viernes, mayo 15, 2009

Más allá del ‘Salinazo’

Ramón Alberto Garza
Dossier Índigo

Carlos Salinas y el robo a la partida secreta. Miguel de la Madrid y la desilusión de su dedazo. Carlos Ahumada y el amasiato Salinas-Fox. Diego Fernández de Cevallos y su complicidad con el PRI. Rosario Robles y “su banda”. Raúl y Enrique Salinas, sus tajadas y sus narcontactos.
En sólo unos días de escándalos literarios y mediáticos se develó en todo su esplendor el agotamiento del sistema político mexicano.
Lo hicieron quienes intentan reconciliarse con su pasado o quienes sienten ya muy cercana la cita final con su destino.
Las reglas del juego, las de la omertá priísta, fueron rotas, profanadas y evidenciadas. Pocos compraron “la enfermedad” para justificar el desdicho.
Como nunca los mexicanos conocemos de viva voz, de la de los jefes supremos, los privilegios de una élite política y económica que pensó tener todo bajo control. Y sus prohombres fueron exhibidos en sus más primitivos instintos, en sus más exaltados defectos: la corrupción y la impunidad.
El valor que tiene la espléndida entrevista de Carmen Aristegui a Miguel de la Madrid va más allá del Salinazo.
Lo que el ex presidente ratifica, aun entre monosílabos, es que en el sistema político que vivimos la justicia le estorba al ejercicio del poder y la impunidad es condición necesaria para que la maquinaria se sostenga.
Estamos ante una confesión presidencial inédita que confirma lo que todos padecemos: que el régimen de derecho es selectivo en el mejor de los casos o inexistente en el peor. De que por encima de todos impera la ley que dictan los poderosos.
Los que ya se tienen garantizado su asiento permanente en la Permanente, los que pactan contratos y licitaciones públicas y los sobrevivientes transexenales de la nómina oficial. Los beneficiarios de los monopolios y los oligopolios, los concesionarios de los bienes y servicios públicos y los que dan los contratos y asignan la obra pública. Hoy esos poderosos son políticos y hombres de negocios que se beneficiaron con las privatizaciones, que lucran con el sobreprecio.
Pero mañana, cansados de la injusticia y de la impunidad confesas, el poder podría terminar en las manos de aquellos desposeídos que empuñen su fuerza.
De aquellos desempleados por las crisis. La del “catarrito” global, la turística, la de la influenza. De aquellos que en medio de su desgracia se enteran de partidas, de tajadas y de contratos secretos. De pagos multimillonarios por unos videos.
El libro de Carlos Ahumada, primero, y la entrevista de Aristegui a Miguel de la Madrid, después, son un epitafio a la decadencia de un imperio político que se negaba a morir.
Habrá que ver si entre los millones y millones de mexicanos podremos rescatar a esa generación de nuevos líderes, políticos y económicos, que puedan conciliar en paz el urgente relevo. No con rostros bonitos y casimires de pantalla, sino con ideas modernas que puedan articular ese proyecto de nación que hoy está ausente de una agenda infectada por la pandemia del escándalo.

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