha sido tan fuerte en el PAN que la familia Abascal llegó a proponer el establecimiento de un estado autónomo de la Federación regido precisamente por el sinarquismo. El proyecto fracasó, pero la huella del extremismo quedó en la historia del panismo.
Durante sus años como partido de oposición Acción Nacional no tuvo oportunidad de expresar el antisemitismo que estaba entre sus filas más retrógradas y tampoco su aversión a los masones. Entregados más a conseguir el poder los panistas guardaron sus filias y fobias para mejores tiempos. Pero a partir del 2000, cuando Vicente Fox gana la elección presidencial, estas expresiones rebasaron sus propios límites y se manifestaron de diversas formas.
El ala más radical representada por la ultraderecha -conocida como El Yunque--, manifestó de inmediato su repulsión hacia los masones. Influido por esta corriente Fox ordenó sacar de Los Pinos la imagen de Benito Juárez, uno de los masones más reconocidos del siglo XIX, y lo mandaron a unas bodegas hasta que fue rescatado por un tiempo por Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación; pero llegó Carlos Abascal y remplazó la imagen del expresidente oaxaqueño por un enorme crucifijo.
La influencia del antisemitismo en El Yunque, originada por el dogma erróneo de la presumible existencia de un complot mundial del pueblo judío para apropiarse del mundo, la cual proviene del libro Los Protocolos de Sión, uno de los fraudes ideológicos y literarios más grandes de la historia, tuvo pocas posibilidades de expresarse, no así la aversión en contra de toda aquella inclinación comunista o socialista representada por la izquierda política y social.
Como nunca antes desde la Presidencia de la República, desde el PAN, así como desde la Iglesia católica y la clase empresarial más conservadora, se orquestó una campaña en contra de un personaje al que identificaron con la izquierda más radical y como "un peligro para México".
El extremismo panista, el de la ultraderecha que teme a la invasión del comunismo en el mundo, se manifestó en el transcurso de la campaña del 2006. En connivencia con la cúpula eclesiástica, desde el pulpito en las iglesias de la zona del bajío se extendió el mensaje a las familias católicas de que si ganaba Andrés Manuel López Obrador estarían en peligro sus hijos y sus propiedades, pues el gobierno se los quitaría. Por los resultados electorales la campaña fue todo un éxito pero no sólo en esa región, sino en todo el país.
La compulsión por mucho tiempo reprimida contra el judaísmo, al parecer, ya tuvo su primera expresión el 16 de diciembre en el artículo de Germán Martínez titulado La Treta publicado en El Universal, en donde, al tratar el tema del mega fraude orquestado por Bernard Madoff, hizo una referencia antisemita que tuvo una fuerte respuesta de Jacobo Zabludowsky días más tarde, el 22, la cual nunca fue contestada y como dice el viejo refrán… "el que calla, otorga".
Errático como ha demostrado serlo, el líder del PAN dejó entrever ese sentimiento en contra del judaísmo y, al mismo tiempo, también su supuesta simpatía por el movimiento nazi. Habría que ver cuál es la opinión del dirigente panista sobre los ataques israelíes al pueblo palestino en estos días.
Los extremismos de cualquier tipo, religiosos, políticos o ideológicos, siempre han sido un peligro, generan movimientos violentos y autoritarios, dictatoriales o radicales. La historia tiene muchos ejemplos y bien valdría recordárselos a los panistas y a sus dirigentes, antes de que sigan con sus pretensiones antisemitas, en contra de los masones y de cualquiera que se atreva a criticarlos desde la izquierda.
Entre sus filas conviven igualmente manifestaciones anticomunistas, antisemitas y antimasónicas que reflejan no sólo pensamientos decimonónicos, sino una involución de pensamiento peligrosa, si tomamos en cuenta que provienen del partido que está en el poder.
Estas tres expresiones ideológicas y religiosas han sido parte importante en la vida del panismo desde que surgió en 1939. El sinarquismo, como corriente política ligada al catolicismo, es, quizá, la tendencia más fuerte en las raíces de este partido, pues la mayor parte de sus integrantes eran de familias católicas fuertemente conservadoras que rechazaban cualquier pensamiento ajeno a su religión.
La religión católica ligada a la política ha sido tan fuerte en el PAN que la familia Abascal llegó a proponer el establecimiento de un estado autónomo de la Federación regido precisamente por el sinarquismo. El proyecto fracasó, pero la huella del extremismo quedó en la historia del panismo.
Durante sus años como partido de oposición Acción Nacional no tuvo oportunidad de expresar el antisemitismo que estaba entre sus filas más retrógradas y tampoco su aversión a los masones. Entregados más a conseguir el poder los panistas guardaron sus filias y fobias para mejores tiempos. Pero a partir del 2000, cuando Vicente Fox gana la elección presidencial, estas expresiones rebasaron sus propios límites y se manifestaron de diversas formas.
El ala más radical representada por la ultraderecha -conocida como El Yunque--, manifestó de inmediato su repulsión hacia los masones. Influido por esta corriente Fox ordenó sacar de Los Pinos la imagen de Benito Juárez, uno de los masones más reconocidos del siglo XIX, y lo mandaron a unas bodegas hasta que fue rescatado por un tiempo por Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación; pero llegó Carlos Abascal y remplazó la imagen del expresidente oaxaqueño por un enorme crucifijo.
La influencia del antisemitismo en El Yunque, originada por el dogma erróneo de la presumible existencia de un complot mundial del pueblo judío para apropiarse del mundo, la cual proviene del libro Los Protocolos de Sión, uno de los fraudes ideológicos y literarios más grandes de la historia, tuvo pocas posibilidades de expresarse, no así la aversión en contra de toda aquella inclinación comunista o socialista representada por la izquierda política y social.
Como nunca antes desde la Presidencia de la República, desde el PAN, así como desde la Iglesia católica y la clase empresarial más conservadora, se orquestó una campaña en contra de un personaje al que identificaron con la izquierda más radical y como "un peligro para México".
El extremismo panista, el de la ultraderecha que teme a la invasión del comunismo en el mundo, se manifestó en el transcurso de la campaña del 2006. En connivencia con la cúpula eclesiástica, desde el pulpito en las iglesias de la zona del bajío se extendió el mensaje a las familias católicas de que si ganaba Andrés Manuel López Obrador estarían en peligro sus hijos y sus propiedades, pues el gobierno se los quitaría. Por los resultados electorales la campaña fue todo un éxito pero no sólo en esa región, sino en todo el país.
La compulsión por mucho tiempo reprimida contra el judaísmo, al parecer, ya tuvo su primera expresión el 16 de diciembre en el artículo de Germán Martínez titulado La Treta publicado en El Universal, en donde, al tratar el tema del mega fraude orquestado por Bernard Madoff, hizo una referencia antisemita que tuvo una fuerte respuesta de Jacobo Zabludowsky días más tarde, el 22, la cual nunca fue contestada y como dice el viejo refrán… "el que calla, otorga".
Errático como ha demostrado serlo, el líder del PAN dejó entrever ese sentimiento en contra del judaísmo y, al mismo tiempo, también su supuesta simpatía por el movimiento nazi. Habría que ver cuál es la opinión del dirigente panista sobre los ataques israelíes al pueblo palestino en estos días.
Los extremismos de cualquier tipo, religiosos, políticos o ideológicos, siempre han sido un peligro, generan movimientos violentos y autoritarios, dictatoriales o radicales. La historia tiene muchos ejemplos y bien valdría recordárselos a los panistas y a sus dirigentes, antes de que sigan con sus pretensiones antisemitas, en contra de los masones y de cualquiera que se atreva a criticarlos desde la izquierda.
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