miércoles, febrero 11, 2009

Editorial. Catastrofismo real .

Año 6, número 2521
Miércoles 11, febrero del año 2

El que el Carlos Slim abiertamente discrepe de la opinión de quien de facto es el Presidente de México y por consiguiente, a querer o no, el responsable de todo lo que sucede en nuestro suelo. Y que además no atienda sus indicaciones de no ser catastrofista.

A pesar de que tan enjundiosa e ineficazmente lo defendiera Javier Lozano, el secretario del Trabajo que tan triste papel ha hecho en la presente administración (de recordar cuando quería contratar un despacho en los EEUU para que lo defendiera de las acusaciones del chino Shen Lee Ye Gon) hace ver que las palabras del michoacano, que tanto prometió durante su campaña, ya a nadie convencen. Por no decir que ya nadie le hace caso.

Pero lo peor, como dijo Slim, no ha pasado, y si en el Gabinete no lo saben, es porque son ineptos (en el mejor de los casos) mas lo cierto es que ni siquiera en los EEUU saben cual es la magnitud real del desastre económico, ni el verdadero monto del desfalco.

Por lo que la incertidumbre, que en veces es más desesperante que la realidad, seguirá campeando como rumor por todo el territorio nacional, sin que el alivio de las penumbras económicas llegue cuando menos en este año. Y hay quien dice que la recesión va a ser aún más larga; y por supuesto, más costosa.

Haciendo necesario, por no decir que imprescindible, que se deseche el modelo neoliberal y se adopte un sistema nacionalista en el que se incluya la moneda de plata. Que aún aceptando tratados de comercio con otras naciones, proteja primeramente a los de casa.

De otra manera, como también dijo Slim, será difícil que salgamos de la crisis; y fácil, muy fácil que volvamos a caer en otra (ya ha sucedido, no sería nada nuevo).

La solución está en el campo y en nuestros riquísimos litorales. Pero se requieren precios de garantía y subsidio a los insumos, como el diesel (mucho ojo con lo que puede pasar si el paro de transportistas no se evita). Lo demás, el retiro de fondos y toda esa parafernalia y las “reformas” que pretende hacer, es pura palabrería de la que los mexicanos ya estamos hartos.

Sin embargo todo indica que nuestros políticos y gobernantes, gracias a los serviles medios de comunicación (y por supuesto a sus corifeos que todo les festejan) desconocen lo que los ciudadanos comunes y corrientes opinamos de ellos. Si lo supieran, tal vez no serían tan cínicos.

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