lunes, febrero 02, 2009

Obama: el performance global

Barómetro Internacional

Fusilerías

Por Alfredo C. Villeda

A la euforia siguen, a menudo, los excesos. Quienes vieron la llegada de Obama a la Casa Blanca como la imaginación al poder traían atravesado un eslogan sesentero y vieron la oportunidad de dispararlo, les pesaba esa carga quizá porque dejaron de ser jóvenes hace tiempo. Hubo quienes hallaban en la familia presidencial ecos de Toni Morrison, la Nobel negra autora de una gran novela sobre la esclavitud, Beloved, cuyos personajes poco tienen que ver con las niñas, la esposa y la abuela keniana de Barack Hussein, todas ellas más cerca, como se constató en la fiesta del martes, de Beyoncé, Mariah Carey y Aretha Franklin.

El martes de la toma de posesión no sólo Estados Unidos, sino un mundo azotado por crisis, pobreza, desesperanza y enfermedades, el mundo del siglo XXI y sus nuevos jinetes del Apocalipsis, se propuso exorcizar esos demonios con el primer performance global de la historia y, como en el filme de los hermanos Wachowsky (V for Vendetta), con máscara de Obama sobre el rostro se tiró la multitud al aquelarre para rendir tributo al salvador que, humano, demasiado humano, juró mal y tuvo que repetir el ritual un día después, cuando aprovechó también la cruda de sus siervos del sur para definir, por fin, sus planes migratorios: más vigilancia fronteriza, penas severas a empleadores de greasers y, si el indocumentado es un santo, que se forme a la cola para ver si es elegible. Es decir, cero amnistía, Bush revisited.

Pese al apoyo que Obama dio desde el Senado al muro fronterizo y la ampliación, al igual que su flamante secretaria de Estado, Hillary Clinton, y a que su equipo ha sido enfático en que la reforma migratoria no está en las prioridades de los primeros 100 días de gobierno, el performance mexicano incluyó aun al Círculo Rojo. El discurso carente de definiciones que un ghost writer de 27 años preparó al nuevo gobernante para la ocasión fue interpretado como “obra maestra y pieza única”, cuando sólo cumplió con presentar generalidades fáciles de predecir para cualquiera que tuviera el mínimo contexto del desastre que Bush dejó a su paso. George Walker es el sicario de la mafia que acaba de provocar un reguero de sangre y Barack Hussein es lo que la Cosa Nostra, el Mossad y la CIA llaman el limpiador. De ahí la obviedad de que la tarea es rehacer la nación.

Obama lanzó también acusaciones generales a los responsables de la debacle financiera, lo que los franceses llaman una “dégringolade”.

Los aludidos se enfadaron y le respondieron con un manotazo en los mercados. Pero hay más. Bill Clinton dejó a Bush una economía vigorosa, con cero por ciento de desempleo, que el sucesor convirtió en cenizas al echar a andar una economía de guerra azuzada por los golpeadores de George padre: Donald Rumsfeld y Dick Cheney, obsesionados con el primitivo arte de la confrontación bélica… y con sus ganancias, porque ambos son empresarios del ramo en su tiempo libre. Cuando Barack confirmó el retiro de Irak, el fin de Guantánamo y la falta de voluntad para seguir en Afganistán, los números tienen que adecuarse y los señores de las bolsas suelen respingar. Además, tampoco funciona ya la otrora sacrosanta autorregulación de los mercados.

Estos días, unos antes y algunos rezagados después, cada protagonista
del primer performance global de la historia va saliendo de la cruda, se incorpora, levanta la máscara de Barack de su rostro y mira la televisión al fondo de la barra del aquelarre que, como si se tratara de ver el Supertazón, eligió cada obamaníaco para la ocasión. Ya los vecinos del sur se enteraron el propio miércoles de que todo fue un espejismo: la política migratoria no tendrá cambios significativos. Pero primero viene la reingeniería interna. Quizá por eso las noticias sobre los planes para el exterior tarden.

Cada convidado de la euforia deberá, por eso, conservar su careta negra, por si hay algo que festejar más adelante a ritmo de U2, Bruce Springsteen y Shakira, o como simple merchandise, souvenir de una histórica instalación que desafió el arte de Tunick.

Curiosa paradoja, por cierto, la de los roqueros que asistieron al besamanos. Será por los nuevos tiempos. En el siglo XX los chamanes presidían las ceremonias dionisiacas y los políticos los perseguían: Lennon, Morrison, Hendrix y Cobain, por ejemplo. Pero de Bono nada puede sorprender ya. En su campaña permanente por el Nobel de la Paz, no podía faltar en Washington, primera fila, but of course. Junto a Bon Jovi y Springsteen. Enmascarados. A los pies del nuevo icono del star system gringo.

alville@gmail.com

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