Armando Hart Dávalos
Hacer es la mejor manera de decir
Antes de pasar a exponer algunas ideas relacionadas con la reunión del Consejo quiero dejar constancia de nuestro agradecimiento a los anfitriones de Mérida y del estado de Yucatán por la cálida acogida y las excelentes condiciones creadas para el desarrollo de nuestro trabajo.Desde la reunión anterior en La Habana, en el marco de la Conferencia Internacional dedicada al 155 aniversario del natalicio de José Martí, los problemas analizados entonces no sólo se mantienen sino que se han agravado. Esto acrecienta la urgencia de movilizar la opinión pública internacional para promover acciones encaminadas a frenar y revertir los procesos que ponen en peligro el precario equilibrio que hace posible la vida de nuestra especie en el planeta Tierra. Una vez más acudo a la sentencia martiana: Hacer es la mejor manera de decir. Estamos en un momento verdaderamente crítico de la varias veces milenaria historia del hombre sobre la Tierra y al mismo tiempo en medio de una etapa muy importante y compleja de la lucha de los pueblos, especialmente en nuestra región latinoamericana y caribeña, a favor de un cambio radical en el curso de los acontecimientos. Hoy disponemos de una mayor conciencia aún de la gravedad del drama y se han ampliado los conocimientos de amplios sectores de la población sobre estos peligros, así como su capacidad de movilización para enfrentarlos. Por otra parte el desorden neoliberal a favor de los ricos, marginando o suprimiendo el control del estado, ha conducido a una profunda crisis que comenzó como se sabe por el sector inmobiliario, se extendió al sector financiero, y hoy hace metástasis en la economía real creando una situación de imprevisibles consecuencias para todos los pueblos del mundo.Los procesos globalizadores amplían el reto a toda la humanidad. Ya no se trata de salvar a una comunidad aislada, sino a la humanidad toda poniendo fin al desorden jurídico, las diferencias de desarrollo económico, social y cultural, a los desajustes ecológicos, el racismo, el hegemonismo y a la “fascinación” por un modelo consumista insostenible que impone el lenguaje subliminal y empobrecedor de los medios de comunicación. La degradación ética está en la raíz de estos males. La corrupción de las costumbres y los consorcios de la droga marcan con su impronta la vida cotidiana en muchos países desarrollados. Está a la vista la fractura de las bases éticas, políticas y jurídicas de las sociedades más desarrolladas de Occidente, y en especial la norteamericana actual. La elección de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos, con la promesa de un cambio, ilustra con claridad cuán profunda es la crisis que la insensata y criminal política de Bush condujo a los Estados Unidos. Nos parecen sinceros los planteamientos del Presidente Obama en cuanto la necesidad de cambios en la política norteamericana, aunque los desafíos que enfrenta son de tal magnitud que plantean justificadas interrogantes hacia su gestión futura.Por eso nuestra acción debe estar encaminada a enviar un mensaje a los sectores sensatos de la sociedad norteamericana y en primer término a aquellos sectores académicos y del movimiento social que están reclamando con fuerza una nueva política hacia América Latina y el Caribe, con vistas a establecer un diálogo, sobre fundamentos culturales, que nos permita influir a favor de los cambios que la humanidad reclama con urgencia. El pensamiento martiano y sus concepciones sobre el equilibrio del mundo constituyen una base propicia para ese propósito.Fue precisamente el Apóstol quien caracterizó el desafío que aún hoy tiene vigencia. La contradicción, dijo, no está entre civilización y barbarie, sino entre falsa erudición y naturaleza. Así, cuando la cultura se corresponde con intentos de dominación es falsa erudición y por consiguiente agrede a la propia naturaleza, y en cambio cuando se identifica con el ideal de liberación, se revela como una segunda naturaleza genuinamente humana. Ella no es accesoria a la vida del hombre, está comprometida con el destino de la humanidad y situada en el sistema nervioso central de las civilizaciones. En la cultura hacen síntesis los elementos necesarios para la acción, el funcionamiento y la generación de la vida social de forma cada vez más amplia. Las alternativas de un progreso económico estable han fracasado en diversos proyectos, porque se subestimó el factor humano y la compleja trama de relaciones, creencias y valores que se hallan en la médula de la cultura. Recordemos que Martí señaló que hasta el derecho aplicado sin cultura se parece al crimen. Frente al materialismo vulgar y ramplón que se ha venido imponiendo como componente de la crisis de civilización debemos exaltar los valores éticos presentes en los más grandes sabios de la historia humana. Martí, conocedor profundo del alma humana, expuso que Todo hombre lleva una fiera dormida dentro pero es un ser excelente que puede poner riendas a la fiera. Al mencionar a la fiera que todos llevamos dentro, Martí aludía, sin duda, a aquellos rasgos negativos que el hombre arrastra de su origen animal. En cuanto a las riendas se está refiriendo a la educación y la cultura. También afirmó que Ser bueno es el único modo de ser dichoso y Ser culto el único modo ser libre. Es decir, que haciendo el bien a los demás y siendo solidario, se puede hallar la felicidad. Estúdiese en Martí la idea del bien. Él afirmó que Dios está, precisamente, en la idea del bien. Con tal definición martiana podemos, creyentes y no creyentes, exaltar al unísono, el valor de la subjetividad en los procesos sociales, culturales y pedagógicos.Precisamente el antagonismo entre lo que se llamó objetivo y lo que se denominó subjetivo está la raíz más antigua de las gravísimas contradicciones en el desarrollo de las ideas. Pero hoy, los modernos avances de las ciencias naturales están mostrando que en el vínculo entre inteligencia y emoción se encuentra la fórmula del amor triunfante a que se refería el Apóstol.En la Europa de los siglos anteriores se puso de relieve el valor de la teoría de la abstracción. Norteamérica, bajo la influencia sajona, exaltó el papel del pragmatismo llevándolo a extremos. Hoy estamos en la obligación de articular emoción y razón para que orienten nuestra acción. Conocer, pensar, amar y actuar, ahí está lo que pudiéramos llamar el ADN de la condición humana. El homo sapiens llegó a convertirse en hombre tal como hoy lo conocemos porque reúne una síntesis de estas categorías. En fin, con el rigor de la ciencia podemos hoy probar el valor práctico de la utopía.Como consecuencia del avance de la crisis económica en los principales países capitalistas, podemos asistir a un incremento de los desajustes sociales en diversas latitudes y a la agudización creciente de antagonismos y conflictos que amenacen aún más la paz en el mundo. Es necesario abordar estos temas cruciales desde el plano de la cultura para garantizar la continuidad de la civilización y el porvenir de la humanidad. Se requiere una intensa labor de divulgación y esclarecimiento para que amplios sectores de la opinión pública en todo el mundo adquieran conciencia cabal de los peligros que amenazan la paz y la supervivencia de la humanidad, así como de la necesidad de la más estrecha unión. Martí, una vez más, nos da la clave cuando afirmó que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” y que “una idea justa, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”. Es preciso dar pasos reales, efectivos, para lograr esa unión oponiendo a la globalización neoliberal, avanzar en la integración de los pueblos, como está teniendo lugar en nuestra región latinoamericana y caribeña. Debemos, asimismo, propiciar y promover la democratización del Sistema de Naciones Unidas y en primer término de su Consejo de Seguridad y utilizar todos los foros internacionales y espacios posibles para movilizar, sin distingos de raza, nacionalidad, género o creencias religiosas, a todos aquellos que puedan representar la voluntad de resistencia y de lucha de los pueblos de todos los continentes. Es bien difícil, pero es la tarea que tenemos ante nosotros.Aceptamos el desafío impuesto por la actual crisis económica internacional, pero ello no significa que aceptemos como orientación válida salvar la riqueza de los ricos y descargar sobre los más pobres todo el peso de la crisis. Cualquier solución tiene que partir de principios éticos y culturales sobre el fundamento de lo enunciado por el Benemérito de América, Don Benito Juárez, cuando afirmó: “el respeto al derecho ajeno es la paz”, sólo así defenderemos a la humanidad de la debacle, a los pobres de la miseria y a la tierra misma del desastre ecológico denunciado por la comunidad científica internacional. La única forma de contribuir a la paz de manera estable y duradera, consiste en situar la bandera de la democracia, el respeto a los valores universales de la cultura y a los principios del sistema de derecho internacional en el centro de nuestro empeño. Y en la lucha por hacer prevalecer principios y valores éticos, el ejemplo de los Cinco héroes cubanos presos desde hace una década, injustificadamente, en las cárceles del imperio se intensifica y abarca ya a todos los continentes. No desmayaremos hasta ver en libertad a Gerardo, Antonio, René, Ramón y Fernando.En estos tiempos de encarnizada lucha ideológica, de un combate cuerpo a cuerpo, o más bien conciencia a conciencia, en la que se dirime la sobrevivencia de nuestra especie y la posibilidad de abrir cauce a un orden mundial más justo y solidario, la prédica de Martí, con su fundamento ético, constituye una guía certera para la búsqueda del pensamiento que abra cauce a la acción movilizadora a favor de los más apremiantes reclamos de la humanidad en estos albores del siglo XXI.A propósito de la crisis de civilización en que se han destruido todas las ideologías e “istmos” infecundos por irreales y caóticos, hay que ir a la búsqueda de un nuevo pensamiento filosófico de consecuencias educativas y políticas basado en la elección de ideas de los grandes próceres y pensadores de la historia universal. Podemos hacerlo sobre el fundamento de la justicia como categoría principal de la cultura y sol del mundo moral. Esto resulta necesario para alcanzar los valores éticos y los sistemas jurídicos indispensables para el equilibrio social. Pero para todo esto hace falta la cultura. La arbitrariedad no necesita de la cultura, y si la requiere es para encubrirse, disfrazarse o tratar de justificarse. La equidad y la justicia, sobre todo cuando la promovemos a escala social, exigen de la cultura para triunfar.
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